¡SAHARAUI, SAHARAUIA, EIDA FEIDAK LILHURRIA! (tu mano junto a la mia hasta la libertad) ¡Rompamos el bloqueo informativo. Derribemos el Muro de Silencio! ¡LABADIL, LABADIL, AN TAGHRIR ALMASSIR! (No hay otra opcion que la autodeterminación)

EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

Yo soy un Saharaui

Soy un saharaui que os quiere contar  una parte de su historia.

Soy un saharaui que busca su libertad.  
Quiero ser libre, tener mis sueños, mi negocio y mi trabajo en mi país libre; quiero tener mis estudios, mis colegios, mis facultades, mis universidades; quiero viajar con mi propia identidad; quiero participar en todos los actos internacionales como un saharaui libre, orgulloso de sí mismo.
No quiero ser maltratado solo por ser saharaui; no quiero que violen a mi madre y a mis hermanas o que peguen a mi padre en la calle, solo por ser un saharaui que pide su libertad y sus derechos como un ser humano.
No quiero seguir estando bajo el poder de violadores y torturadores que me pisan a diario, que maltratan a mis amigos, los encarcelan, y con engaños les drogan para luego deshacerse de ellos.
No quiero militares pisando mi territorio, sin ningún derecho ni permiso, solo con el objetivo de la violencia o de construir cementerios que llenarán luego con cuerpos de mi pobre pueblo.
No quiero policías paseando en las calles de mis ciudades, como perros muertos de hambre o ladrones en busca de botín. No están para protegerme y si para quitarme mis derechos de libertad.
No quiero ser un eterno refugiado, el que vive bajo el adobe y en tiendas de lona que no protegen del calor o del frío, del viento o de la lluvia, siempre necesitado, esperando su pan para sobrevivir. Al que visitan cada año y le dicen: “Ay que pobre” o “Que bonito vivir en el desierto” o “No te preocupes ya te ayudaremos nosotros”.

No quiero seguir viviendo con quejas y esperando conseguir mi libertad. No quiero seguir escuchando mentiras, como la de 1991 cuando nos prometieron  realizar el referéndum. Todo el pueblo saharaui lo creyó y comenzó a desmontar el tejado de sus casas para hacer cajas, guardar sus pertenencias y regresar con ellas a su querido país. Pero sólo fue una mentira más.
Gracias a Argelia los refugiados gozan de protección y la vida en los campamentos es aceptable, pero tienen sus ojos puestos hacia el otro lado, donde se encuentran sus hermanos y la mitad de su corazón está maltratado, violado, encarcelado y desprotegido, como gran parte de la población saharaui, esa que nadie mira, esa de la que no se habla. Los refugiados han gritado y no se les escucha, han llorado y sus lágrimas no han sido vistas más allá del desierto que habitan.

Soy un saharaui que siempre he visto a mi pueblo ocupado.  
Nunca ha sido libre. En 1884 la ocupación de España, lo convirtió en colonia española.  Fuimos españoles hasta que en 1975 nos abandonaron y nos vendieron a Marruecos y Mauritania, pretendiendo con ello terminar con la presencia de los saharauis, acabar con un pueblo pacífico que lo único que pide es su libertad, su independencia, su bandera, su país. El eterno derecho reclamado por nuestros abuelos, nuestros padres y ahora por nosotros, generación tras generación.
Cuando me hablan de libertad pienso que solo puedo ser libre en mis propios sueños y solo si estoy despierto. Cuando me hablan de identidad, pienso que nunca han reconocido ni respetado la mía. Cuando me hablan de felicidad  pienso en alguien que puede vivir su infancia, estudiar, trabajar, tener sus hijos y establecer su vida en su propio país libre, el que yo no he tenido. He sufrido la ocupación, la vida dura y la agonía de un país dividido y no reconocido, separado de sus hermanos por uno de los muros más grandes del mundo.

Soy un saharaui que busca su derecho en la vida.  
Siempre buscando y sufriendo al ver en manos de otros mi país, al ver nuestro territorio ocupado de violencia contra nuestros hijos, nuestras hermanas y hermanos, nuestras madres y padres, nuestros ancianos.
Toda la vida refugiados. Mi vida ha sido pasar frío por no tener ropa para abrigarme, pasar calor por no tener una casa que me protegiera, estudiar fuera de mi país por no poder hacerlo en el mío.
Recuerdos dolorosos al ver a un vecino llorando por la muerte de su padre en el frente, luchando por la libertad de todos los saharauis. Un amigo que regresa de sus estudios y ya no tiene padre. Una mujer saharaui gritando a Alá en voz alta y llorando por su hijo muerto en manos marroquíes. Los que murieron de hambre en el exilio. Los que murieron en los bombardeos marroquíes. Los que no han podido encontrarse con su familia después de 35 años. Y no son sólo recuerdos, es la realidad de nuestra vida cotidiana.


Soy un saharaui con ganas de luchar.
La lucha armada comenzó contra el estado español el 2 de mayo de 1973, fecha del primer ataque contra una base española en el Janga.  El frente Polisario lo constituían entonces tan sólo 18 personas. El 14 de noviembre de 1975,  Marruecos y Mauritania acuerdan con España la repartición del territorio saharaui y poco tiempo después el vergonzoso abandono del Estado español, que siguió apoyando a Marruecos en la ocupación. Solos, sin defensa ni apoyo de ningún país. Así se quedó el pueblo saharaui abandonado a su suerte.
Contaron al mundo que la Marcha Verde la constituyeron sólo 300.000 civiles marroquíes. España dijo que no podía intervenir para pararla porque sólo se trataba de civiles. Se olvidaron de contar a los soldados que entraban por la parte trasera para hacer limpieza en las ciudades saharauis con fusiles, armas pesadas, aviones bombardeando a la población. España colaboró con Marruecos y Mauritania entonces en contra del pueblo saharaui y hoy por hoy sigue colaborando con Marruecos y es cómplice de las masacres contra el pueblo saharaui.
Mauritania terminó sufriendo los ataques del Frente Polisario y casi fue ocupada por los soldados saharauis. Al frente de ellos el mártir  Eluali Mustafa Saillid, que murió en la batalla de Nuagchot la capital de Mauritania, el 9 de junio de 1976. En 1977, el pueblo mauritano, harto de batallas organizó  un golpe de estado contra su presidente Multar Oould Dadah y reconoció la RASD como estado y como un pueblo en lucha por su libertad.
Pero desde entonces la lucha armada continúa contra el gran violador, el gran ladrón, el gran cabro, el gran torturador (Marruecos) y durante 15 años de guerra, de muerte, de exilio y de bombardeos, se han derramado muchas lágrimas. Marruecos y los marroquíes ahora saben que el Sahara tiene hijos que están dispuestos a morir por la causa y que no tienen miedo, que son capaces de dejar cartas de despedida a los suyos y partir en busca de la libertad para su pueblo, luchando con el corazón lleno de dolor, y con los escasos medios de los que disponen.
Vivimos con el miedo de quien será el próximo muerto.
Un día Francia dijo que ya estaba bien de guerras, que quería llegar a un acuerdo con el Frente Polisario para un alto el fuego, utilizar vías políticas para la paz. Otra mentira, pasó un día y otro día, pasó un año y otro año, y así hemos pasado 21 años de engaños, sufrimiento y violencia  mientras seguimos sin identidad, pero la dignidad está intacta, así como la fuerza y el ánimo para la lucha, porque el Sáhara si tiene quien le defienda a pesar de la muerte, y ahí está el pueblo saharaui.

Pienso que ya no nos queda otra salida. No confió en los políticos, no confió en los que no protegen los derechos humanos. Mi país está ocupado y digo ¡basta ya! Vamos a ponernos las pilas, a usar nuestras armas, a encender el fuego y que nos escuche el mundo: El Sáhara será libre o todos moriremos buscando su libertad.
Es verdad que la guerra no trae alegría, ni risa, tranquilidad. Es verdad que la guerra es sangre, es muerte, es dolor, es tristeza y sufrimiento, pero la victoria solucionará el conflicto. No podemos olvidarnos de aquellos que murieron por la causa, de los que han sido mutilados de por vida. Su esfuerzo no puede servir para que su país siga estando ocupado y su pueblo dividido y refugiado. Han dado lo más preciado, su vida, para que el Sahara sea libre, dibujaron los colores de nuestra bandera con su sangre, con su lucha, para que fuéramos libres. Debemos sentirnos orgullosos de ellos y honrar su recuerdo porque ellos amaban a su pueblo y lo dieron todo por él.

Soy un saharaui refugiado.
Esto puede sonar doloroso pero os confieso que es mucho más que eso. Somos un pueblo ocupado. Ser refugiado es sufrimiento, necesidad y esperar en la nada.
Llevamos refugiados 35 años y en esos largos años hemos llegado a ser un estado bien organizado fuera de su territorio, porque a pesar de estar fuera de él, hemos llegado a construir todo un gobierno con sus ministerios, reuniones, comunidades, y provincias. Hemos estudiado y nuestros hijos también. Hemos vivido unidos, abrazos y cuidando unos de otros. Hemos formado una gran familia de refugiados, hermanos y hermanas, compañeros de lucha con un solo objetivo: el Sahara libre.
Mientras nuestros padres estaban en el frente nuestras madres tejían la estructura de la sociedad saharaui con su presencia como policía local en los campamentos, monitoras de guarderías, maestras, médicos, voluntarias en talleres y en oficinas para atender al pueblo que demandaba información  del exterior.
Nuestra infancia ha sido dura, llena de necesidades. A pesar de las penurias, éramos niños alegres, vivíamos rodeados del amor de nuestros padres y orgullosos de ser hijos del Sahara. Nuestros juguetes eran las piedras, desconocíamos lo que era disfrutar de la naturaleza, ya que en el territorio donde estábamos refugiados, llamado Hamada, solo había piedras y arena. Las temperaturas llegan a alcanzar los 58 grados y no hay posibilidad de que crezca un solo árbol.
Madrugábamos mucho para ir al colegio, al que acudíamos descalzos y casi sin ropa. Cuando llegábamos no podíamos mover los dedos de los pies de frío. Apenas teníamos cuadernos y los libros los teníamos que repartir entre diez niños para poder estudiar. Al finalizar primaria teníamos que salir a estudiar fuera: Argelia, Libia o Cuba. Irse a Argelia suponía volver a ver a la familia cada verano por la proximidad; ir a Libia suponía permanecer allí durante cinco o seis años; ir a Cuba significaba separarse mucho más tiempo, hasta finalizar la carrera. Entonces no existían correos ni teléfonos y las comunicaciones con la familia eran escasas. A veces hacíamos grabaciones de video domésticas que el frente Polisario llevaba a los campamentos de refugiados para compartirlo con las familias y éstas hacían lo mismo para devolver noticias a los hijos que estaban fuera. Afortunadamente aunque ahora los niños saharauis siguen estudiando fuera, es más fácil el contacto con la familia.
Lo más duro era cuando terminábamos la carrera y volvíamos de nuevo como refugiados a vivir debajo del adobe o las lonas. Volvíamos con un título y ahí terminaba nuestro futuro. Era inevitable recordar la libertad vivida durante los años de estudio. Otras veces el regreso suponía encontrarte con las noticias de los que habían muerto por la causa. Igual podía ser tu padre, tu abuelo. Siempre era alguien conocido.
Lo primero que se pasa por la cabeza es tirarlo todo y unirte a la lucha por tu libertad y la de tu pueblo. Hacer lo imposible por conseguir que reconozcan tu causa, que tu pueblo ha sido ocupado, violado, torturado, robado y empiezas a escribir de nuevo la historia de tu pueblo. Lo peor es que tengas que hacer el servicio militar, entonces ya sabes que escribirás la historia de tu pueblo con tu propia sangre, no porque te guste ir masacrando. No hay otra salida, porque nos han cerrado todas las salidas y la única opción posible aparte de la lucha es vivir refugiado de por vida hasta la muerte.
El pueblo saharaui tiene un agradecimiento especial a todos aquellos que nunca quiso dejarlo abandonado, los que siempre han estado apoyando su lucha, los que nos han acogido y han compartido todo lo que tenían con nosotros, los que junto a nosotros han sufrido, han llorado. Para ellos mil gracias de un saharaui agradecido, abrazos y deseos de salud.
Hermanos y hermanas la lucha se tiene que cambiar.
Estoy con vosotros.

¡SAHARA LIBRE!

Autor del texto: Elwali Dah Omar
Adaptación de: María Torres

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