“A los niños les ponían una pistola en la cabeza y les obligaban a gritar ’Viva el rey de Marruecos”
Último testimonio de la serie "Huida de El Aaiún a Las Palmas". Muhammad Alí es el pseudónimo de un saharaui, de unos 30 años de edad, con residencia española, que llegado esta misma semana a las Palmas, ha contado a DIAGONAL que el acoso al pueblo saharauis está lejos de terminar.
Alí estuvo presente en la mañana del día 8 en El Aaiún, y pudo ver en persona cómo la policía marroquí atropellaba, intencionalmente, a El Gargar Babi, nombre que dio Marruecos al ciudadano español Baby Hamday Buyema.
Las autoridades marroquíes aseguraron que había sido un accidente de tráfico, y España dio por válidas las explicaciones. La familia de la víctima, no. El dia 10 de diciembre, su hermano, Lahmad Hamday ha expresado su decepción por el hecho de que haya sido enterrado sin practicársele la autopsia y "sin investigar las circunstancias de su muerte", a pesar de que la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, manifestó que el Gobierno exigiría una investigación detallada de lo ocurrido.
Este es el relato de los hechos que nos hace Muhammad Alí: “El día 8 de noviembre, sobre las 10:30 horas yo estaba allí. Y lo vi, lo puedo testificar. El coche de la policía iba a 80 ó 100 Km. por hora. El chico estaba en la carretera, pero lo atropellaron intencionadamente. Lo vieron y fueron directamente hacia él. Le empujaron por atrás con el coche, y el coche no paró, siguió unos 10 ó 20 metros más, arrastrando el cuerpo bajo del coche. Este coche era muy bajo, y el cuerpo se había quedado atrapado. Echaron marcha atrás para separarlo, y una vez se desprendió, volvió a pasar por encima de él. El coche fue rodeado por un grupo de saharauis, quienes empezaron a tirarle piedras. Al final el coche pudo escapar y juntarse con otro grupo de coches de la policía marroquí. Los saharauis atendieron al herido y lo trasladaron a una casa, donde murió’’.
Respecto al desalojo del campamento, nuevamente confirma la brutalidad de las fuerzas de represión marroquíes: uso de armas de fuego, pistolas eléctricas, palizas brutales a todo tipo de personas -mujeres embarazadas incluidas-, torturando y rompiendo la cabeza, los brazos, o la boca entera (’’a un chico le rompieron todos los dientes’’), incluso presenció coacciones salvajes a niños (“les ponían una pistola en la cabeza y les obligaban a gritar “Viva el rey de Marruecos”).
Su testimonio confirma, una vez más, la práctica sistemática de violencia sexual contra las mujeres por parte del Gobierno de Marruecos. ’’El ejército marroquí las llevaba al oasis cerca de El Aaiún (a 25 Km), a muchas mujeres allí las violaron. Una mujer lo contó, ella fue violada. En los autobuses montaban mujeres que tenían miedo. A éstas no. violaron a las que se quedaron luchando. Las golpeaban, las empujaban a entrar en coches para llevárselas y luego las violaban.’’
En los días posteriores, colonos marroquíes, escoltados por policías, entraron en su casa y rompieron todo: “la puerta por donde entraron, la tele, la nevera, armarios, muebles, todo, lo rompieron todo.”
Respecto a la situación general que se vive actualmente en El Aaiún, Muhammad Alí, refiriéndose a fechas de diciembre, confirma que sigue muy mal, que la gente aún no puede salir tranquilamente por miedo. Y que la nueva situación social a la que se enfrenta la población saharaui es muy dura: continúan las instigaciones racistas contra los y las saharauis, y se transmiten incluso a los niños y las niñas.
’’Siguen buscando a gente y llevándosela. Mucha presencia de todo tipo de policía. Los negocios funcionan al mínimo, la gente se alimenta de sus propias reservas. La policía marroquí alienta a los niños marroquíes a pegar a los saharauis si hablan. Muchos saharauis no van al colegio ni al instituto.’’
Muhammad Alí pudo salir con la residencia española y venir a Canarias, pero como todos los demás testimonios con los que DIAGONAL ha hablado, tiene muy claro que, si pasa algo, volverá. A luchar por su familia y por todo el pueblo saharaui: ’’nosotros los saharauis somos todos hermanos’’, concluye.
’’Hay muchas familias que aún no saben si algunos de sus miembros están presos o muertos’’
Presente en el campamento el día del asalto, Abdulilá tuvo que huir al desierto, con un grupo de compañeros. Sólo llevaban agua, pues no pudieron cargar con comida. El viernes 12 les avistó un helicóptero marroquí y posteriormente fueron capturados.
Abdulilá fue trasladado a la comisaría, en el barrio del Cementerio, pero como no había participado en la organización ni tenía ningún antecedente, estuvo preso apenas unas horas, de 10 de la mañana hasta las 18 horas de ese mismo día.
Casi todo el tiempo estuvo con los ojos vendados, y muchos ratos obligado a permanecer contra la pared. Relata que la gente permanecía varios días, hasta cuatro en algunos casos, en grandes estancias: todos juntos, hacinados, hasta cerca de 40 personas en una misma habitación, con graves heridas producidas por las crueles torturas, con todo tipo de hematomas y roturas, lamentándose y gritando. ’’En la comisaría olía mucho a sangre. A algunos hombres les torturaron y les machacaron las rótulas para dejarlos inútiles; a varios les sacaron los ojos, y a otros muchos les arrancaron las uñas’’. A Abdulilá le pegaron y le rompieron una muela con el mango de una porra, y también a golpes le arrancaron dos dientes.
Según su versión de los acontecimientos, hasta el mismo día en que vino a Canarias, todo seguía igual en las calles de El Aayún: detenciones, torturas, violaciones, asalto de viviendas de saharauis y secuestros de hombres. Declara que Marruecos tiene más de 225 personas detenidas, y sabe con certeza de 32 casos de desaparecidos, entre los cuales hay 19 niños. Asimismo, constata que las autoridades marroquíes no dejan visitar a los presos, y que hay muchas familias que aún no saben si algunos de sus miembros están presos o muertos.
Por último, confirma las declaraciones de violencia sexual contra las mujeres. Afirma que muchas mujeres que fueron vistas en el campamento, o en los disturbios de El Aaiún, fueron detenidas y violadas, y añade: ’’se les fotografiaba siendo violadas, y luego mostraban las fotos a los hombres de su familia, amenazándoles con difundirlas’’.
Piensa volver a El Aayún brevemente, pues cree que a pesar de todo lo que le está ocurriendo, hay que seguir luchando. Y nos pide ser fotografiado por si desaparece.
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