A LA ATENCIÓN DEL SR. CHRISTOPHER ROSS,
ENVIADO PERSONAL DEL SECRETARIO GENERAL DE LA ONU PARA EL SÁHARA OCCIDENTAL
Madrid, 21 de agosto de 2010
Excelencia:
Permítame que me tome la inusual libertad de dirigirle esta carta en su condición de Enviado Personal del Secretario General de la ONU para el Sáhara Occidental.
En estos días hemos sabido por la prensa que usted ha pedido ayuda al Consejo de Seguridad, a “las potencias” y, en particular, al denominado “Grupo de Amigos del Sáhara Occidental” para tratar de solucionar de una vez el problema del Sáhara Occidental y el Pueblo Saharaui.
Es cierto que este problema ha durado (dura) demasiado tiempo y ha supuesto (supone) un elevadísimo coste y un enorme sufrimiento para la población agredida: el pueblo saharaui.Pero no es meno cierto que otras muchas, muchísimas personas a todo la largo y ancho del mundo compartimos el sufrimiento de ese pueblo, tan ejemplar como pacífico, y nos sentimos encarnados en su dolor, en su sufrimiento y en la enorme injusticia y los múltiples atropellos de todo tipo que contra esa población, su representante legítimo, el Frente Polisario, y su territorio del Sáhara Occidental se han perpetrado y se continúan perpetrando cada día, directamente por el ocupante y, aparentemente menos directamente, por quienes le sostienen y apoyan.
Han transcurrido demasiados años desde la criminal invasión militar, a sangre y fuego, del Sáhara Occidental, y muchas personas del mundo no estamos dispuestas a esperar ni a aguantar más. Si la ONU no sabe, no quiere o no puede arreglar ese problema tan sencillo, está de sobra esa Institución, y su elenco de funcionarios debería irse inmediatamente a la calle, al paro. Si los poderosos no quieren aplicar su propia ley y poner orden donde ellos mismos han puesto desorden (y mil trampas y chapuzas de todo tipo), lo haremos los ciudadanos y ciudadanas, “los pueblos del mundo”, como reza el frontispicio de la Carta de las Naciones Unidas (“Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas…”).
En 1974 España informó a la ONU de que el referéndum de autodeterminación se llevaría a cabo en el primer semestre de 1975. Lo que sucedió después, lo sabe Usted mejor que yo.
El alto el fuego de 1991 se condicionó a la pronta celebración de dicho referéndum, y la ONU dijo que éste podría celebrarse en tan sólo unos meses. ¡Y han transcurrido ya casi 20 años!
Hoy sabemos fehacientemente que Estados Unidos es el principal -¡el principal!- responsable, como potencia hegemónica, de la tragedia del Sáhara Occidental y el pueblo saharaui, junto con Marruecos, España y Francia.
Sabemos también que el entonces Secretario de Estado, Henry A. Kissinger, fue el organizador de la invasión del Sáhara Occidental por Marruecos (la tristemente célebre “marcha verde” y la previa entrada del Ejército marroquí en el Territorio), como han denunciado públicamente expertos en la materia (Jacob Mundy o Tomás Bárbulo, entre otros autores).
Sabemos que Kissinger engañó al entonces presidente de Estados Unidos, Gerald Ford, y que éste se dejó engañar complacido por conveniencia u oportunismo político, haciendo caso omiso de los valores y principios de una sociedad democrática y del Derecho Internacional.
Sabemos que, en la Casa Blanca (y también en otros lugares), se acordó que la ONU sería utilizada después para, llegado el caso, manipular / amañar / adulterar, a favor del invasor, el posible referéndum de autodeterminación.
Sabemos que el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya rechazó las pretensiones de Marruecos (y Mauritania), y que el rey de Marruecos engañó y enardeció a su pueblo diciéndole todo lo contario a lo dictaminado por el TIJ, para justificar así “el robo del Sáhara” (Thomas M. Franck).
Conocemos que, casi dos meses antes de que la Corte de La Haya se pronunciara, el secretario de Estado norteamericano cerró la entrega del Sáhara a Marruecos con un telegrama remitido a Rabat desde la Embajada de EE.UU. en Beirut: “Laisa podrá andar perfectamente dentro de dos meses. Él la ayudará en todo”. El telegrama de Kissinger fue repetidamente publicado por la prensa internacional de la época y jamás fue desmentido.
Sabemos que Kissinger también mintió cínicamente y engañó fríamente al entonces Ministro de Asuntos Exteriores y hoy presidente de la República de Argelia, Abdelaziz Buteflika, en la entrevista que mantuvieron en París en diciembre de 1975, y de la que se desprende que EE.UU podía haber interrumpido su ayuda civil y militar y establecido un embargo de facto a Marruecos para impedir la invasión. Y eso no se hizo, sino todo lo contrario.
También se sospecha de que la CIA y su entorno “arreglaron” cierta línea sucesoria de la Monarquía española, a cambio de…, y acaso también prometieron aupar al poder a determinado partido político hoy gobernante en España, asimismo a cambio de…
Es de suponer que Usted ya conoce todo esto y mucho más. Pero, no obstante, indico al final de estas líneas algunos de los documentos incriminatorios de referencia –que recogen parte de esos hechos-, para que todo el mundo pueda leerlos y verificarlos cuando esta carta circule libremente.
No quiero entrar en los detalles de los buenos negocios de los mandatarios franceses con el régimen alauita, ni del abundante material bélico y otras ayudas suministradas por Estados Unidos a ese mismo régimen. (En España, en cambio, somos pioneros en este terreno: regalamos –no sólo vendemos- al Ejército marroquí lanzadores de bombas y condecoramos a altos funcionarios marroquíes reputados por su presunta conducta criminal).
Creemos, sencillamente, que se pueden hacer buenos negocios con Marruecos sin poner como moneda de cambio al pueblo saharaui. Creemos que todos los pueblos debieran vivir en justa paz, sin necesidad de invasiones, marchas verdes (precedidas de la invasión militar), genocidios, muros militares, “desapariciones”, detenciones arbitrarias, encarcelamientos, torturas, violaciones, cárceles secretas…
¿Cómo, con qué espíritu, pueden ustedes sentar en una misma mesa de “negociación” al invasor y al invadido, al agresor y al agredido, al torturador y al torturado?
¿Es preciso volver a recordarles a ustedes que el Sáhara Occidental es la última colonia de África todavía hoy, en pleno siglo XXI, y que el régimen imperante en Marruecos no cumple, ni de lejos, con los mínimos estándares de responsabilidad internacional, libertades, respeto de los derechos humanos…?
¿Es preciso volver a recordarles a ustedes que la RASD es un Estado constituido desde hace 35 años, al que le han robado su territorio con el apoyo (pre- y post invasión) de Estados Unidos y otras “potencias”?
¿Hay que recordarle también a los poderosos que la MINURSO es la única misión de paz de la ONU que no vela por el respeto de los derechos humanos en los Territorios Ocupados del Sáhara Occidental, produciéndose ante sus ojos impasibles todo tipo de violaciones de esos derechos?
¿No es cierto que Estados Unidos también buscó y consiguió su independencia de la Metrópoli, al igual que lo hicieron Marruecos, Argelia y tantos otros países? ¿No tuvimos los españoles que expulsar de nuestro país a las tropas invasoras de Napoleón? ¿No se aplicó el Capítulo VII de la Carta de la ONU en el caso de la invasión de Kuwait? ¿Por qué no se aplica también para que Marruecos cumpla sus obligaciones internacionales? ¿Por qué se le niega ese derecho –inscrito en la Carta de la ONU- al Pueblo saharaui, si además cuenta con el aval de un montón de resoluciones favorables de la ONU y de la OUA/UA? ¿No debe ser la Justicia igual para todos? ¿O vamos a seguir con una política de doble rasero y la ley del más fuerte, la ley de la selva? Por cierto, no entiendo por qué se denomina “Grupo de Países Amigos del Sáhara Occidental”, si casi todos ellos están demostrando ser acérrimos enemigos. ¡Qué sarcasmo!
Los tiempos y las justificaciones de la Guerra Fría ya han pasado y, por tanto, EE.UU debe dar un giro radical en su política con respecto al Sáhara Occidental y cumplir también –sin más engaños ni mentiras- con el Derecho Internacional.
Si no lo hace así, si no escucha el clamor popular, si no cumple y hace cumplir sus propios principios éticos y jurídicos y sus responsabilidades legales, que después no se sorprenda y se pregunte hipócritamente: “¿Por qué nos odian tanto?”
Excelencia:
Con esta carta estoy intentando contribuir a la solución del aparente problema y prestarle algo de la ayuda que Usted pide a “las potencias” en su escrito de 18 de junio de 2010. No existe la cuadratura del círculo.
Con toda la humildad de un simple ciudadano del mundo, pero con toda la cortesía y el máximo respeto que su persona me merecen, me atrevo a sugerirle que haga llegar esta carta al Secretario General de la ONU, al Consejo de Seguridad, a la Asamblea General de la ONU, al presidente Barack Obama y a algunas gentes de bien, para transmitirles inequívocamente nuestro deseo de una solución justa del conflicto, acorde con la legalidad internacional, sin más dilaciones ni engaños. Quiero añadir aquí el comentario literal que me envió una ciudadana anónima (sin duda, de buen corazón pero algo ingenua) para trasladárselo al Presidente de los Estados Unidos: “¡Obama, aquí, sobre las arenas del Sahara Occidental, yacen todavía los restos maltrechos de la deshonra de los Estados Unidos!!Obama, aún estás a tiempo de recuperarlos!”.
Cientos de miles, millones de personas en todo el mundo estaremos dispuestas a ayudarle en su tarea de solucionar el problema que, por mucho que se intente eludir, pasa ineludiblemente por que el pueblo del Sáhara Occidental ejerza de una vez por todas su inalienable derecho a la autodeterminación, como han hecho tantos países que han alcanzado su libertad e independencia.
Hoy, el Pueblo Saharaui y la RASD son un ejemplo universal de resistencia a la injusticia, de moderación, de anhelo de una paz y una libertad justas y duraderas.
Tal vez esté en sus manos, Excelencia, el que podamos caminar hacia un mundo más justo y en paz, o el permitir que éste se deslice por la senda de la violencia, la guerra y la muerte. Y ni hemos nacido para eso ni ése es el mundo que anhelamos.
Muchas gracias por su atención y los mejores deseos en el desempeño de su difícil tarea.
Le ruego, Excelencia, acepte la expresión de mi más alta consideración.
Luis Portillo Pasqual del Riquelme
Funcionario del Estado, Doctor en Ciencias Económicas
Ex profesor de Estructura Económica Internacional en la
Universidad Autónoma de Madrid (España)
Fuente: Luis Portillo Pasqual del Riquelme
Fuente: Luis Portillo Pasqual del Riquelme
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