No les voy a descubrir yo ahora América, precisamente, si afirmo que el concepto hispanidad, que mañana se celebra en la Fiesta Nacional, está históricamente untado de sombra. Su fundamento de hermandad -despojado de maternidades patrias- con las gentes, países y comunidades que comparten y enriquecen la lengua española y que en su cultura e historia está también la nuestra, fue sepultado durante décadas por el peso de la Cruz y la Espada. Día de la Raza llegó a llamarse la festividad en un alarde biológico, como si acaso raza española, dicho sea más allá de las caballerizas, no fuese más que un soberano oxímoron. Pocos asuntos generan una polarización ideológica -con la consiguiente abolición del diálogo- de tal calado entre los españoles.
En los países de Hispanoamérica -hasta donde sé y siento cada vez que visito alguno de ellos- la postura, aunque va por barrios, es a día de hoy conciliadora. Eso sí, como no podría ser de otro modo, en sus respectivas fiestas patrias no celebran que el 12 de octubre de 1492 los conquistaron, sino que un buen día, andado el tiempo, pudieron dar -qué alivio- un grito de independencia. El mismo alarido que hubiéramos dado y de hecho dimos aquí llegado el caso (conviene recordar que la Virgen del Pilar dice que no quiere ser francesa).
Lejos de renegar de la hispanidad propongo, en la víspera de su día, literalmente y de una vez por todas, descolonizar el término; rasparle todo lo rancio y hacerlo tan extenso que de veras alcance a todas las comunidades que sienten en sí a España, manque duela. Paralelamente nos serviría para mostrar más gratitud y responsabilidad ante las Ex pañas invisibles. No se debiera celebrar la hispanidad sin la memoria errante de los judíos sefardíes, sin su bello ladino. También valdría el concepto para hacerlo efectivo en los campamentos donde se refugia el pueblo saharaui, al que España dejó tirado hace más de 40 años, en pleno proceso de descolonización y sin traspasar la soberanía, permitiendo que Marruecos ocupara sus territorios. Y así siguen, para indignación de muchos españoles, sin que al Estado parezca importarle demasiado. Hoy día, los poetas saharauis continúan escribiendo, como signo de su identidad, en español.
En Mauthausen, nuestros compatriotas fueron etiquetados con toda la saña que cabe en otro gran oxímoron: apátridas españoles. La hispanidad tendría que comenzar por todas las 'Ex pañas'. Mientras, estrecha es Castilla.
Por Carmen Camacho
Fuente: diariodesevilla.es
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