Miguel Ballesteros, militante de la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE) e Izquierda Unida, fue enviado a una misión en los Territorios Ocupados del Sáhara Occidental con el fin de dar a conocer al mundo la represión que sufre la población saharaui por parte de las instituciones y colonos marroquíes. A continuación reproducimos íntegramente su diario de viaje:
Llegada y toma de contacto, todo sale según lo previsto.
El día 6 de diciembre llego al aeropuerto Hassan II, El Aaiún, procedente de Las Palmas donde había realizado mis primeros contactos vía telefónica con activistas saharauis de los Territorios Ocupados (TTOO). Estaba algo tenso, pero deseoso de aterrizar. Cuando se acercaba el avión a tierra, pude empezar a apreciar la inmensidad del desierto y conseguí relajarme un poco perdiendo la mirada en él.
Al llegar tuve que rellenar un pequeño formulario en el cual me preguntaban mi nombre y apellidos, ocupación y motivo de mi viaje. Tras rellenarlo esperé en la cola mi turno para presentar el impreso y el pasaporte. Un hombre con cara de pocos amigos iba revisando los pasaportes uno por uno y haciendo preguntas.
Cuando le entregué el mío, me preguntó dónde me iba a alojar y le respondí que no lo sabía, que seguramente en un hotel del centro de la ciudad. Me preguntó también si tenía amigos en El Aaiún y le respondí que no, alegando turismo como motivo de mi viaje.
Se llevaron mi pasaporte sin darme explicaciones. En ese momento pensé que me iban a expulsar porque quizás se habían enterado de que era vocal de Izquierda Unida en la Junta Municipal de Tetuán, pero para mi sorpresa me lo devolvieron a los diez minutos y pude continuar después de que me lo sellaran.
Tras esto una mujer me registró la maleta manoseando entre mi ropa y mis objetos personales. Durante el registro encontró un libro y lo observó detenidamente para ver de qué se trataba. Era un libro de Ryszard Kapuściński, El Emperador. Tras observarlo durante unos segundos lo volvió a dejar en la maleta.
Después de haber pasado el control aduanero me dispuse a cambiar dinero y acudí a Información para que me orientaran un poco y me pidieran un taxi. Mostraron especial interés en buscarme un hotel, lo cual me extrañó y me hizo sospechar de sus verdaderas intenciones; está claro que trabajan informando, pero no a los turistas o extranjeros precisamente sino a la inteligencia marroquí. Llamaron al taxista y le dijeron donde me tenía que llevar. Llegué al hotel impresionado por el choque cultural, la gente, las calles mal cuidadas, y la cantidad de banderas e instituciones marroquíes -sobre todo policiales y militares- que había visto en el corto recorrido del aeropuerto al hotel.
El hotel en el que me hospedé se llama Zamour y se encuentra en pleno centro de El Aaiún, muy cerca del hotel Najgir donde se hospeda personal de la MINURSO (Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental). Bajé a la calle para dar un paseo y tomar mi primer contacto con en el lugar en el que me encontraba.
Estaba en África, en el Sáhara Occidental, en una ciudad perdida en el desierto a 28 kilómetros de la costa y 300 km de las Palmas, tomada por fuerzas militares y policiales, un estado de sitio donde se podían apreciar hileras de furgonetas militares por todas partes. Recorrí un par de calles, había muchos cafés en los cuales sólo había hombres tomando el té (alguno de ellos con uniforme militar), algún que otro lugar recreativo con máquinas de videojuegos y billares donde los jóvenes pasaban el rato; también había restaurantes, tiendas de móviles y de alimentación. Tras dar una breve vuelta llamé a mi amigo saharaui que me dio instrucciones para que tuviéramos el primer contacto; debía montarme en un taxi, llamarle y pasarle al taxista para que le explicara a éste dónde me tenía que llevar.
Así lo hice y en el recorrido pude observar la diferencia del barrio en el que me encontraba con la zona en la que había quedado con Ahmed, mi contacto. Al llegar bajé del coche y observé: era un ghetto. Había niños jugando al fútbol en la misma calzada, piedras por todas partes y alguna que otra hoguera. A diferencia del centro casi no había coches ni tiendas. Al rato llegó mi contacto, nos saludamos y nos dirigimos a la casa de Saleh Zaygami, un activista saharaui, donde estaban reunidos con una española y un italiano.
La española se tenía que marchar así que tan solo pudimos presentarnos. Era activista feminista y prosaharui. El italiano era estudiante de periodismo y llevaba recorriendo Marruecos y el Sáhara durante dos años. Me comentaba que tenía muchas ganas de volver a casa después de tanto tiempo. Pensé en las ganas que tendrán los saharauis que se encuentran en Tinduf de volver a sus hogares tras 36 años de exilio viviendo en condiciones lamentables. Me comentó que había venido por el norte y había tenido que superar varios controles, en uno de los cuales la policía le pidió 100 dírhams si quería recuperar su pasaporte, a lo que evidentemente tuvo que acceder.
El primer encuentro fue breve ya que Ahmed se tenía que marchar a otro sitio. Él es parte de un equipo mediático en El Aaiún llamado Equipemedia, cuya misión es romper el bloqueo informativo que allí se da ya que no hay ni un solo periodista internacional ni observadores que puedan transmitir lo que sucede porque son expulsados a su llegada. Me di cuenta de lo afortunado que era al haber podido entrar y observar lo que allí ocurre.
En la breve reunión me comentó la situación general que se vive en El Aaiún. La capital saharaui es una ciudad tomada por los militares donde los saharauis sufren una brutal represión, tienen prohibido hablar Hassaniya, establecer jaimas, y en definitiva mostrar cualquier vestigio de su cultura. Le pregunté sobre las relaciones entre la población saharaui y los colonos marroquíes y me respondió que por lo general no son buenas ya que los colonos son traídos mayoritariamente de las zonas más pobres e ignorantes de Marruecos de donde vienen envenenados con buenas dosis de propaganda marroquí. Muchas veces la policía va acompañada de exaltados colonos a reprimir a base de palos, piedras y porrazos a la indefensa población saharaui, que cometió y comete el “grave delito” de preservar su cultura y de estar orgullosa de ella.
También le pregunté sobre el acceso al trabajo por parte de los saharauis y me dijo que casi ninguno tiene, aparte de los comercios que montan entre ellos. Los niños van a las escuelas marroquíes, todas las mañanas rezan al rey de Marruecos y son expulsados y se les priva de educación si muestran sus ideas de independencia o defienden su cultura. También hablamos sobre el trabajo que iba a desarrollar en El Aaiún: le expliqué que había sido enviado por la UJCE en paralelo a la misión solidaria de brigadistas de la UJCE y de la FMJD que ya se estaba desarrollando en los campos de refugiados de Tinduf (Argelia), y que nuestro objetivo era intentar romper el bloqueo mediático y grabar testimonios y entrevistas de represaliados saharauis.
Después cogí un taxi y volví al hotel. Para realizar mi trabajo llevaba una cámara de fotos y dos tarjetas, una con fotos personales y otra para realizar el trabajo. Tenía que tener mucho cuidado con ella porque si acababa en manos de la policía pondría en peligro a los saharauis que grabara y además perder el trabajo realizado y, muy probablemente, ser expulsado del país. Según las recomendaciones de los saharauis, no debía llevar nada escrito ni dejar ningún material en el hotel, lo cual me dificultaba enormemente mi trabajo.
Segundo día: comprobando la situación sobre el terreno: desaparecidos, violencia y expolio
A la mañana siguiente fuimos a la manifestación que había por los saharauis desaparecidos bajo la ocupación marroquí. Era frente a la sede de los Derechos Humanos de una organización marroquí. Cuando llegamos la manifestación había finalizado, pero los saharauis habían tomado la sede. Entramos y comencé a grabar testimonios de víctimas del estado marroquí y saharauis que habían perdido a sus familiares, todavía desaparecidos, y no se les daba ninguna respuesta ni solución. Había un tremendo alboroto y muchas pancartas en las que se reivindicaba, entre otras muchas cosas, los derechos de las víctimas saharauis en cárceles secretas a un juicio justo. La policía estaba a pocos metros de distancia observando, vigilando.
Nos fuimos de allí a casa de un compañero del equipo a comer. Y luego a casa de Dafa, donde se iba a impartir una clase de informática básica para varios luchadores y luchadoras saharauis. Este activista me comentó que le detuvieron en 1987 durante una manifestación y le tuvieron cuatro años detenido con los ojos vendados, sin poder ver la luz del día, llegando incluso a perder las cejas.
Al empezar la formación mi contacto se quedó y yo me fui con otro compañero del equipo mediático, Omar, que apenas hablaba castellano. Me estuvo enseñando la ciudad y luego me llevó a conocer a su familia. En todo momento los compañeros estuvieron pendientes de que me encontrara cómodo y como en casa, llegando a comprar varios CD's de música saharaui y española para amenizar el viaje. Hay que señalar que para los saharauis, la música tradicional es una parte indispensable de su cultura, y un aspecto de su lucha, así como un rasgo de diferenciación hacia los colonos, por lo que entendí el símbolo como un gesto de amistad internacionalista.
Luego fuimos a la playa de Foum El Oued. En el trayecto por carretera había bastantes controles policiales, pero no nos pararon en ninguno ya que el coche no estaba fichado. Al llegar bordeamos la zona costera y mis dos acompañantes hablaron sobre el expolio de recursos naturales sobre todo la pesca y el fosfato. Había varias empresas extranjeras asentadas allí, muchas de ellas españolas, a pie de playa. Nos encontramos con unos coches de la MINURSO que estaban aparcados frente a una casa bastante lujosa y me contaron que su presencia allí es testimonial, están en hoteles caros, con mujeres y todos los lujos proporcionados por cortesía del Reino de Marruecos para que su estancia sea lo más cómoda posible.
A la vuelta, me dejaron en la puerta del hotel, pero estaba cerrado, no había timbre y no se apreciaba ningún movimiento dentro. Me fui a casa de mi contacto a dormir. Me levanté pronto, a las 8 de la mañana, salí a la calle y me dirigí dando un paseo a mi hotel para asearme y cargar los móviles y la cámara de fotos. Fui guiándome por las banderas pintadas de la RASD con tiza en las paredes y por las mezquitas, por lo que en este caso no tuve problemas y en casi media hora estaba en el hotel.
Tercer día: comienza la persecución y el acoso
A la una y media del mediodía salí para comer algo. Al bajar las escaleras giré la cabeza y vi a un joven que sentado en la cafetería del hotel me miró fijamente cuando yo salía a la calle. Al volver la calle observé un Renault Kangoo gris oscuro con dos personas dentro que también me miraron. Empecé a sospechar que eran agentes y me iban a seguir.
Efectivamente el joven del restaurante me seguía. Mientras trataba de comer algo, siempre vigilado, saqué el móvil y por sms pregunté a mi compañera de Madrid qué hacer en caso de que me siguieran y le pedí que me recargara el otro móvil para llamar a mi amigo saharaui con el fin de que me aconsejara. No quería poner en peligro a los activistas saharauis y, aunque antes de venir sabía que era probable que me fueran a seguir, quería asegurarme de cómo actuar.
Al no obtener respuesta decidí dar un paseo para saber exactamente cuántos agentes me estaban siguiendo. Comencé a andar, pasé por el hotel Nagjir y vi un coche todoterreno con matrícula española y tres tipos con apariencia occidental. Me acerqué a ellos, les saludé, comprobé que efectivamente eran españoles e inicié una breve conversación. En todo momento se mostraron desconfiados con mi presencia. Era obvio que estaban de viaje de negocios y no mostraron ningún interés en continuar hablando conmigo. Sólo me dijeron que en El Aaiún no había nada que ver, así que me despedí y me desearon suerte. Se habían percatado de que me seguían y podía ser un problema para ellos.
Decidí dar una vuelta e investigar un poco y al rato me di cuenta de que me seguían tres personas. La Kangoo estaba cerca, pero no a la vista, siempre esperando por si cogía un taxi; me mantuve calmado, pero no podía evitar sentir tensión al pensar que estaba siendo perseguido por la inteligencia de un país tan represivo como Marruecos en una ciudad tan representativa como El Aaiún, capital del Sahara ocupado y epicentro de la intifada.
Decidí dar una vuelta y hacer fotos a las mezquitas con las que me encontraba, después recorrí la calle del mercado ambulante durante dos horas, y después volví al hotel sin que la policía marroquí me perdiera de vista un instante. Cuando entré en la habitación parecía como si hubiese entrado alguien, ya que la cama estaba hecha pero el suelo estaba sucio.
No había recibido instrucciones de Madrid respondiendo al mensaje anterior, así que subí a mi habitación e intenté realizar unas llamadas, pero el teléfono no funcionaba. Al rato escuché a dos personas hablar en la habitación de al lado y sospeché que habían colocado un inhibidor de frecuencia. Así que bajé a la calle andando rápido, cada vez más tenso, pensando que la situación era mucho peor de lo que había imaginado; había un despliegue de vigilancia desproporcionado por la única razón de que no había dormido una noche en el hotel.
Al bajar a la calle pude llamar y establecer contacto con Madrid. Estaban asustados porque me habían estado llamando pero, al estar dentro del hotel, les salía apagado. Me informaron de que ya habían recargado el móvil como les pedí. Mientras tenía lugar la conversación, sentí que continuaban siguiéndome sin parar de hablar por el móvil, seguramente informando sobre todos mis movimientos.
Después llamé a mi contacto y me dijo que no pasaba nada, que era lo normal, así que monté en un taxi y le llamé para que le dijera al taxista donde ir, como hasta ahora habíamos hecho.
Cuando monté en el taxi tampoco conseguí quedarme solo, ya que la Kangoo salió de una calle y nos comenzó a seguir. Cuando llegué a mi destino, expliqué a mi amigo saharaui todo lo que había ocurrido, que había unos hombres que no paraban de seguirme y que se encontraban a unos pocos metros, detrás de un puesto ambulante mirando disimuladamente. Él se rio, me confesó que era algo normal, y comprobé hasta qué punto están acostumbrados los saharauis a vivir bajo amenazas y coacción.
Fuimos a su casa junto a un expreso político que participó en el 17 Festival Mundial de Juventud Democrática, celebrado en Sudáfrica con más de 15 mil jóvenes de todo el mundo. Tomamos unos tés y charlamos un poco sobre la delegación marroquí en Sudáfrica, compuesta por agentes provocadores que iban con la intención de reventar la participación saharaui. Después fuimos a casa de unos activistas. Para nuestra sorpresa los agentes no estaban esperándonos así que salimos y cogimos un taxi dirección al barrio español. La casa estaba llena de niños jugando, los mayores estaban tomando el té y me dieron una cálida acogida que me hizo sentir en todo momento como en casa. Los saharauis son muy hospitalarios y siempre están pendientes de que los invitados estén bien atendidos, son muy alegres y a pesar de que sufren la violencia a diario no tienen ningún miedo. Eran todos activistas del campamento desalojado violentamente en octubre del pasado año, el campamento de la dignidad, Gdeim Izik.
Cuarto Día: visita a la familia del mártir Said Dambar
Al día siguiente estuvimos en casa del mártir Said Dambar, muerto por dos disparos el pasado 22 de diciembre en un control policial. Su cuerpo sigue en el congelador del hospital Ben El Mehdi ya que las causas del fallecimiento no han sido aclaradas todavía porque las autoridades marroquíes se niegan a realizar una autopsia y a realizar una investigación imparcial sobre los sucesos ocurridos aquel día, por lo que la familia de Said sigue luchando y se niega a enterrar a su mártir sin que antes se esclarezca lo que pasó. El caso ha tenido cierta repercusión internacional gracias al esfuerzo y valentía de esta familia que no ha sucumbido en ningún momento a las constantes presiones, amenazas, e incluso agresiones de la policía marroquí.
Quinto día: aniversario de los DDHH protestas y brutal represión
El día 10 se celebraba el día internacional de la declaración de los Derechos Humanos. Había protestas previstas para ese día en la sede de los Derechos Humanos en la que había estado días atrás. Ese día tuve las conexiones de mis móviles cortadas y el despliegue de vigilancia era aún mayor debido a que ya sabían lo que estaba haciendo allí. Al salir a la calle pude observar la Kangoo y una motocicleta, aparte de los agentes de a pie que esperaban mi salida en cada esquina del hotel. Pensé en ir andando a la casa de mi amigo, pero los nervios me traicionaron por el acoso al que estaba siendo sometido y me perdí. Y es que los agentes me amenazaban mediante gestos de que me iban a detener y llegaron a tirarme una piedra. Intenté perder de vista a las seis personas que me seguían cogiendo un taxi para llegar directamente a la manifestación.
El taxista me dijo que era saharaui y hablaba español por lo que le indiqué el destino al que quería ir. En el trayecto me estuvo intentando sacar información personal y de mis contactos saharauis, me dio varias vueltas sin llevarme al destino solicitado, y al final me dejó en el hotel diciéndome que me quedara allí y que contactarían conmigo por la noche. En la puerta del hotel vi un coche de la Seguridad Nacional y en ese momento pensé que mi aventura había acabado.
Pero no me detuvieron, ya que su intención era que me quedara en el hotel sin poder ver lo que ocurría en un día tan caliente e importante como el 10 de diciembre. Volví a intentarlo, llamé desde una cabina y mi amigo saharaui vino a recogerme en taxi. Antes de que apareciera, un agente comenzó a gritarme y a escupir al suelo en señal de desprecio, estaba muy cabreado porque no desistía e incluso respondía a las amenazas enseñándoles el dedo corazón.
Había vuelto a salir del hotel, la tensión aumentaba, y tenía la sensación de que en ese momento podía pasar cualquier cosa. Cuando apareció el taxi me monté, pero a los dos metros otro agente de inteligencia lo paró y preguntó al taxista nuestro destino. Éste no le contestó advertido por mi acompañante saharaui de que era un ladrón y me quería robar por ser extranjero.
Así fue como les perdimos y pude continuar con mi cometido, aunque algo cansado de la tensión acumulada, y que al final hizo imposible que llegase a tiempo a las protestas frente a la sede de los DDHH.
Después de perder a la inteligencia marroquí fuimos a la casa de un grandísimo luchador y ex preso político: Sidi Mohamed Daddach, galardonado con el premio Rafto de los Derechos Humanos en 2002 por su incansable esfuerzo en defensa de la autodeterminación del Sáhara denunciando a los cientos de desaparecidos durante la marcha verde. Fue detenido en combate en 1976 y en 1979 le condenaron a muerte. Gracias a la presión internacional su pena fue conmutada en 1994 a cadena perpetua y en 1999 fue liberado. Estuvo encarcelado durante más de 26 años y durante ese tiempo sufrió torturas y humillaciones de todo tipo, a lo que respondió con varias huelgas de hambre. A día de hoy las autoridades siguen amenazándole e incluso agrediéndole porque, a pesar de todo lo que ha sufrido en las cárceles, sigue siendo un bravo luchador por la autodeterminación y por los derechos humanos. Todo un ejemplo de sacrificio y lucha del que no hablan los medios.
Por la noche volvieron a producirse manifestaciones y hubo enfrentamientos en las calles entre policía y manifestantes. Recorrí las calles en coche con varios compañeros; estaban llenas de piedras, escombros y barricadas incendiadas en los enfrentamientos. Algunos saharauis asomaban la cabeza en las esquinas vigilando los movimientos de los furgones blindados que a su vez iban de un lado a otro arrasando las casas de los saharauis. Les cortaron la luz, allanaron sus viviendas, agredieron y causaron destrozos por doquier.
Entré en una casa baja en donde había visto movimiento y rápidamente me informaron de lo que había pasado: la policía se había subido a la azotea y había roto el tejado para apedrear a una familia. Entre las víctimas del ataque había un niño de unos dos años y su hermana, de aproximadamente 9 o 10, que contaba llorando lo que había ocurrido mostrando sus heridas y las de su hermano a la cámara de un compañero saharaui.
Hechos tan repugnantes como este se suceden a diario sin que escuchemos nada en las noticias, sin que los organismos internacionales se pronuncien. La violencia y el terrorismo marroquí se aplica contra hombres y mujeres, ancianos y niños, con el único objetivo de mantener a este pueblo bajo la ocupación para así poder saquear y expoliar los recursos del pueblo saharaui junto a países como Francia, que veta las resoluciones de la ONU contra Marruecos, España, que tiene suculentos negocios en los TTTOO, o EEUU, aliado estratégico y económico fundamental que planificó junto al régimen alauita la criminal marcha verde de 1975.
Último Día: la despedida
En mi último día grabé el último testimonio y me despedí. Se trataba de un joven de 22 años llamado Kaziza Lafkir, que fue agredido en el desalojo del campamento de la dignidad. Le tiraron al suelo y con la culata de un Kalasnikhov le golpearon repetidas veces en su brazo derecho dejándoselo inutilizado. Todavía no se ha operado porque no se lo permiten las autoridades marroquíes y mientras el tiempo pasa se agrava su estado de salud sin poder encontrar ninguna solución.
Después me despedí de los compañeros y compañeras que tanto cuidaron de mí y fui al aeropuerto, en donde me esperaban los mismos agentes que habían estado siguiéndome durante días, tal vez para asegurarse de mi marcha. Pude montar en el avión sin problemas, y ya algo más tranquilo empecé a reflexionar sobre todo lo que dejaba atrás. Sentí que dejaba parte de mí en esa maravillosa tierra saharaui.
Quiero aprovechar estas últimas líneas para agradecer a los saharauis su inmensa hospitalidad y ternura con la que me trataron en todo momento.
Destacar su enorme y heroica capacidad de organización, de lucha y de resistencia. Sabía que las manifestaciones, las acciones y actividades eran comunes, pero sobre el terreno pude comprobar que esta lucha es diaria, de minuto a minuto, todo el pueblo saharaui que aun resiste en los TTOO vive y respira cada día y cada noche para luchar por la justa causa de la autodeterminación, la independencia y la libertad.
Agradecerles también por enseñarme el valor de la comunidad, la familia y el respeto por encima de intereses egoístas e individualistas.
Muchas gracias por enseñarme que si se resiste y se lucha, siempre se vence y para esta victoria hay que dar hasta la última gota de sudor e incluso de sangre si es necesario
NOTAS
Las fotografías que hemos usado son de poca calidad y de interior debido a las restricciones en la zona impuestas por la dictadura marroquí.
Los videos están siendo elaborados, esperemos poder compartirlos con todos vosotros lo antes posible. Queremos agradecer el trabajo y la dedicación de la UJSARIO y, muy especialmente, al proyecto de información alternativa Equipemedia que está realizando un enorme trabajo para acabar con el bloqueo mediático que sufre el pueblo saharaui en los Territorios Ocupados.
http://equipe-media.blogspot.com/2011/06/boletin-de-informacion-el-aaiun-ocupado_13.html
Fuente agitacion.org
Llegada y toma de contacto, todo sale según lo previsto.
El día 6 de diciembre llego al aeropuerto Hassan II, El Aaiún, procedente de Las Palmas donde había realizado mis primeros contactos vía telefónica con activistas saharauis de los Territorios Ocupados (TTOO). Estaba algo tenso, pero deseoso de aterrizar. Cuando se acercaba el avión a tierra, pude empezar a apreciar la inmensidad del desierto y conseguí relajarme un poco perdiendo la mirada en él.
Al llegar tuve que rellenar un pequeño formulario en el cual me preguntaban mi nombre y apellidos, ocupación y motivo de mi viaje. Tras rellenarlo esperé en la cola mi turno para presentar el impreso y el pasaporte. Un hombre con cara de pocos amigos iba revisando los pasaportes uno por uno y haciendo preguntas.
Cuando le entregué el mío, me preguntó dónde me iba a alojar y le respondí que no lo sabía, que seguramente en un hotel del centro de la ciudad. Me preguntó también si tenía amigos en El Aaiún y le respondí que no, alegando turismo como motivo de mi viaje.
Se llevaron mi pasaporte sin darme explicaciones. En ese momento pensé que me iban a expulsar porque quizás se habían enterado de que era vocal de Izquierda Unida en la Junta Municipal de Tetuán, pero para mi sorpresa me lo devolvieron a los diez minutos y pude continuar después de que me lo sellaran.
Tras esto una mujer me registró la maleta manoseando entre mi ropa y mis objetos personales. Durante el registro encontró un libro y lo observó detenidamente para ver de qué se trataba. Era un libro de Ryszard Kapuściński, El Emperador. Tras observarlo durante unos segundos lo volvió a dejar en la maleta.
Después de haber pasado el control aduanero me dispuse a cambiar dinero y acudí a Información para que me orientaran un poco y me pidieran un taxi. Mostraron especial interés en buscarme un hotel, lo cual me extrañó y me hizo sospechar de sus verdaderas intenciones; está claro que trabajan informando, pero no a los turistas o extranjeros precisamente sino a la inteligencia marroquí. Llamaron al taxista y le dijeron donde me tenía que llevar. Llegué al hotel impresionado por el choque cultural, la gente, las calles mal cuidadas, y la cantidad de banderas e instituciones marroquíes -sobre todo policiales y militares- que había visto en el corto recorrido del aeropuerto al hotel.
El hotel en el que me hospedé se llama Zamour y se encuentra en pleno centro de El Aaiún, muy cerca del hotel Najgir donde se hospeda personal de la MINURSO (Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental). Bajé a la calle para dar un paseo y tomar mi primer contacto con en el lugar en el que me encontraba.
Estaba en África, en el Sáhara Occidental, en una ciudad perdida en el desierto a 28 kilómetros de la costa y 300 km de las Palmas, tomada por fuerzas militares y policiales, un estado de sitio donde se podían apreciar hileras de furgonetas militares por todas partes. Recorrí un par de calles, había muchos cafés en los cuales sólo había hombres tomando el té (alguno de ellos con uniforme militar), algún que otro lugar recreativo con máquinas de videojuegos y billares donde los jóvenes pasaban el rato; también había restaurantes, tiendas de móviles y de alimentación. Tras dar una breve vuelta llamé a mi amigo saharaui que me dio instrucciones para que tuviéramos el primer contacto; debía montarme en un taxi, llamarle y pasarle al taxista para que le explicara a éste dónde me tenía que llevar.
Así lo hice y en el recorrido pude observar la diferencia del barrio en el que me encontraba con la zona en la que había quedado con Ahmed, mi contacto. Al llegar bajé del coche y observé: era un ghetto. Había niños jugando al fútbol en la misma calzada, piedras por todas partes y alguna que otra hoguera. A diferencia del centro casi no había coches ni tiendas. Al rato llegó mi contacto, nos saludamos y nos dirigimos a la casa de Saleh Zaygami, un activista saharaui, donde estaban reunidos con una española y un italiano.
La española se tenía que marchar así que tan solo pudimos presentarnos. Era activista feminista y prosaharui. El italiano era estudiante de periodismo y llevaba recorriendo Marruecos y el Sáhara durante dos años. Me comentaba que tenía muchas ganas de volver a casa después de tanto tiempo. Pensé en las ganas que tendrán los saharauis que se encuentran en Tinduf de volver a sus hogares tras 36 años de exilio viviendo en condiciones lamentables. Me comentó que había venido por el norte y había tenido que superar varios controles, en uno de los cuales la policía le pidió 100 dírhams si quería recuperar su pasaporte, a lo que evidentemente tuvo que acceder.
El primer encuentro fue breve ya que Ahmed se tenía que marchar a otro sitio. Él es parte de un equipo mediático en El Aaiún llamado Equipemedia, cuya misión es romper el bloqueo informativo que allí se da ya que no hay ni un solo periodista internacional ni observadores que puedan transmitir lo que sucede porque son expulsados a su llegada. Me di cuenta de lo afortunado que era al haber podido entrar y observar lo que allí ocurre.
En la breve reunión me comentó la situación general que se vive en El Aaiún. La capital saharaui es una ciudad tomada por los militares donde los saharauis sufren una brutal represión, tienen prohibido hablar Hassaniya, establecer jaimas, y en definitiva mostrar cualquier vestigio de su cultura. Le pregunté sobre las relaciones entre la población saharaui y los colonos marroquíes y me respondió que por lo general no son buenas ya que los colonos son traídos mayoritariamente de las zonas más pobres e ignorantes de Marruecos de donde vienen envenenados con buenas dosis de propaganda marroquí. Muchas veces la policía va acompañada de exaltados colonos a reprimir a base de palos, piedras y porrazos a la indefensa población saharaui, que cometió y comete el “grave delito” de preservar su cultura y de estar orgullosa de ella.
También le pregunté sobre el acceso al trabajo por parte de los saharauis y me dijo que casi ninguno tiene, aparte de los comercios que montan entre ellos. Los niños van a las escuelas marroquíes, todas las mañanas rezan al rey de Marruecos y son expulsados y se les priva de educación si muestran sus ideas de independencia o defienden su cultura. También hablamos sobre el trabajo que iba a desarrollar en El Aaiún: le expliqué que había sido enviado por la UJCE en paralelo a la misión solidaria de brigadistas de la UJCE y de la FMJD que ya se estaba desarrollando en los campos de refugiados de Tinduf (Argelia), y que nuestro objetivo era intentar romper el bloqueo mediático y grabar testimonios y entrevistas de represaliados saharauis.
Después cogí un taxi y volví al hotel. Para realizar mi trabajo llevaba una cámara de fotos y dos tarjetas, una con fotos personales y otra para realizar el trabajo. Tenía que tener mucho cuidado con ella porque si acababa en manos de la policía pondría en peligro a los saharauis que grabara y además perder el trabajo realizado y, muy probablemente, ser expulsado del país. Según las recomendaciones de los saharauis, no debía llevar nada escrito ni dejar ningún material en el hotel, lo cual me dificultaba enormemente mi trabajo.
Segundo día: comprobando la situación sobre el terreno: desaparecidos, violencia y expolio
A la mañana siguiente fuimos a la manifestación que había por los saharauis desaparecidos bajo la ocupación marroquí. Era frente a la sede de los Derechos Humanos de una organización marroquí. Cuando llegamos la manifestación había finalizado, pero los saharauis habían tomado la sede. Entramos y comencé a grabar testimonios de víctimas del estado marroquí y saharauis que habían perdido a sus familiares, todavía desaparecidos, y no se les daba ninguna respuesta ni solución. Había un tremendo alboroto y muchas pancartas en las que se reivindicaba, entre otras muchas cosas, los derechos de las víctimas saharauis en cárceles secretas a un juicio justo. La policía estaba a pocos metros de distancia observando, vigilando.
Nos fuimos de allí a casa de un compañero del equipo a comer. Y luego a casa de Dafa, donde se iba a impartir una clase de informática básica para varios luchadores y luchadoras saharauis. Este activista me comentó que le detuvieron en 1987 durante una manifestación y le tuvieron cuatro años detenido con los ojos vendados, sin poder ver la luz del día, llegando incluso a perder las cejas.
Al empezar la formación mi contacto se quedó y yo me fui con otro compañero del equipo mediático, Omar, que apenas hablaba castellano. Me estuvo enseñando la ciudad y luego me llevó a conocer a su familia. En todo momento los compañeros estuvieron pendientes de que me encontrara cómodo y como en casa, llegando a comprar varios CD's de música saharaui y española para amenizar el viaje. Hay que señalar que para los saharauis, la música tradicional es una parte indispensable de su cultura, y un aspecto de su lucha, así como un rasgo de diferenciación hacia los colonos, por lo que entendí el símbolo como un gesto de amistad internacionalista.
Luego fuimos a la playa de Foum El Oued. En el trayecto por carretera había bastantes controles policiales, pero no nos pararon en ninguno ya que el coche no estaba fichado. Al llegar bordeamos la zona costera y mis dos acompañantes hablaron sobre el expolio de recursos naturales sobre todo la pesca y el fosfato. Había varias empresas extranjeras asentadas allí, muchas de ellas españolas, a pie de playa. Nos encontramos con unos coches de la MINURSO que estaban aparcados frente a una casa bastante lujosa y me contaron que su presencia allí es testimonial, están en hoteles caros, con mujeres y todos los lujos proporcionados por cortesía del Reino de Marruecos para que su estancia sea lo más cómoda posible.
A la vuelta, me dejaron en la puerta del hotel, pero estaba cerrado, no había timbre y no se apreciaba ningún movimiento dentro. Me fui a casa de mi contacto a dormir. Me levanté pronto, a las 8 de la mañana, salí a la calle y me dirigí dando un paseo a mi hotel para asearme y cargar los móviles y la cámara de fotos. Fui guiándome por las banderas pintadas de la RASD con tiza en las paredes y por las mezquitas, por lo que en este caso no tuve problemas y en casi media hora estaba en el hotel.
Tercer día: comienza la persecución y el acoso
A la una y media del mediodía salí para comer algo. Al bajar las escaleras giré la cabeza y vi a un joven que sentado en la cafetería del hotel me miró fijamente cuando yo salía a la calle. Al volver la calle observé un Renault Kangoo gris oscuro con dos personas dentro que también me miraron. Empecé a sospechar que eran agentes y me iban a seguir.
Efectivamente el joven del restaurante me seguía. Mientras trataba de comer algo, siempre vigilado, saqué el móvil y por sms pregunté a mi compañera de Madrid qué hacer en caso de que me siguieran y le pedí que me recargara el otro móvil para llamar a mi amigo saharaui con el fin de que me aconsejara. No quería poner en peligro a los activistas saharauis y, aunque antes de venir sabía que era probable que me fueran a seguir, quería asegurarme de cómo actuar.
Al no obtener respuesta decidí dar un paseo para saber exactamente cuántos agentes me estaban siguiendo. Comencé a andar, pasé por el hotel Nagjir y vi un coche todoterreno con matrícula española y tres tipos con apariencia occidental. Me acerqué a ellos, les saludé, comprobé que efectivamente eran españoles e inicié una breve conversación. En todo momento se mostraron desconfiados con mi presencia. Era obvio que estaban de viaje de negocios y no mostraron ningún interés en continuar hablando conmigo. Sólo me dijeron que en El Aaiún no había nada que ver, así que me despedí y me desearon suerte. Se habían percatado de que me seguían y podía ser un problema para ellos.
Decidí dar una vuelta e investigar un poco y al rato me di cuenta de que me seguían tres personas. La Kangoo estaba cerca, pero no a la vista, siempre esperando por si cogía un taxi; me mantuve calmado, pero no podía evitar sentir tensión al pensar que estaba siendo perseguido por la inteligencia de un país tan represivo como Marruecos en una ciudad tan representativa como El Aaiún, capital del Sahara ocupado y epicentro de la intifada.
Decidí dar una vuelta y hacer fotos a las mezquitas con las que me encontraba, después recorrí la calle del mercado ambulante durante dos horas, y después volví al hotel sin que la policía marroquí me perdiera de vista un instante. Cuando entré en la habitación parecía como si hubiese entrado alguien, ya que la cama estaba hecha pero el suelo estaba sucio.
No había recibido instrucciones de Madrid respondiendo al mensaje anterior, así que subí a mi habitación e intenté realizar unas llamadas, pero el teléfono no funcionaba. Al rato escuché a dos personas hablar en la habitación de al lado y sospeché que habían colocado un inhibidor de frecuencia. Así que bajé a la calle andando rápido, cada vez más tenso, pensando que la situación era mucho peor de lo que había imaginado; había un despliegue de vigilancia desproporcionado por la única razón de que no había dormido una noche en el hotel.
Al bajar a la calle pude llamar y establecer contacto con Madrid. Estaban asustados porque me habían estado llamando pero, al estar dentro del hotel, les salía apagado. Me informaron de que ya habían recargado el móvil como les pedí. Mientras tenía lugar la conversación, sentí que continuaban siguiéndome sin parar de hablar por el móvil, seguramente informando sobre todos mis movimientos.
Después llamé a mi contacto y me dijo que no pasaba nada, que era lo normal, así que monté en un taxi y le llamé para que le dijera al taxista donde ir, como hasta ahora habíamos hecho.
Cuando monté en el taxi tampoco conseguí quedarme solo, ya que la Kangoo salió de una calle y nos comenzó a seguir. Cuando llegué a mi destino, expliqué a mi amigo saharaui todo lo que había ocurrido, que había unos hombres que no paraban de seguirme y que se encontraban a unos pocos metros, detrás de un puesto ambulante mirando disimuladamente. Él se rio, me confesó que era algo normal, y comprobé hasta qué punto están acostumbrados los saharauis a vivir bajo amenazas y coacción.
Fuimos a su casa junto a un expreso político que participó en el 17 Festival Mundial de Juventud Democrática, celebrado en Sudáfrica con más de 15 mil jóvenes de todo el mundo. Tomamos unos tés y charlamos un poco sobre la delegación marroquí en Sudáfrica, compuesta por agentes provocadores que iban con la intención de reventar la participación saharaui. Después fuimos a casa de unos activistas. Para nuestra sorpresa los agentes no estaban esperándonos así que salimos y cogimos un taxi dirección al barrio español. La casa estaba llena de niños jugando, los mayores estaban tomando el té y me dieron una cálida acogida que me hizo sentir en todo momento como en casa. Los saharauis son muy hospitalarios y siempre están pendientes de que los invitados estén bien atendidos, son muy alegres y a pesar de que sufren la violencia a diario no tienen ningún miedo. Eran todos activistas del campamento desalojado violentamente en octubre del pasado año, el campamento de la dignidad, Gdeim Izik.
Cuarto Día: visita a la familia del mártir Said Dambar
Al día siguiente estuvimos en casa del mártir Said Dambar, muerto por dos disparos el pasado 22 de diciembre en un control policial. Su cuerpo sigue en el congelador del hospital Ben El Mehdi ya que las causas del fallecimiento no han sido aclaradas todavía porque las autoridades marroquíes se niegan a realizar una autopsia y a realizar una investigación imparcial sobre los sucesos ocurridos aquel día, por lo que la familia de Said sigue luchando y se niega a enterrar a su mártir sin que antes se esclarezca lo que pasó. El caso ha tenido cierta repercusión internacional gracias al esfuerzo y valentía de esta familia que no ha sucumbido en ningún momento a las constantes presiones, amenazas, e incluso agresiones de la policía marroquí.
Quinto día: aniversario de los DDHH protestas y brutal represión
El día 10 se celebraba el día internacional de la declaración de los Derechos Humanos. Había protestas previstas para ese día en la sede de los Derechos Humanos en la que había estado días atrás. Ese día tuve las conexiones de mis móviles cortadas y el despliegue de vigilancia era aún mayor debido a que ya sabían lo que estaba haciendo allí. Al salir a la calle pude observar la Kangoo y una motocicleta, aparte de los agentes de a pie que esperaban mi salida en cada esquina del hotel. Pensé en ir andando a la casa de mi amigo, pero los nervios me traicionaron por el acoso al que estaba siendo sometido y me perdí. Y es que los agentes me amenazaban mediante gestos de que me iban a detener y llegaron a tirarme una piedra. Intenté perder de vista a las seis personas que me seguían cogiendo un taxi para llegar directamente a la manifestación.
El taxista me dijo que era saharaui y hablaba español por lo que le indiqué el destino al que quería ir. En el trayecto me estuvo intentando sacar información personal y de mis contactos saharauis, me dio varias vueltas sin llevarme al destino solicitado, y al final me dejó en el hotel diciéndome que me quedara allí y que contactarían conmigo por la noche. En la puerta del hotel vi un coche de la Seguridad Nacional y en ese momento pensé que mi aventura había acabado.
Pero no me detuvieron, ya que su intención era que me quedara en el hotel sin poder ver lo que ocurría en un día tan caliente e importante como el 10 de diciembre. Volví a intentarlo, llamé desde una cabina y mi amigo saharaui vino a recogerme en taxi. Antes de que apareciera, un agente comenzó a gritarme y a escupir al suelo en señal de desprecio, estaba muy cabreado porque no desistía e incluso respondía a las amenazas enseñándoles el dedo corazón.
Había vuelto a salir del hotel, la tensión aumentaba, y tenía la sensación de que en ese momento podía pasar cualquier cosa. Cuando apareció el taxi me monté, pero a los dos metros otro agente de inteligencia lo paró y preguntó al taxista nuestro destino. Éste no le contestó advertido por mi acompañante saharaui de que era un ladrón y me quería robar por ser extranjero.
Así fue como les perdimos y pude continuar con mi cometido, aunque algo cansado de la tensión acumulada, y que al final hizo imposible que llegase a tiempo a las protestas frente a la sede de los DDHH.
Después de perder a la inteligencia marroquí fuimos a la casa de un grandísimo luchador y ex preso político: Sidi Mohamed Daddach, galardonado con el premio Rafto de los Derechos Humanos en 2002 por su incansable esfuerzo en defensa de la autodeterminación del Sáhara denunciando a los cientos de desaparecidos durante la marcha verde. Fue detenido en combate en 1976 y en 1979 le condenaron a muerte. Gracias a la presión internacional su pena fue conmutada en 1994 a cadena perpetua y en 1999 fue liberado. Estuvo encarcelado durante más de 26 años y durante ese tiempo sufrió torturas y humillaciones de todo tipo, a lo que respondió con varias huelgas de hambre. A día de hoy las autoridades siguen amenazándole e incluso agrediéndole porque, a pesar de todo lo que ha sufrido en las cárceles, sigue siendo un bravo luchador por la autodeterminación y por los derechos humanos. Todo un ejemplo de sacrificio y lucha del que no hablan los medios.
Por la noche volvieron a producirse manifestaciones y hubo enfrentamientos en las calles entre policía y manifestantes. Recorrí las calles en coche con varios compañeros; estaban llenas de piedras, escombros y barricadas incendiadas en los enfrentamientos. Algunos saharauis asomaban la cabeza en las esquinas vigilando los movimientos de los furgones blindados que a su vez iban de un lado a otro arrasando las casas de los saharauis. Les cortaron la luz, allanaron sus viviendas, agredieron y causaron destrozos por doquier.
Entré en una casa baja en donde había visto movimiento y rápidamente me informaron de lo que había pasado: la policía se había subido a la azotea y había roto el tejado para apedrear a una familia. Entre las víctimas del ataque había un niño de unos dos años y su hermana, de aproximadamente 9 o 10, que contaba llorando lo que había ocurrido mostrando sus heridas y las de su hermano a la cámara de un compañero saharaui.
Hechos tan repugnantes como este se suceden a diario sin que escuchemos nada en las noticias, sin que los organismos internacionales se pronuncien. La violencia y el terrorismo marroquí se aplica contra hombres y mujeres, ancianos y niños, con el único objetivo de mantener a este pueblo bajo la ocupación para así poder saquear y expoliar los recursos del pueblo saharaui junto a países como Francia, que veta las resoluciones de la ONU contra Marruecos, España, que tiene suculentos negocios en los TTTOO, o EEUU, aliado estratégico y económico fundamental que planificó junto al régimen alauita la criminal marcha verde de 1975.
Último Día: la despedida
En mi último día grabé el último testimonio y me despedí. Se trataba de un joven de 22 años llamado Kaziza Lafkir, que fue agredido en el desalojo del campamento de la dignidad. Le tiraron al suelo y con la culata de un Kalasnikhov le golpearon repetidas veces en su brazo derecho dejándoselo inutilizado. Todavía no se ha operado porque no se lo permiten las autoridades marroquíes y mientras el tiempo pasa se agrava su estado de salud sin poder encontrar ninguna solución.
Después me despedí de los compañeros y compañeras que tanto cuidaron de mí y fui al aeropuerto, en donde me esperaban los mismos agentes que habían estado siguiéndome durante días, tal vez para asegurarse de mi marcha. Pude montar en el avión sin problemas, y ya algo más tranquilo empecé a reflexionar sobre todo lo que dejaba atrás. Sentí que dejaba parte de mí en esa maravillosa tierra saharaui.
Quiero aprovechar estas últimas líneas para agradecer a los saharauis su inmensa hospitalidad y ternura con la que me trataron en todo momento.
Destacar su enorme y heroica capacidad de organización, de lucha y de resistencia. Sabía que las manifestaciones, las acciones y actividades eran comunes, pero sobre el terreno pude comprobar que esta lucha es diaria, de minuto a minuto, todo el pueblo saharaui que aun resiste en los TTOO vive y respira cada día y cada noche para luchar por la justa causa de la autodeterminación, la independencia y la libertad.
Agradecerles también por enseñarme el valor de la comunidad, la familia y el respeto por encima de intereses egoístas e individualistas.
Muchas gracias por enseñarme que si se resiste y se lucha, siempre se vence y para esta victoria hay que dar hasta la última gota de sudor e incluso de sangre si es necesario
Hasta la Victoria Siempre
VIVA LA LUCHA DEL PUEBLO SAHARAUI
NOTAS
Las fotografías que hemos usado son de poca calidad y de interior debido a las restricciones en la zona impuestas por la dictadura marroquí.
Los videos están siendo elaborados, esperemos poder compartirlos con todos vosotros lo antes posible. Queremos agradecer el trabajo y la dedicación de la UJSARIO y, muy especialmente, al proyecto de información alternativa Equipemedia que está realizando un enorme trabajo para acabar con el bloqueo mediático que sufre el pueblo saharaui en los Territorios Ocupados.
http://equipe-media.blogspot.com/2011/06/boletin-de-informacion-el-aaiun-ocupado_13.html
Fuente agitacion.org
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