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EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

España y Marruecos, separados por el abismo del estrecho de Gibraltar

En el estrecho de Gibraltar, el límite natural entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico, apenas 14 kilómetros separan España de Marruecos. Esta pequeña distancia geográfica, sin embargo, no se corresponde con la distancia abismal que separa a los dos países vecinos en otros aspectos, ya que en lo económico, lo social o lo político son dos mundos muy distintos.
Lo cual no significa que Madrid y Rabat no se esfuercen por mantener una relación cordial. De hecho, el primer viaje oficial de los presidentes del gobierno de España tras su investidura los lleva tradicionalmente a Marruecos, su antiguo protectorado colonial, y no a Portugal, como cabría esperar por la mayor cercanía histórica y cultural con el vecino de la Península Ibérica. Quizás la mejor forma de definir la relación entre España y el país islámico del norte de África sea citando al ya fallecido rey de Marruecos Hassan II (1929-1999), padre del actual monarca, Mohammed VI. 
En su opinión, los dos países están condenados a entenderse: "Nos hemos peleado a menudo, hemos tenido múltiples malentendidos a través de los siglos..., pero no nos hemos divorciado nunca y no nos divorciaremos jamás", dijo Hassan II en 1989, durante la que fue su única visita oficial a España en sus 38 años de reinado. Ya en aquel entonces, los marroquíes formaban la colonia de inmigrantes más grande de España. Hoy, su número alcanza casi los 760.000, superados sólo por los rumanos. 
La crisis más reciente data de agosto pasado, cuando activistas marroquíes bloquearon el paso de mercancías entre Marruecos y la ciudad autónoma de Melilla, uno de los dos enclaves principales -el otro es Ceuta- que España conserva en el norte de África y cuya soberanía Marruecos reclama desde hace siglos.
El detonante, según denunció Rabat, fueron agresiones racistas de la policía española contra comerciantes marroquíes en la frontera con Melilla. Posteriormente, varios activistas españoles fueron golpeados durante una manifestación en favor del pueblo saharaui en El Aaiún, la capital administrativa del Sáhara Occidental, un territorio que fue colonia y después provincia española hasta la muerte del dictador Francisco Franco, en 1975. La crisis fue finalmente zanjada con una reunión entre el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y el rey Mohammed VI en septiembre en Nueva York, al margen de la Cumbre de los Objetivos del Milenio y la Asamblea General de la ONU. "Hemos reafirmado los principios de la colaboración, la buena relación, la cooperación y el entendimiento", dijo entonces Zapatero, insistiendo en el valor "estratégico" de los vínculos con Marruecos, un país que además es uno de los principales aliados de Occidente en el mundo árabe. Ése también fue uno de los argumentos esgrimidos por Estados Unidos en 2002, cuando Washington tuvo que mediar en el peor conflicto que ha enfrentado a Madrid y Rabat en tiempos recientes: en julio de aquel año, gendarmes marroquíes ocuparon el pequeño islote deshabitado de Perejil (llamado Leila en Marruecos), disputado por ambos países. España terminó "liberándolo" con la movilización de hasta 1.200 soldados, tras lo cual el islote volvió a ser terreno neutral. Los desencuentros entre España y el reino alauí muchas veces tienen su origen, precisamente, en la historia y en resentimientos arrastrados de la época colonial. Así, el tratado de paz firmado tras la victoria española en la guerra hispano-marroquí de 1860 permitió al país ibérico controlar el Sáhara Occidental, un inmenso territorio rico en fosfato y frente a cuya costa hay importantes bancos de peces.
El dominio español sobre el Sáhara no terminó hasta 1975. En noviembre de ese año, mientras en el lejano Madrid Franco agonizaba en el que sería su lecho de muerte, el rey Hassan II organizó la llamada Marcha Verde, con la que cientos de miles de marroquíes ocuparon aquel vasto territorio, anexionado posteriormente por Marruecos.
Ello dio lugar a uno de los tantos conflictos sin resolver de nuestros días, ya que España finalmente dejó el Sáhara Occidental en manos de Marruecos y Mauritania, lo que además desencadenó una guerra con el Frente Polisario, que en 1976 y apoyado por Argelia proclamó la independencia del territorio, creando la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), con la capital El Aaiún.
Marruecos y el Frente Polisario firmaron un acuerdo de paz en 1991, pero el referéndum sobre una posible autodeterminación del Sáhara exigido en aquel entonces por la ONU sigue sin celebrarse, debido a las trabas de Marruecos.
España tradicionalmente ha defendido el derecho de los saharauis a la independencia, pero en los últimos años su posición ha cambiado un poco, al mostrar cierto acercamiento a la estrategia de Marruecos, que pasa por ofrecer al Sáhara una amplia autonomía, pero siempre bajo soberanía marroquí. Esta propuesta la rechazan tanto el Frente Polisario como Argelia.
Otro de los puntos que tensan las relaciones entre Rabat y Madrid es la inmigración ilegal. Muchas de las embarcaciones con indocumentados que alcanzan España salen de las costas del país norteafricano. Cuando llegan muchas de esas "pateras", en España sospechan que las fuerzas de seguridad marroquíes están relajando los controles adrede, para presionar al gobierno de Madrid.
A ese fenómeno de la inmigración va unido un auténtico drama: el estrecho de Gibraltar se ha convertido en la tumba de miles de indocumentados, ahogados en el intento de alcanzar con sus frágiles botes las costas del vecino del norte en busca de una vida mejor.

 Fuente: Jorge Vogelsanger/ElPais.cr

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