¡¡¡Que Ala te castigue a la Hamada!!! Así reza una maldición Árabe del norte de África. Y puedo asegurar que es como enviarte al infierno aunque yo lo visito en una época en la que las condiciones son soportables.
La Hamada es la parte más inhóspita del Sáhara. Desierto de piedra y arena, sin apenas ver la hermosura de las dunas, donde el sol no dá descanso y el siroco convierte en niebla ocre la arena.
Temperaturas diurnas de 50º a 55ª durante los meses de Julio y Agosto y noches gélidas durante los meses de invierno. No llueve casi nunca y cuando lo hace es de forma torrencial, inundando el desierto y llevándose por delante todo lo que encuentra.
Aquí es donde Argelia dá cobijo a un pueblo olvidado desde hace treinta y cinco años por todos. Allí no molestan, no se les oye, no se les ve.
Desconocidos por la mayor parte de nosotros. Sólo alguna noticia de vez en cuando y muy por encima nos los dá a conocer o, a unos pocos, nos recuerdan que todavía existen.
Tan solo son 200.000 almas de las que, probablemente, ni su propio Dios se acuerda. Hombres, mujeres y niños que malviven de la caridad internacional en campos de refugiados cerca de Tinfouf y muy próximos a su tierra, una tierra a la que no pueden volver porque no son bienvenidos y por la que no pierden la esperanza.
El pueblo saharaui salió de su tierra poco después que España abandonara a su suerte el país ante la Marcha Verde de “voluntarios” que inició Marruecos. Bajo el ruido sordo de los cañones del ejército marroquí, mujeres y niños huían hacia la nada del desierto que les daría cobijo. Solo mujeres y niños, no había hombres. Estaban luchando por su tierra.
Fue una guerra desigual en la que Marruecos iba levantando, con ayuda de Estados Unidos, un muro de protección-contención a medida que iba conquistando terreno. Este muro se extiende de norte a sur a lo largo de la frontera, precedido de un extenso campo de minas, entre el Sáhara Occidental y Argelia dividiendo el pais en lo que los Saharauis conocen como “territorio ocupado” y “territorio libre”.
Desde entonces sobreviven en los campos de refugiados de Tindouf sin la posibilidad de hacer nada con todo el tiempo del mundo disponible y nada en que ocuparlo.
Larga es la espera de este Pueblo por su libertad y larga seguirá siendo entre planes de unos y de otros para llegar a un acuerdo que nunca llega y que no pasa por darles lo que les pertenece.
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