La voz inocente de un niño,
es culpable de la muerte,
culpable del odio de los verdugos
de la ausencia de su ciudad.
Culpable que entierren
su voz para siempre
ante el silencio cómplice
de la indiferencia.
Dirán que la bala
atravesó su cuerpo,
atravesó su alma
y desgarró su corazón.
Una vez más
culparan a su madre,
a su hermano
a sus amigos.
Y al final,
los vasallos
encerrados en la ignominia
del delito
culparan al niño saharaui,
de su muerte.
Ali Salem Iselmu, poeta y escritor saharaui.
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