El FBI y la Policía del Capitolio arrestaron este viernes a un hombre de nacionalidad marroquí en las inmediaciones de la sede del Congreso federal norteamericano en Washington, y le acusaron de querer perpetrar allí un atentado suicida. El Departamento de Justicia anunció posteriormente que el detenido era objeto de una investigación antiterrorista y que planeaba emplear explosivos para perpetrar un atentado.
La sargento Kimberly Schneider, portavoz del cuerpo policial del Capitolio, dijo en un comunicado que “el público general y la comunidad del Congreso no corrieron peligro en ningún momento”. Añadió que el arresto suponía “la culminación de una larga e intensiva operación, durante la cual el individuo había sido controlado de forma cercana y pormenorizada”.
El sospechoso ronda la treintena y fue arrestado el viernes por la mañana en un aparcamiento del Departamento (ministerio) de Empleo, en las inmediaciones de la terminal de trenes de Union Station y a sólo dos manzanas del edificio del Capitolio. Según fuentes de la investigación citadas por el diario The Washington Post llevaba consigo un chaleco cargado con lo que él pensaba que eran explosivos.
“Los explosivos que había buscado emplear en conexión con la trama en realidad habían sido inutilizados por los agentes del orden y no suponían amenaza alguna para la ciudadanía”, dijo Peter Carr, portavoz del fiscal público Neil MacBride, de Virginia, que participará en la acusación del Gobierno. Se le había facilitado también una pistola, inutilizada previamente.
De hecho, los agentes del FBI le habían hecho creer al arrestado que eran, como él, operativos que simpatizaban con el grupo islamista Al Qaeda. Finalmente, le descubrieron su verdadera identidad y le arrestaron. Según reveló Justicia, el supuesto terrorista entró en EE UU como acompañante de un familiar.
En los años recientes la división antiterrorista del FBI ha recurrido a esta táctica: sus agentes se hacen pasar por simpatizantes de Al Qaeda y logran detener a aquellos a los que investigan cuando se hallan a punto de perpetrar sus atentados. Ese cuerpo de policía, afiliada al Departamento de Justicia, se asegura así de que el caso que armarán finalmente los fiscales públicos se fallará con una condena.
Desde los atentados terroristas contra Washington y Nueva York de 2001 no ha habido otro ataque en suelo norteamericano. Los errores de comunicación que hubo entonces entre el FBI y la CIA, una agencia que se encarga del espionaje en el extranjero, propiciaron entonces toda una renovación de los servicios de inteligencia de EE UU.
El pasado mes de septiembre, los agentes del FBI arrestaron a Rezwan Ferdaus, de 26 años y nacido en Massachusetts de padres bangladesíes, cuando ultimaba un plan para atacar el Capitolio y la sede del Pentágono en Virginia, empleando un dispositivo similar a los ‘drones’, los aviones no tripulados y controlados de forma remota con los que EE UU ataca a operativos de Al Qaeda en África y Asia.
El sospechoso ronda la treintena y fue arrestado el viernes por la mañana en un aparcamiento del Departamento (ministerio) de Empleo, en las inmediaciones de la terminal de trenes de Union Station y a sólo dos manzanas del edificio del Capitolio. Según fuentes de la investigación citadas por el diario The Washington Post llevaba consigo un chaleco cargado con lo que él pensaba que eran explosivos.
“Los explosivos que había buscado emplear en conexión con la trama en realidad habían sido inutilizados por los agentes del orden y no suponían amenaza alguna para la ciudadanía”, dijo Peter Carr, portavoz del fiscal público Neil MacBride, de Virginia, que participará en la acusación del Gobierno. Se le había facilitado también una pistola, inutilizada previamente.
De hecho, los agentes del FBI le habían hecho creer al arrestado que eran, como él, operativos que simpatizaban con el grupo islamista Al Qaeda. Finalmente, le descubrieron su verdadera identidad y le arrestaron. Según reveló Justicia, el supuesto terrorista entró en EE UU como acompañante de un familiar.
En los años recientes la división antiterrorista del FBI ha recurrido a esta táctica: sus agentes se hacen pasar por simpatizantes de Al Qaeda y logran detener a aquellos a los que investigan cuando se hallan a punto de perpetrar sus atentados. Ese cuerpo de policía, afiliada al Departamento de Justicia, se asegura así de que el caso que armarán finalmente los fiscales públicos se fallará con una condena.
Desde los atentados terroristas contra Washington y Nueva York de 2001 no ha habido otro ataque en suelo norteamericano. Los errores de comunicación que hubo entonces entre el FBI y la CIA, una agencia que se encarga del espionaje en el extranjero, propiciaron entonces toda una renovación de los servicios de inteligencia de EE UU.
El pasado mes de septiembre, los agentes del FBI arrestaron a Rezwan Ferdaus, de 26 años y nacido en Massachusetts de padres bangladesíes, cuando ultimaba un plan para atacar el Capitolio y la sede del Pentágono en Virginia, empleando un dispositivo similar a los ‘drones’, los aviones no tripulados y controlados de forma remota con los que EE UU ataca a operativos de Al Qaeda en África y Asia.
Fuente: internacional.elpais.com
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