Me ha impresionado leer en EL PAÍS del sábado que medios oficiales
marroquíes se han inventado la muerte a tiros por la Guardia Civil de un
adolescente musulmán en Melilla. La agencia nacional y las televisiones
difundieron el bulo repetidamente, sin duda intentando camuflar con
ello la verdad de su auténtico crimen, a saber, ese chico saharaui de 14
años al que la policía marroquí disparó y mató la semana pasada en el
campamento de protesta de El Aaiún.
Desespera ver hasta qué punto los poderes opacos y arbitrarios pueden
manipular la realidad. ¿Recuerdan el famoso dicho de Lincoln: "Es
posible engañar a alguien todo el tiempo o a todos algún tiempo, pero no
se puede engañar a todos todo el tiempo"? Muy consolador, pero no sé si
es cierto. La historia ha demostrado que si el sistema es lo
suficientemente tiránico, se puede engañar a todos muchísimo tiempo: la
dictadura soviética, por ejemplo, mantuvo en la inopia a millones de
individuos durante generaciones.
De hecho, incluso las democracias
se las apañan maravillosamente para retorcer la memoria oficial, como
prueba un reciente libro del historiador británico Giles MacDonogh que
cuenta la verdad enterrada de los perdedores de la II Guerra Mundial:
más de tres millones de alemanes muertos después de la contienda (muchos
torturados, asesinados), 200.000 niños nacidos en 1946 de madres
violadas... ¡Qué pesado es el manto de silencio que cubre a las víctimas
molestas!
Y cuando los pueblos están manipulados por dirigentes
abusivos -como es el caso de Marruecos-, aún es más fácil hacerles creer
cualquier cosa. Como, por ejemplo, que los 20.000 saharauis que
protestan en el campamento de El Aaiún no existen. Pero sí que existen. Y
hay que servirles de amplificador, para que borrar su presencia sea más
difícil.
Fuente: El Pais/ROSA MONTERO
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