Dentro de muy poco habrán llegado. Muchos lo harán por primera vez y sus miradas destilarán el miedo a lo desconocido. Darán la mano a unas personas que nunca vieron y que les hablarán con dulzura en un idioma que no es el suyo y del que apenas conocen un puñado de palabras. Y poco a poco, con el paso de los días, se adaptarán a la comida, a las costumbres y a la forma de vida de sus familias de acogida, que harán todo lo posible para que disfruten de un verano inolvidable.
Niños y niñas saharauis compartirán con nosotros su alegría y su vitalidad durante dos meses. Sin embargo, no podemos olvidar que hay momentos, especialmente cuando el sol se pone, que la nostalgia empaña su mirada y que es entonces cuando más nos necesitan. Estar a su lado y comprender sus lágrimas sin intentar que las eviten es lo mejor que podemos hacer. Y cuando llegue el momento de acostarse, leerles un cuento calmará su ansiedad. Las palabras y las imágenes, unidas a la voz cálida de quien lee, a la mano protectora que señala detalles en las ilustraciones, les ayudarán a entrar en el mundo de los sueños relajados y felices.
Un cuento bien leído o bien contado es un antídoto contra la pena que genera la lejanía.
Los cuentos no solo pondrán un broche hermoso al final de cada día, también alimentarán su curiosidad, su imaginación y su avance en el conocimiento de la lengua y, por lo tanto, en su capacidad de comunicación. Pero, sobre todo, la lectura compartida creará fuertes vínculos afectivos y generará momentos que recordarán siempre.
¿O no recordamos nosotros aquellos momentos de nuestra infancia en los que alguien nos leyó un cuento?.
Fuente: bubisher.org
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