Con gritos de "saharauis unidos de la mano vamos hacia la libertad" y "¡venceremos!",
cientos de ciudadanos se han manifestado frente al muro militarizado
que mantiene separados a los habitantes del Sáhara desde 1980. En pleno
desierto, a 80 kilómetros de los campos de refugiados y a una distancia
de 800 metros de la zona militarizada, los activistas han mostrado su
rechazo a lo que consideran un abuso por parte del Gobierno marroquí,
responsable de la construcción del muro de 2.400 kilómetros. Las 35
banderas saharauis que ondeaban con el fuerte viento de siroco
representaban el número de años que la población del desierto lleva
esperando para ejercer el derecho a la autodeterminación.
El acto simbólico de denuncia pacífica,
que este año celebra su cuarta edición, se ha convertido en una
convocatoria anual que congrega a diversas organizaciones españolas de
apoyo al pueblo saharaui y de varios países africanos. Este año,
participaban integrantes de la Unión de Mujeres Argelina, la Unión de
Mujeres de Guinea-Bissau, organizaciones españolas vinculadas a los
programas de vacaciones con niños saharauis, activistas llegados de los
territorios ocupados y la organización de la Columna de los Mil,
impulsora de la iniciativa y entidad que organiza semanas de convivencia
en el desierto con las familias refugiadas en Argelia.
Territorio minado
Frente al muro político custodiado por 180.000 soldados se plasma la indignación de un pueblo que se constituyó como República Árabe Saharaui Democrática (RASD) el 27 de febrero de 1976.
Las inmediaciones de llamado "muro de la vergüenza",
uno de los más grandes del mundo, son un espacio peligroso para los
habitantes del desierto: cinco millones de minas antipersona , según
datos del Polisario, continúan activas en la zona, pese a ser una
munición prohibida por Naciones Unidas. La última en estallar estaba
fabricada en Italia y le sesgó la mitad del pie a uno de los voluntarios
saharauis durante la protesta de 208. Brahim Hosin, exasperado por la "impotencia que sienten los saharauis delante del muro, se aproximó con rabia al cerco militar y pisó la mina", recuerda Pilar, profesora de la Universidad de La Laguna que presenció el incidente.
Ahmed
Saleam es un antiguo soldado del ejército del Frente Polisario y
trabaja en la localización de las minas antipersona. Acude a la protesta
frente al muro como parte del dispositivo de seguridad del ministerio
de Defensa de la RASD. Según los cálculos que estima el Gobierno
saharaui, unas cinco millones de minas continúan activas en los alrededores de la construcción militar.
"La mayor parte vienen de Francia y son de los años 70", asegura
Saleam. El proceso de localización de estas municiones se dificulta con
el paso del tiempo y la acción de la climatología. "Van quedando enterradas y es complicado llegar a ellas".
Para conocer el lugar donde se ubican, se realizan estudios en los
que los testimonios orales juegan un papel fundamental: "Tenemos que
preguntar a los pastores de la zona o los habitantes más antiguos que
puedan recordar los puntos donde el ejército marroquí colocó las minas".
Saleanno es un profesional, tampoco los compañeros de su brigada: "La única formación aquí es la experiencia".
Rabia en la piel
Varios
activistas de las ciudades ocupadas por Marruecos en el Sáhara
Occidental acudieron a la protesta. El recuerdo de Gdem Izik- el
campamento de protesta a las afueras de El Aaiún que desmanteló con violencia el ejército de Marruecos el pasado 8 de noviembre, ha marcado la jornada de reivindicaciones.
Naima
Soufi, activista encarcelada durante una semana tras los hechos de Gdem
Izik, acudió a las inmediaciones del muro a pesar de reconocer que a su
regreso a El Aaiún, "tendré problemas".
Bushlan Ali, que estuvo "desaparecido" durante diez años en el centro
de detención marroquí de Maguna, asegura que a su vuelta a la libertad
siguió con el activismo porque es una persona "de una causa justa". Ali es un testigo vivo de las desapariciones forzadas que se dieron entre 1975 y 1981.
Frente al muro se concentran las historias de
la represión del pueblo saharaui. La de Nhabouha Bontauguiza es la de
una mujer que encarna la lucha de la mujer saharaui. Es una
activistaintegrante del Comité de madres de 15 secuestrados durante la
intifada de 2005. Atribuye al Gobierno marroquí la desaparición de dos
de sus hermanos y en el proceso de clarificar los hechos ha mantenido
contactos con altos cargos del equipo de Mohamed VI. "El ministro de Justicia marroquí vino un día a identificarnos y después archivaron nuestro caso".
La
protesta celebrada hoy finalizó tras algo menos de una hora con una
comida organizada por UJSARIO, los jóvenes del Frente Polisario. Muchos
de los que allí estaban tienen claroque repetirán el año que viene,
"hasta que logremos la libertad, sin ella, no tenemos nada", concluía
Ali.
Fuente: Público.es
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