*Por Alberto Maestre Fuentes / elminuto.cl / En octubre de 1950, el entonces Jefe del Estado español, el general Francisco Franco, durante su primera y única visita oficial que realizó al entonces Sahara español, manifestó a los saharauis que España los ayudaría “sin pedir nada más que una sonrisa”. Más de una década después, exactamente en mayo de 1966, el entonces Ministro Subsecretario de la Presidencia de España, el Almirante Carrero Blanco, que llegaría posteriormente, en 1973, a ser Presidente del Gobierno español, manifestaría en un discurso pronunciado en El Aaiún, durante una visita oficial al territorio saharaui, al cual llegaba acompañado de varios ministros más del gobierno franquista, que ningún Estado tenía derecho a reclamar el Sahara Occidental -en alusión directa a Marruecos- y si España abandonase algún día al pueblo saharaui “sería un crimen que España no cometerá jamás”.
Otra década después, exactamente en noviembre de 1976, cuando se cumplía un año de la cesión ilegal de España a Marruecos y Mauritania del Sahara Occidental, mediante los llamados “Acuerdos de Madrid”, el entonces Secretario General del PSOE, Felipe González, que llegaría a ser también, seis años después, Presidente del Gobierno español durante catorce años, en su visita a los campamentos de refugiados saharauis de Tindouf, expresaría su enérgico rechazo a los “Acuerdos de Madrid” y, de estar completamente convencido de la victoria final del pueblo saharaui al cual, dijo, apoyaría su partido incondicionalmente, pues, según él, el gobierno español no sólo había hecho una mala descolonización con respecto al Sahara Occidental sino lo peor de todo es que lo había entregado a “manos de gobiernos reaccionarios como los de Marruecos y Mauritania”.
Estas manifestaciones públicas ante el pueblo saharaui de estos tres personajes de primer plano del panorama político español y que representaban a dos regímenes políticos completamente antagónicos tienen una máxima en común y es que no se realizó, finalmente, lo que prometieron hacer con respecto a este pueblo, sino más bien, todo lo contario.
La dictadura franquista abandonó a su suerte a los saharauis, pero lo que es más grave es que el régimen democrático español, nacido de la Constitución de 1978, no sólo no ha querido reparar el grave error y daño cometido sino que hasta el día de hoy sigue siendo cómplice de esa política heredada de la dictadura, e incluso ha ido más lejos a apoyar implícitamente la ocupación marroquí.
Realmente si analizamos la transición española, esta postura española, adoptada en relación a la que fue un día su provincia no es en absoluto de extrañar pues que se podía esperar del “nuevo” régimen salpicado de grandes escándalos de corrupción y en que los crímenes del franquismo quedaron completamente impunes, ni incluso se llegó a pedir perdón por los mismos y que miles de víctimas del bando perdedor de la guerra civil continuaron y continúan todavía hoy en día enterrados en fosas comunes, sin identificar, por toda la geografía española.
España tendría que reaccionar de una vez por todas y asumir su responsabilidad histórica con el tema del Sahara Occidental. Estamos en 2018 y en África existe, para las Naciones Unidas, una colonia que, por ende, es la de mayor superficie y poblada del mundo, el Sahara Occidental, y eso se debe única y exclusivamente a la responsabilidad directa de un Estado, y ese se llama España.
Esto es un hecho y España al no querer aceptarlo y anteponer sus relaciones bilaterales con su “temido” vecino del sur, Marruecos, no va por el buen camino, más bien, todo lo contrario.
Como historiador sé que no hay nada cerrado en ningún asunto y más en este que es de “simple” descolonización.
Los saharauis siguen luchando, cuarenta y dos años después, por sobrevivir como pueblo, tanto en las zonas ocupadas, como en las liberadas y en los campamentos de Tindouf y lo están consiguiendo pero a base de mucho sacrificio y esfuerzo.
El problema del Sahara Occidental no va de ideologías, sino de hacer cumplir, simplemente, la legalidad internacional.
Siempre se ha intentado, desde un sector reaccionario español, relacionar el problema del Sahara Occidental con la izquierda e incluso extrema izquierda. Esto sólo tiene profundas motivaciones de remordimiento pues los que tomaron la decisión de ceder el Sahara Occidental, al margen de Naciones Unidas, a Marruecos y Mauritania y no cumplir simplemente sus Resoluciones, pertenecían a dicho sector.
El PSOE y su Secretario General, Felipe González en un principio posicionados, aparentemente, al lado de la causa saharaui luego, una vez que ostentaron el poder, no solo, no cumplieron con su discurso y programa, sino que apoyaron sin fisuras, en la práctica, la ocupación ilegal marroquí, a costa del pueblo saharaui. Esto es innegable como lo es que el PSOE diga que es republicano y apoya “fortalecer los valores republicanos” cuando defienden sin fisura alguna la monarquía instaurada por el general Franco.
Llega tanto la desidia oficial española en cuanto al tema saharaui que el mismo no se le da apenas visibilidad en los medios de comunicación españoles, tanto públicos como privados. Y no es para menos. Saber que eres el máximo responsable que todavía exista una colonia africana y que además sea la mayor del mundo, es muy grave y no deja en muy bien lugar a España en el marco de la comunidad internacional.
Para justificarse muchas veces de este desinterés por el Sahara Occidental se puede llegar incluso a invocar que es un asunto de “moros” musulmanes y que nada tiene que ver con España y que hay otros temas más importantes que tratar que preocupan a los españoles. Es otra manera de no querer asumir la responsabilidad.
La historia del Sahara Occidental y sus lazos históricos con España no se estudia ni siquiera en los colegios españoles, lo que implica un elemento más en esta desidia oficial española.
Realmente confío que un día España despierte y asuma su responsabilidad e intente ayudar a solucionar a que en África ya no exista una colonia y se pueda cerrar el capítulo, por fin, de la descolonización africana.
España puede hacer mucho, más de lo que ella piensa, en la resolución de este problema de descolonización y Marruecos lo sabe.
España, antes de todo debe dejar sus complejos históricos y asumir lo que es. Es decir, la Potencia Administradora, tal como todavía hoy en día lo considera las Naciones Unidas, y a partir de aquí, actuar en consecuencia y hacer cumplir simplemente la legalidad internacional. Asumir un papel de primer orden en el intento de resolución de este conflicto le daría al gobierno español la oportunidad, no solo de reparar un error histórico cometido con el pueblo saharaui, sino de tener un prestigio, de cara a la comunidad internacional, en este asunto, que hoy en día no lo tiene.
Un primer paso en esta nueva dirección sería por parte española esclarecer por fin y, una vez por todas, el asesinato en 1970 del líder nacionalista saharaui Bassiri.
En cambio, si España continuase con su postura mantenida hasta ahora, de no querer enfrentarse a Marruecos por el Sahara Occidental y, no hacer absolutamente nada que pueda provocar el enojo de ese país, lo que realmente está transmitiendo es total debilidad y supeditación al régimen marroquí a costa del pueblo saharaui.
¿Que deben pensar otros gobiernos de que España no manifieste ni siquiera un solo reproche en la eliminación del idioma castellano de las zonas saharauis ocupadas por Marruecos, el cual ha sido sustituido por el francés o que se estén eliminando todo vestigio de la presencia española en el Sahara Occidental?.
España si realmente se implicase en el proceso de solución de esta descolonización pendiente y, lo vuelvo a repetir causado por ella misma, deberá afrontarlo con todas las consecuencias sabiendo que Marruecos utilizará todos sus recursos para hacerla fracasar y no dudará en usar incluso los temas de la inmigración ilegal, Ceuta y Melilla, terrorismo islámico y posibles chantajes sobre personajes políticos y no políticos españoles que han podido disfrutar durante todos estos años de prebendas privadas inconfesables, entre otros, con el objetivo de dañar a España.
Con los vecinos evidentemente hay que intentar llevarse lo mejor posible y tener unas relaciones cordiales pero no a costa de la legalidad internacional y de un pueblo. Por lo tanto, buenas relaciones de vecindad sí, pero no vasallaje de ningún tipo.
Para la implicación española, en la resolución del conflicto, solo hace falta voluntad política y dejar los temores y complejos a un lado ya que sino, solo se transmite debilidad e incompetencia.
Para buscar una solución justa al tema saharaui es imprescindible por tanto la implicación de la potencia administradora. Sin esta implicación será mucho más difícil una solución duradera, aunque no imposible. Si esta llegase finalmente sin la implicación española dejaría en muy mal lugar, una vez más, a España.
Confío honestamente que algún día España reaccione y asuma su responsabilidad y actué por tanto en consecuencia.
*Doctor en Historia por la Universidad de Barcelona. Especial para Diario El Minuto
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