La ausencia de atentados en suelo marroquí y la excepcionalidad del Sáhara Occidental como un territorio y un conflicto que aparentemente están al margen de los acontecimientos que, ligados al terrorismo, se dan en la zona del Magreb y del Sahel, llevan a algunos analistas a preguntarse el porqué de una fijación obsesiva por una zona y de una desatención sorprendente por otra.
Los dos últimos atentados suicidas ocurridos en suelo magrebí, el 25 de julio y el 25 de agosto, se han producido, uno en Tizi Uzu (Argelia) y otro en Nema (Mauritania) respectivamente, siendo el segundo un atentado frustrado. Lo cierto es que las medidas firmemente disuasorias que las autoridades marroquíes aplican contra los yihadistas en su suelo - reflejadas en detenciones masivas y en un control avanzado de sus círculos islamistas -, por un lado, y la impermeabilización del escenario del Sáhara Occidental que tanto marroquíes como saharauis y fuerzas de la ONU (MINURSO) llevan a cabo, por otro, juegan también a favor de esta proyección limitada de AQMI al obedecer a algunas inercias históricas.
Por una parte está la singularidad de cada país magrebí que se refleja también en el comportamiento de sus ciudadanos, incluso de los terroristas. Aunque para Al Qaeda sobran las fronteras y para la filosofía de AQMI, coherente con aquella, se abomina de las líneas que separan a los musulmanes, lo cierto es que el antiguo Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) centraba su activismo en suelo argelino, con proyección a Europa y al Sahel y mucho menos al Magreb, estando Mauritania a caballo entre ambas subregiones africanas.
La desatención de AQMI con respecto a Marruecos se da también, recordémoslo, con respecto a Libia, e incluso con respecto a Túnez aunque aquí podemos destacar dos acciones de contagio importantes aunque limitadas: el secuestro, en 2008 en el sur de Túnez, de una pareja de turistas austriacos por AQMI, que rápidamente fueron llevados a Argelia y de allí a Malí, o la penetración de un grupo de terroristas entrenados por el GSPC en Túnez a fines de 2006 para atentar, aunque debemos destacar que la veintena de elementos terroristas eran todos ellos tunecinos.
AQMI opera más pues en Argelia y en su proyección natural hacia el sur y hacia el suroeste (Mauritania), y ello también porque la frontera con Marruecos está mucho más vigilada pues es la zona de principal despliegue convencional de ambos ejércitos magrebíes, que reflejan en ella y en el Sáhara Occidental sus malentendidos históricos. Además, y como afirmábamos antes, para AQMI conflictos como el saharaui-marroquí sobran pues están basados en planteamientos nacionalistas que no hacen sino dividir y debilitar a los musulmanes. Pero AQMI sí aprovecha la frontera terrestre argelino-marroquí, aunque esté cerrada desde 1994, para alimentar con actividades ilícitas sus finanzas y su logística, y es ahí donde precisamente las tesis marroquíes pero también el sentido común puede fijar, si no para hoy sí para el futuro, posibles ramificaciones del terrorismo en una zona hasta ahora alejada en buena medida de él. Si en las filas saharauis comienza a alimentarse el desaliento ante un conflicto que no se acaba, y asumiendo que la zona sahelo-sahariana ha sido y seguirá siendo zona de actividades ilícitas de diverso tipo, y ante el atractivo que representa el lucrativo negocio de los secuestros, tarde o temprano puede haber individuos y grupos que abandonen viejas fidelidades para dedicarse a innovadoras actividades más rentables.
Algunos evocan el caso de Omar Sahraoui, implicado en el secuestro de tres cooperantes españoles por AQMI el 29 de noviembre de 2009 en la carretera que une Nuadibú y Nuakchott, pero este es un ejemplo malintencionado pues dicho individuo ni siquiera es saharaui sino maliense Las tesis marroquíes que han pretendido vincular el Frente Polisario con el terrorismo yihadista cada vez más proyectado hacia el Sahel no se fechan como algunos autores señalan en 2005, sino que datan de mucho antes: ya en 2002 el Secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, se vio obligado a desmentir a periodistas que tras una reunión suya con el Rey Mohamed VI en Ifrán querían escuchar de él que el Polisario y los yihadistas salafistas eran una misma cosa. Nada de esto es cierto a día de hoy, pero lo que sí lo es, es que la evolución de los acontecimientos en el Magreb y en el Sahel, con una rentable actividad terrorista que incluye la obtención de jugosos fondos, va a hacer mucho daño en la zona, tanto en términos de activismo terrorista como de posible envilecimiento de personas y de comunidades enteras. También es cierto que la falta de entendimiento argelino-marroquí alimenta la perduración del terrorismo, y que ningún país de la región, ni siquiera Marruecos o Libia, tienen asegurada la estabilidad que con algunos altibajos han venido disfrutando hasta la fecha.
Escrito por Carlos Echeverría
Fuente: Atenea
* Carlos Echeverría es Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid
Profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED
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