El martes murió en Argel y ayer recibió el consabido funeral de Estado en los campamentos de refugiados de Tindouf, situados en medio de un desierto en el que se ahogan desde hace años las esperanzas de más de 150.000 saharauis, olvidados y abandonados por la comunidad internacional, con mención especial para la irresponsable y vergonzosa actitud del Estado español, antigua potencia colonial. Marruecos ha sabido hacer valer su peso por la vía de los hechos y ha impuesto sus reglas en un sistema en el que la geoestrategia se impone a la solidaridad, y en el que los intereses comerciales se funden con los estatales. El caso de Suecia, que renunció a reconocer la RASD para abrir las puertas de Marruecos a Ikea, es paradigmático.
Que la sucesión de Abdelaziz genere tensiones entre la vieja guardia del Polisario, protagonista de los días de gloria, y los jóvenes de hasta 40 años que no han conocido más que Tindouf es lo más normal. El acierto será casar lo mejor de una rica tradición resistente con el impulso de las nuevas generaciones; y junto a ello, estrechar los lazos con la cada vez más intensa lucha dentro de los territorios ocupados, donde más cruda es la represión marroquí. Insistir en la lucha será el mejor homenaje a Abdelaziz.
Fuente: naiz.eus
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