Llegado el momento hemos de volver
a buscar las huellas
que alimentaron la voracidad del viento.
Los aromas que se disiparon
entre las densas tardes de inciensos invasores.
Qué queda...después de las huellas,
después de los aromas.
Sólo la añoranza de volver
a lo que el tiempo desterró
para siempre de nuestras miradas.
Qué queda...
Sino vestigios de una vida abandonada.
Una pala de sepulturero.
Y un montón de piedras que señalan las fronteras de la muerte.
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