¡SAHARAUI, SAHARAUIA, EIDA FEIDAK LILHURRIA! (tu mano junto a la mia hasta la libertad) ¡Rompamos el bloqueo informativo. Derribemos el Muro de Silencio! ¡LABADIL, LABADIL, AN TAGHRIR ALMASSIR! (No hay otra opcion que la autodeterminación)

EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

No hay mayor cobardia que una mina

Gritos de júbilo, signos de la victoria y lágrimas orgullosas de deslizarse por los rostros de pura alegría. Orgullo patrio. El ejército del Frente Polisario acababa de derribar dos aviones militares enemigos, que minutos antes habían sembrado el pánico y el caos bombardeando a la población civil saharaui indefensa concentrada en la ciudad de Tifariti. Era febrero de 1976. Zaina Amay Bachir, que en cada una de las arrugas de su cara acumula años interminables de sufrimiento, sacrificio y lucha por la libertad, lo cuenta con emoción contenida.
Escapó como pudo huyendo de Amgala, su ciudad natal en el Sáhara Occidental. Las fuerzas de ocupación marroquíes avanzaban sin piedad arrasando a su paso los cimientos de lo que, hasta hacía unos pocos meses antes, iba a dejar de ser oficialmente una colonia española para convertirse por fin en la República Árabe Saharaui Democrática. Bombardeos con napalm y  fósforo blanco, asaltos a ciudades, ataques desproporcionados y demás métodos que los marroquíes empleaban contra la población civil saharaui les hizo coger a los niños y huir en la oscuridad de la noche sin rumbo fijo. Zaina llegó hasta Tifariti, como otros muchos saharauis, pero por aquél entonces, era plena zona de batalla. El Frente Polisario había convocado a la población saharaui para informar sobre la marcha a Tindouf, en Argelia. Había mucha gente reunida _comenta Zaina_. Apenas se inició el acto y sin que diera tiempo a decir siquiera unas palabras, vimos salir de las nubes aviones marroquíes, que lanzaron una lluvia de bombas contra nosotros. Era un atardecer, las seis de la tarde. En un momento, el desastre, aquello fue un infierno. Asegura que murieron 26 saharauis, mientras otros muchos resultaron gravemente heridos.
Zaina conocía a algunos y no olvida ni una fracción de segundo de aquél instante en que ella misma resultó también herida junto a su hija Jadiyetu Fachal, de dos años. Una chica muy joven murió sobre la pierna de mi hija, que estaba protegida por mi cuerpo porque en ese momento estaba mamando. Vi a otra mujer morir por la explosión de una bomba mientras rezaba… Fue terrible.
Las bombas de racimo lanzadas desde el aire por la aviación marroquí sobre una masa de mujeres y niños aterrorizados causaron víctimas mortales, incontables heridos y cientos de saharauis traumatizados por las secuelas psicológicas de aquella barbaridad. Zaina recibió de pleno el impacto de la metralla de una de ellas. Su cuerpo aminoró el impacto en el de su pequeña Jadiyetu y, sin lugar a dudas, se llevó la peor parte, aunque no precisamente por las innumerables heridas de metralla que tiene por todo el cuerpo, sino porque tuvo que ver morir a conocidos y a compatriotas al mismo tiempo que trataba de calmar el llanto desgarrado de su bebé, que resultó herida de gravedad en los ojos, las piernas y los pies, con severas quemaduras y metralla. La peor parte, decía, porque el recuerdo lo lleva consigo, grabado en la retina y tatuado en el alma.

Yo tengo mucha suerte porque no recuerdo nada, comenta Jadiyetu, a quien ni la sonrisa le logra quitar el halo de tristeza del rostro. ¡¡Yo sí que tengo suerte!! Vi cómo el Polisario derribaba dos aviones enemigos, comenta exaltada Zaina completa de orgullo. Una vez más, la extraordinaria capacidad de poner en positivo las cosas que tiene el pueblo saharaui me dejó de una pieza. De verdad te lo digo, en ese momento fue como si no hubiera pasado nada, no teníamos heridas, ni muertos alrededor. Como siempre, el éxito del Frente Polisario superó con creces cualquier intento marroquí de vencernos”, afirmaba con rotundidad y convencimiento Zaina.
Ella se enfrenta ahora a otra gran batalla, pero ésta debe librarla contra un enemigo invisible: el cáncer. Sabe que lo tiene, pero no puede conocer el alcance de afección porque aún tiene por todo el cuerpo restos de metralla de aquella maldita bomba de racimo que por poco la mata. Metralla que imposibilita hacerle pruebas de radiodiagnóstico necesarias para ayudarla a combatir el cáncer.
La historia de Zaina y Jadiyetu estremece, pero también alimenta el alma de sensaciones desconocidas que sólo se manifiestan al mirar sus gestos y al comprender sus ojos. Agradecida a Dios y a la vida, Zaina comparte el momento con sus nietos, a quienes sueña con ver crecer en libertad, en un Sáhara independiente, libre de ocupantes y con el pueblo unido sin la barrera del muro marroquí. Quiero decirte algo -comenta-, quiero decirte que no hay mayor peligro ni mayor cobardía que las minas. Veo las desgracias que provocan, desde hace muchos años, y ruego por que se quite el muro y que nos ayuden a desminar nuestra tierra libre. Hay muchas bombas abandonadas en el Sáhara sin explotar, bombas de esas como la que me hirió a mí… Son salvajes.  

Sirva esta denuncia para dejar constancia de lo que no debe seguir pasando en el Sáhara Occidental, por el muro y las minas sembradas por Marruecos desde el inicio de su ocupación.

© Elisa Pavón para RASD News


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