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EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

Miedo a los secuestros, el nuevo enemigo de la solidaridad internacional

Fatma y Senia dejan sobre el suelo de la jaima tres melfas. Una para cada cooperante. Son suyas, su propia ropa. De colores vistosos que contrastan con el marrón del desierto. Huelen a ellas y a arena fina. No hay tiempo para despedirse, hay que salir corriendo de los campamentos de refugiados saharauis, en medio del desierto, en territorio argelino. Los occidentales se han convertido en moneda de cambio para el conflicto de Malí. Tener la piel clara en medio de una guerra en África es poner en peligro no solo la seguridad del cooperante sino, también, la de las familias refugiadas que acogen a los voluntarios. Fatma coloca la melfa sobre Minetu y Rabab -el nombre árabe que han puesto a las españolas que se marchan- y finge una sonrisa. Las mujeres del desierto están acostumbradas al abandono. Uno tras otro desde 1975.

Serlinda Vigara 

El pueblo saharaui sufre constantemente varapalos que no hacen más que incrementar la situación de desamparo que se siente en los campamentos de refugiados. La noticia no es el peligro de los cooperantes de ser secuestrados en países africanos, sino el por qué se ha llegado a esta situación y las consecuencias que conllevan para los más necesitados. Uno de los principales representantes del UJSARIO (Juventudes del Frente Polisario) comentaba durante la evacuación de los occidentales que cualquier decisión que se tomase sobre el conflicto era negativa para el pueblo saharaui: “Si los cooperantes se quedan corren riesgo de secuestro y, si se van…, si se van nos quedamos sin ayuda”. Cualquier decisión es un golpe para los refugiados.

El gobierno de Argelia tomó la decisión de la expatriación de todos los ciudadanos occidentales el 20 de enero y, desde aquel día, se está produciendo la evacuación paulatina de cooperantes de los campamentos de refugiados. Allí solo pueden quedar aquellos que son “vitales”, es decir, los que tienen algún tipo de relación con proyectos médicos. En el primer avión que llegó a España había sobre todo profesores. La mayoría formaban parte del proyecto “Profesores en el Sahara”, ligado directamente al Ministerio de Educación Saharaui. La labor de estos diez cooperantes era dar clases de inglés, francés, español, matemáticas y música a los niños de Ausserd, Smara y el Aaiún.
“No nos vamos de aquí hasta que el Frente Polisario nos lo diga”, era una de las consignas más repetidas en una de las jaimas que albergaba a los profesores españoles. Se referían claramente a la incompetencia del gobierno español, que el pasado mes de julio instó a los cooperantes a abandonar los campamentos sin ningún tipo de amenaza fundamentada. En ese momento, la evacuación fue criticada tanto por las ONG’s como por el gobierno saharaui. No existía ningún peligro “real” -al margen de los riesgos básicos que cualquier voluntario asume cuando viaja a un campo de refugiados-.
Las razones de la evacuación actual tienen un peso notable y están bien argumentadas: la guerra en Malí (al otro lado de la frontera con Argelia), la intervención francesa y los secuestros en manos de los integristas en la planta de gas de In Amenas forman un cóctel explosivo que da como resultado la expatriación de todo occidental que esté en la zona. El Ministerio de Exteriores explicó en un comunicado que “desaconseja” la presencia de españoles en “la zona de conflicto”. Esta nota se hizo pública un día después de que el Frente Polisario y Argelia se encargaran de manera unilateral de velar por la seguridad de los extranjeros en la zona.
Tal es el grado de desconocimiento y desamparo del gobierno español ante políticas sociales y de cooperación internacional que algunos allegados de los cooperantes aseguraron haberse puesto en contacto con diferentes entidades del Ministerio de Exteriores para preguntar por el estado de la zona. La sorpresa vino cuando desde dicho ministerio aseguraron que no tenían constancia de que hubiera españoles en los campamentos. En Madrid nevaba cuando llegaron los primeros expatriados, algunos con las melfas que les habían regalado en el último momento, otros con los brazos pintados de henna. En el desierto, mientras tanto, miles de saharauis quedaban otra vez desamparados.

Fuente: inmagazine.es


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