La opinión pública española y su peso en las decisiones
del Gobierno es algo que molesta profúndamente al régimen medieval de
Marruecos y es La Moncloa quien paga la factura. Aunque últimamente,
también los ciudadanos empiezan a sentir la cólera de Rabat como se ha
visto en los últimos sucesos en la capital saharaui, El Aaiun. La
sensibilidad del pueblo español hacia la tragedia de los saharauis es
una de las peores pesadillas para el palacio real de Rabat.
Y lo peor, es que los gobernantes marroquíes saben que no pueden hacer nada contra el sentimiento de una sociedad democrática y, a diferencia de la marroquí, insumisa a la voluntad de los que ejercen el poder. La sociedad española como democrática que es tiene derecho a expresar su apoyo a la sociedad saharaui el que quiera y Marruecos no pudo tragarse eso, se le atasca en media garganta.
Y lo peor, es que los gobernantes marroquíes saben que no pueden hacer nada contra el sentimiento de una sociedad democrática y, a diferencia de la marroquí, insumisa a la voluntad de los que ejercen el poder. La sociedad española como democrática que es tiene derecho a expresar su apoyo a la sociedad saharaui el que quiera y Marruecos no pudo tragarse eso, se le atasca en media garganta.
El pueblo español es consciente de que Marruecos
necesita mantener estas tensiones para sobrevivir como dictadura que es y
ha sido desde siempre el foco principal de problemas para España, por
mucho que La Moncloa declare lo contrario. Con la ayuda de los yankis
pudo expulsar a España de su ultima posesión en África, el Sahara
Occidental sin permitirle une descolonizacion en regla. Lo peor es que
aquello no fue suficiente. Después de la mal llamada Marcha Verde,
vinieron los problemas con Ceuta y Melilla, el trafico de drogas, las
pateras, la invasión de Perejil, el paraíso fiscal, la deportación de
Aminatu Haidar, etc.
Hoy en día, Marruecos, con la designación de Uld Suilem
como embajador en España, se traza como objetivo romper el vinculo que
hay entre los saharauis y los españoles. El discurso oficial se acompaña
de un genuino plan de desinformacion e intoxicación para diabolizar a
los saharauis en su antigua metrópolis.
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