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Lo que unos justamente llevan pidiendo hace más de 30 años, a otros se
les da en un santiamén, y en esa decisión entran a jugar unos tres
gatos, pero muy poderosos, quienes, para satisfacer sus mezquinos
intereses, se arrogan el derecho de negarle la independencia a un pueblo
o de dividir a un Estado.
Durante esta semana, el pueblo sureño de
Sudán ha acudido a las urnas para participar en un referéndum
trascendental e histórico, no solo para esa nación, que podría quedar
fraccionada, sino para toda África, pues reconfiguraría la geografía
política del continente si el resultado de la consulta arrojara la
formación de un nuevo Estado. En caso de que los secesionistas ganen, el
próximo 9 de julio ya tuviésemos que estar hablando del estado africano
número 54, solo ¡a seis años! de la puesta en práctica del acuerdo de
paz que puso fin a una sangrienta guerra civil entre el norte y el sur.
Para
estos separatistas, todo se les ha hecho muy fácil, pues tienen el
apoyo de las grandes potencias encabezadas por EE.UU., que apuestan a la
desintegración de Sudán, siempre apuntando contra el gobierno de Omar
Hassan al-Bashir, que ha tenido que soportar durante su mandato la
inclusión de su país en la hipócrita lista de países patrocinadores del
terrorismo internacional elaborada por Washington, amenazas, chantajes y
sanciones económicas...
Sin embargo, otro pueblo, también del norte
de África, pide a gritos un referéndum de independencia que la saque de
su estatus colonial. Se trata del Sahara Occidental, ilegalmente ocupado
por Marruecos desde 1975, cuando España levantó sus botas de allí y
dejó el territorio a merced de las apetencias hegemónicas de la
monarquía alauita. Pero a los saharauis les está vedado votar por su
autodeterminación, pues esa jugada no conviene a los intereses
imperialistas, los mismos que quieren desmembrar a Sudán.
Marruecos
ha dejado claro que no cederá ni un ápice de la rica tierra que
coloniza, y las potencias le secundan, a pesar de que en ocasiones dicen
querer resolver ese conflicto enquistado. Pero es solo una simulación,
pues hasta el momento Rabat persigue a los activistas saharauis, sus
prisiones son tenebrosos centros de tortura —la denominada cárcel Negra,
de El Aaiún, o la de Salé, por ejemplo—, y nadie le ha puesto un stop.
Recientemente,
la monarquía reconoció oficialmente haber cometido crímenes de guerra y
de lesa humanidad contra cientos de saharauis, incluyendo bebés, niños,
mujeres (algunas embarazadas) y ancianos. Y eso es solo una nimiedad.
Hay mucho que escardar en la suerte de millares de víctimas de las
desapariciones, secuestros, torturas, asesinatos...
Pero para
Marruecos no hay sanciones económicas; ni listas negras; tampoco
demandan a su rey ante la Corte Penal Internacional de La Haya, como
hicieron con Al-Bashir. Al contrario, sus crímenes son consentidos, y sí
hay muchas prebendas, como el status de aliado extra OTAN, o el de
socio avanzado de la Unión Europea.
Al mismo tiempo, ha habido una
gran orquestación de las transnacionales mediáticas en torno al
referéndum sudanés, mientras aún muchos en el mundo desconocen la causa
del pueblo saharaui, en gran parte gracias al silencio ensordecedor de
estos mismos medios.
La separación de Sudán es muy prometedora, pues
en el sur hay mucho petróleo, la clave del referéndum; pero apoyar la
independencia del Sahara nunca será una preocupación de quienes sacian
su hambre imperialista en ese manjar.
¡Paradojas de la hipocresía occidental!
Jorge L. Rodríguez González
Fuente: Juventud rebelde
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1 comentarios :
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