Estos días se ha escrito bastante sobre el asunto de la repatriación de los cooperantes de Tinduf, y como no podía ser menos, las opiniones han sido diversas; en ocasiones totalmente opuestas.
El gobierno insistió desde el principio, por medio de su representante, el Ministro de Exteriores, en la necesidad y la urgencia de tal repatriación: la amenaza de secuestro era inminente se dijo. No cabe duda de que si esa alarma era tan inmediata, el Gobierno debería haberla compartido con las autoridades saharauis pues era a ellos a los que más directamente afectaba. Pero parece que esta comunicación no se hizo. ¿Por qué? ¿Teme el Gobierno que se enfade Marruecos si mantiene cualquier tipo de contacto con los saharauis?.
Por otro lado, la opinión de mucha gente es que se ha exagerado el peligro. Estos hechos han motivado que se haya suscitado el problema tantas veces discutido sobre si se debe o no pagar rescate. Las opiniones expresadas a través de los medios diferían, pero la mayoría, por no decir el cien por cien ha opinado que no, que nunca se debe pagar un rescate. Otra cosa es lo que piense cada uno sobre cual sería su actitud en el caso de que la vida de un ser querido dependiese de pagar un rescate.
Pero una cosa me ha llamado la atención, y es el hecho de que no todos estaban de acuerdo en las razones por las que no se debería pagar. Unos, los más, pensaban que el dinero que se da en pago a una banda terrorista sirve para reforzar a esta y facilitar más secuestros. Los otros se oponían al pago si era con su dinero. Con nuestro dinero no, decían, dando que pensar que el aspecto humano de la cuestión les preocupa menos. Entre estos últimos, refiriéndose a futuros cooperantes, ha habido alguno que lo ha puesto en claro: si les ocurre algo a estos activistas, que se las arreglen como puedan, que ya están advertidos. Sin duda estos pensarán que la cooperación o la ayuda a alguien o algún pueblo necesitado debe quedar supeditada a lo que nos cueste o al riesgo que ello implique. No importa el grado de necesidad de esa ayuda o las justas razones que la amparen, como es el caso del Sáhara, ni tampoco la afrenta que pueda suponer para nuestro país el secuestro de un ciudadano. Lo que importa, parecen pensar, es que no nos cuesten los cuartos. Sin duda, entre estas personas están los que cuando le solicitas una contribución te contestan que para ayudar a los de fuera antes hay que ayudar a los de aquí, o los que se disculpan diciendo que ayudarían pero que no lo hacen por la sospecha de que su ayuda se pueda quedar por el camino. Estas generosas argumentaciones las hemos oído todos muchas veces; son tópicas. También he oído a alguno ( en una emisora de TV) que ha aprovechado la ocasión para ensalzar la labor de los misioneros de la iglesia, lo cual comparto de todo corazón y si me apura diría que sobre todo de las misioneras. Pero daba la impresión de que con sus palabras, más que ensalzar las virtudes y el valor de los misioneros, trataban de disminuir o minusvalorar la abnegación de los cooperantes que ayudan al pueblo saharaui. Son activistas decía, como queriendo introducir un matiz político que desvirtúe el altruismo de su actitud.
Se puede ejercer la solidaridad con los demás por principios religiosos pero también por la propia dignidad de uno mismo que no te permite andar por el mundo mirando a otro lado para no ver la injusticia o la miseria que te sale a cada paso. Incluso se puede ser solidario sin saber por qué, simplemente porque le sale a uno de dentro, o por vergüenza torera, como es el caso de muchos cuando piensan en lo que se ha hecho con el pueblo saharaui ¡Es que no se puede quedar uno con los brazos cruzados! Ocurre que la causa del Sahara es la causa de España. A los españoles nos va el honor en el comportamiento que tengamos con los saharauis. Los que vivieron los hechos cuando la entrega del Sahara a Marruecos en el año 75 no pueden eludir una especie de sentimiento de culpa, o por lo menos de malestar, por lo que hicieron aquellos políticos de entonces; consideraron que fue una traición al pueblo saharaui. Pero a ese sentimiento se ha ido añadiendo la vergüenza del comportamiento posterior de los gobiernos socialistas que hemos tenido (este de Rajoy tampoco promete mucho) que incluso tuvieron la desfachatez de utilizar la causa saharaui para ganar votos en sus mitines, aún a costa de engañar a sus propios votantes.
Hace unos días he leído unas interesantes reflexiones que hace Haddami Mould Said en su artículo de 5/08/12 sobre lo que quiere Margallo. Encuentro su escrito tan interesante que sería una lástima que no le llegara al Ministro (si alguien puede hacer algo en este sentido que lo intente). Son muchos los avisos que están llegando y nuestras autoridades parece que no se enteran o no les preocupan., Deberían recordar el dicho: “de aquellos polvos estos lodo”. Se dice que entre los jóvenes saharauis, y no tan jóvenes añado yo, es unánime el sentimiento de volver a las armas. Si esta situación se produjera, y teniendo en cuenta que España sigue siendo la potencia administradora, cabe preguntarse ¿ cual sería la postura de nuestro gobierno? ¿ seguiría haciéndole el juego a Francia aún a costa de una opinión mayoritaria del pueblo español que apoya la causa saharaui? ¿tan en manos de Marruecos y de Francia estamos? Da miedo la respuesta. Por muchos que sean los intereses que estén sacando y quienes sean los que los están sacando no tienen derecho a arrastrar a nuestro país por el fango.
Javier Perote, activista por el pueblo saharaui
bubisher[at]yahoo.es
Fuente: Sahara opinion
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