Han puesto cerco a Melilla y en la plaza escasean el
pescado, las verduras y las frutas. En el Fuerte de Cabrerizas, los
legionarios del Tercio Gran Capitán no están en alerta a pesar de que en
Beni Enzar, al otro lado de la frontera cercana, los piquetes del
Comité para la Liberación de Ceuta y Melilla cortan el paso a los
convoyes con suministros; se cierra la aduana al parecer por orden
superior, porque los policías marroquíes miran para otra parte con la
misma pasividad y distracción interesada que practican cuando en el
puerto de Tánger se cuelan de noche en los bajos de camiones y autobuses
los clandestinos que llegarán a Algeciras en los ferris a la mañana
siguiente.
Las huestes de Tarik cruzaron el estrecho hace
exactamente trece siglos. No es preciso empujar tan atrás la historia
para iluminar la crónica de una difícil relación entre vecinos que viene
de lejos. Las guerras coloniales, la cesión del Sahara occidental en el
verano de 1976, la invasión del islote de Perejil en julio de 2002… Los
pretextos marroquíes para el ejercer el acoso se encadenan desde los
tiempos escasamente gloriosos de la Marcha Verde, humillante retirada
del ejército español. El año pasado, el guión marroquí, bien urdido
desde las sombras del alto poder, propagó el rumor de que, con su
ancestral perfidia, los ocupantes españoles estaban tramando la
construcción de una poderosa base naval de su armada en Ceuta, a tiro de
cañón del nuevo puerto militar marroquí de Ksar Sghir, que estará
operativo dentro de dos años.
Llegó otro verano y esta vez también el Ramadán, así que
el reloj de ese revuelo intermitente en la frontera marcó la hora de
otra acción. El muñidor secreto de esa táctica sutil ha echado esta vez
la imaginación al vuelo y alega una razón inédita para el acoso: una
asociación de ciudadanos marroquíes ponen cerco a Melilla para matar de
hambre a los ocupantes de la ciudad vistiendo el disfraz de luchadores
contra el racismo y defensores de sus compatriotas que, según dicen
ellos, sufren vejaciones en los pasos fronterizos. El espectáculo está
servido: el invasor violenta al nativo, compra mercancías a precio de
tercer mundo, explota a la mano de obra local y utiliza a débiles
mujeres policías para hacer el trabajo sucio. Afirma la Policía
española, sin embargo, que el origen de los incidentes en la aduana de
Beni Enzar fue la provocación de un sainete bien ensayado, con algunos
elementos vergonzosos en la trama por su tinte machista: los aguerridos
luchadores antirracistas provocaron a una mujer policía cuyo retrato,
junto a los de otras ocho, se muestra en el cartel oficial de la
protesta rodeados de huellas sangrientas.
Hay tantas razones para mantener una buena relación entre
Marruecos y España que cuesta trabajo suponer astucia programada y
malas artes en el calendario de estos desencuentros periódicos:
colaboración en el sector pesquero, lucha antiterrorista, pateras,
emigrantes, paso hacia Europa de productos marroquíes por España,
empresas e inversiones españolas en Marruecos... La reivindicación
marroquí de las plazas españolas de Ceuta y Melilla es perfectamente
legítima, pero no es de recibo el desafío reiterado y el deshonesto
ardid rayano en el chantaje para cobrar cuanto antes, como una presa que
ya se huele, el primer trofeo previo a su anexión: la soberanía
compartida de las dos plazas en litigio. En esa querella política falla
sin embargo la base principal en la que se sustenta una relación
bilateral de igualdad: el Gobierno marroquí se rige también en este caso
por los baremos de la crispación permanente y sus desafíos actúan con
la ventaja e impunidad política de un régimen autoritario.
En cruzadas mucho más gloriosas la amalgama de racismo y
anticolonialismo para levantar la bandera de la libertad ha funcionado
siempre bien. No es este el caso. Es sorprendente la burda combinación
de ideales con que opera el llamado Comité para la Liberación de Ceuta y
Melilla, además de sus acciones impunes programadas con precisión
castrense: tras el armisticio de este fin de semana, el lunes no pasarán
alimentos y se cortará el tránsito a Melilla de los convoyes con
materiales de construcción; el martes se cerrará el paso fronterizo de
Melilla a las mujeres de servicio doméstico; el miércoles… Si se
mantiene el cerco, el Gobierno marroquí ya no podrá disimular su
aquiescencia. Ese Comité que lidera la cruzada dice actuar a favor de
los derechos de los emigrantes y en nombre de los ciudadanos de la
región septentrional de Marruecos, la ex colonia española cuya autonomía
sigue siendo una causa pendiente y la aspiración ahogada de muchos
rifeños.
Marruecos, el régimen de la monarquía alauí, tiene un
plan bien preciso de expansión territorial desde el día de su
independencia, hace medio siglo: Franco encubrió la guerra de Sidi Ifni,
España entregó a Marruecos el control del Sahara, maduran Ceuta y
Melilla y se mide la distancia hasta el meridiano de Canarias. Tampoco
esta vez la tensión, con beneficios bien calculados para la política
interior marroquí, desembocará a un cataclismo; pero el proyecto
diseñado en Rabat ha demostrado su eficacia, al punto de que la memoria
comienza a perder su poder de resistencia y cabe preguntarnos ya si
alguna vez existió Sidi Ifni. Me lo advirtió el pasado verano mi buen
amigo Alí Raisuni, mientras rememorábamos en Cheff Chauen el centenario
de la expulsión de los moriscos: si hacemos del pasado un arma
arrojadiza, nuestras ambiciones estremecerán las aguas del mar.
Articulo de Agustín Remesal/Nortecastilla.es
Imprimir artículo
Si te ha gustado este artículo puedes compartirlo desde tu blog, página Web o foro.
0 comentarios :
¿Que opinas de este articulo? Tus comentarios siempre serán bien recibidos, ¡¡ Gracias !!