Fuente: removethewall.org
Las víctimas de minas lo son también de dos silencios. El del horror tras las explosiones y el quiebre de sus vidas, y el del silenciamiento de su situación. Se calcula que en el desierto del Sahara, que es una de las zonas con más minas y bombas de racimo del mundo, se han producido más de 4.000 víctimas, entre muertos y heridos, desde el inicio del conflicto en 1975. La mayoría de los casos de este estudio se han dado tras la firma del alto el fuego en 1991, debido a que las minas permanecen en una gran extensión escondidas, amenazando la vida de la gente. Es decir, la guerra continúa por estos medios contra la población civil, mujeres, niños y niñas, hombres adultos que viven en el desierto con sus rebaños. Siguen siendo víctima del miedo, las explosiones y el quiebre de sus proyectos de vida.
Esta investigación se basa en testimonios de 154 víctimas saharauis de minas a los dos lados del muro construido por Marruecos y algunos testigos clave. Da cuenta del impacto de dicha problemática silenciada, de la alteración del modo de vida y la cultura de los beduinos, de las consecuencias en la vida y la salud de los sobrevivientes, la mayoría de ellos con discapacidades, y sus familias, así como de quienes han perdido sus seres queridos. Se analizan las medidas de desminado y la responsabilidad de las partes, los pasos decididos dados por el Frente POLISARIO y la necesidad de la firma de la convención de Ottawa por parte del Reino de Marruecos, así como la necesidad de un acuerdo entre las partes para que la problemática del muro y el desminado y la atención a las víctimas de minas sean parte fundamental de la búsqueda de una salida política al conflicto que sigue esperando el compromiso internacional.
Mientras tanto, las víctimas siguen produciéndose, porque el fuego sigue ahí.
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