Señoras y señores,
Hablar de derechos humanos, con sus diferentes códigos y su arsenal
jurídico de cánones y convenciones internacionales y regionales, puede
llevarnos a un ámbito de exposición que tal vez ni el tiempo ni la
ocasión lo permiten. Por tanto me limitaré en mi modesta intervención a
señalar algunas características para hacer una aproximación con la que
espero trasladar una mínima parte de la pésima imagen la ocupación
marroquí a mi país, el Sahara Occidental, y una mínima parte de las
verdades relacionadas con la dispersión que sufrió y sufre mi pueblo
por parte de un estado que a priori era un firme candidato para ser un
vecino leal y fraternal, con el que nos une las conductas de la buena
vecindad, la religión y la pertenencia al mismo espacio árabe y
musulmán.
Y la pregunta que considero necesario evocar con sencillez en este
sentido es: ¿es realmente posible hablar de derechos humanos bajo una
ocupación extranjera, salvaje y prepotente? ¿No se considera al
colonialismo en sí mismo una negación vana y total de todos los
derechos y una violación de los principios de estado y los principios
celestiales?
Pero la visión se aclara un poco para desenmascarar el crimen
cometido contra el pueblo saharaui, por lo que es necesario recordar
las características de la ocupación marroquí de mi país, y su relación
con el concepto de derechos humanos.
En octubre de 1975, mientras el pueblo saharaui aún trataba de
cicatrizar la herida de la guerra de liberación contra el colonialismo
español, una guerra liderada por el Polisario, en este periodo de
dificultades el estado marroquí decidió arrasar con sus ejércitos,
tanques y aviones la tierra del pueblo saharaui, dentro de la política
de invasión basada en la tierra quemada que el rey de Marruecos, Hassan
II, evocó en sus discursos el 20 de agosto 1974 y el 16 de octubre de
1975.
En febrero y marzo de 1976 fueron bombardeados los ciudadanos en
Tifariti y Um Draiga con NAPALM y fósforo blanco, prohibidos
internacionalmente. Y en los ochenta las fuerzas de invasión marroquíes
bombardearon a los combatientes saharauis con bombas de racimo y de
fragmentación, que por cierto son las mismas con las que Israel
bombardeó recientemente a la resistencia libanesa, y a pesar de eso
nadie protestó contra este crimen de exterminio colectivo contra el
pacífico pueblo saharaui. Lo que es peor todavía es que la potencias
internacional que hoy intenta patentar la defensa de los derechos
humanos y dar lecciones y sermones, es la misma potencia que bendijo
ese crimen y auxilió al invasor marroquí con todo tipo de apoyos: apoyo
logístico, con armas y especialistas, e incluso dio sus ciudadanos en
el año 1976 y apoyó a Marruecos con cobertura aérea y ofensivas
directas contra los combatientes saharauis.
¿Por qué? ¿Por qué, entonces, esta complicidad? Es una pregunta que
nos conduce a desenmascarar la hipocresía de las potencias
internacionales y sus varas de doble medir, o, mejor dicho, su visión
de los derechos humanos desde una perspectiva estratégica, desde el
punto de vista de sus codiciosos y estrechos intereses materiales.
Y a pesar de que este crimen podría catalogarse contra la humanidad,
¿fueron juzgados sus responsables o perseguidos como en el caso de los
Balcanes, Ruanda, Burundi o Irak entre otras zonas cuyos dirigentes
fueron castigados por los tribunales internaciones?
El crimen de desplazamientos masivos:
Más de 200.000 ciudadanos saharaui se vieron forzados a huir, bajo
amenaza de asesinato, de su país y buscar un refugio dejándolo todo
atrás, sus bienes, casas y sus vidas. Si exceptuamos a Argelia y
algunos países amigos, la voz de esos desplazados no encontró oídos ni
el crimen encontró condena internacional.
Decenas de miles de familias separadas entre el padre, que quedó
bajo la ocupación, y la esposa e hijos que se vieron obligados a buscar
refugio, o viceversa. Hay familias en las que algunos de sus miembros
murieron sin que sus ojos vieran a sus hijos y seres queridos.
El muro de separación militar:
El aislamiento forzado entre los hijos del mismo pueblo, como si el
régimen colonial marroquí no tuviera suficiente con los atropellos
anteriores, recurrió al principio de los ochenta al establecimiento de
cinturones de aislamiento para separar a las familias saharauis. Seis
cinturones militares se tejieron como una telaraña sobre las ciudades
saharaui ocupadas, para culminar en un enorme muro de separación cuya
extensión es de 2700km, con alambres de espino y minas que superan los 5
millones (aunque el pentágono estima que son superiores a 10
millones), equipos de monitoreo electrónicos y cerca de 200.000 mil
soldado marroquíes, y aun con eso no se movilizaron ni las
organizaciones internaciones, ni los tribunales internaciones para
condenar este crimen de separación y bloqueo, como ocurre en Oriento
Medio, ni los medios de comunicación internacionales exponen la imagen
de ese muro ni el sufrimiento de los saharauis. Incluso Aljazeera, que
vela, entre comillas, por la objetividad, no se atreve trasladar la
imagen de esas violaciones. ¿O es que el Sahara Occidental no es una
zona de luces, en la que hay una colisión de intereses internacionales,
y están en juego gigantescas inversiones?
La detención forzada, el secuestro el asesinato:
Más de 20 mil saharauis en los territorios ocupadas han conocido la
difícil realidad de la detención, y unos 521 secuestrados siguen en
paradero desconocido, cuya condición es reconocida por organizaciones
humanitarias internacionales, y otro número que lo duplica desapareció
sin que haya documentación disponible para probarlo, en virtud de la
situación de los beduinos, la lejanía y la resistencia de muchos a
llevar documentación del colonialismo español, ni tan siquiera sus
nombres figuran ni los de sus hijos en los registros civiles de las
ciudades ocupadas. Más de 151 combatientes saharauis siguen en manos de
Marruecos, a pesar de que el Frente Polisario liberó más de dos mil
prisioneros de guerra marroquí sin obtener nada a cambio.
Más de 150 simulacros de juicios en los que no se dan las
condiciones mínimas de un juicio justo. Cientos de ciudadanos saharauis
pasaron más de 16 años en las cárceles secretas en Agdez, Maguna,
Bisi-Simi, Azmamet, entre otras mazmorras marroquíes, sin juicio ni
derechos, y decenas de mártires saharauis perecieron bajo las torturan
en las cárceles del régimen de Rabat.
Desplazamientos forzados y asentamientos coloniales:
Desde 1976 más de 40 mil saharauis fueron forzados a emigrar de su
tierra, bajo amenaza, y obligados a desplazarse hacia el interior del
territorio marroquí, en virtud de la política de sustitución de
estructura de los habitantes autóctonos y destruir las raíces de la
resistencia, sustituyendo los habitantes de las zonas ocupadas del
Sahara Occidental por colonos marroquíes, hasta llegar, por ejemplo en
El Aaiún, que es la ciudad saharaui más grande, a 4 colonos por un solo
saharaui.
La política del gueto:
Consiste en el bloqueo de los saharauis en determinados barrios, de
la misma forma que los barrios árabes en la experiencia colonial
francesa en Argelia y la experiencia del “gueto” en la Sudáfrica del
nefasto régimen del apartheid.
Dentro de la política de aferrarse al territorio colonizad con puño
de hierro, saben ustedes que solamente El Aaiún está dividida en 20
distritos, donde cada callejón está bajo una administración que obedece
al notable, jeque, emir o “califas”, el líder, y así sucesivamente. El
régimen del Makhzen, completamente medieval, quiere acorralar la
resistencia y asfixiar a los ciudadanos, a eso se le añade miles de
miembros de la policía, la gendarmería, intervención rápida, DGED,
servicios de inteligencia, otra gendarmería, cuerpos parapoliciales, y
el ejército que asedia las ciudades saharaui con miles de efectivos.
Hay una discriminación racial en todos los ámbitos de la vida
cotidiana: económico, social y hasta la prohibición de la enseñanza y
los estudios, donde la escuela se ha convertido en un cuartel policial,
muy célebre en Marruecos y conocidos por ser grupos de delincuentes
indomables que solo conocen como método de tratamiento el asesinato y
la tortura. E incluso en las aulas siempre hay algún guardia/policía al
lado del profesor, sabiendo que la administración de la escuela, o la
guardia general, es un puesto que generalmente lo ocupa alguien de los
servicios de inteligencia (DST).
El porcentaje de desempleo en las zonas ocupadas ni es posible
determinarlo, ya que el ciudadano saharaui es un parado forzado en su
propia tierra, mientras que el régimen marroquí trae a colonos desde
Marruecos para darles empleo en el territorio, e incluso en los
trabajos autónomos se extorsiona al saharaui, los sitian con un arsenal
de prohibiciones y obstáculos, etc.
El saqueo de las riquezas naturales del Saharaui Occidental, y eso
que, por cierto, el Sahara Occidental no es, bajo ningún concepto, ese
territorio inútil como sostiene el régimen de Rabat, sino es un
territorio dispone de un variado banco de pesca, uno fosfato de buena
calidad, y una de las reservas más grandes tal vez mundialmente que se
acerca al 28,35% y cuya calidad alcanza el 80%, y es muy probable que
haya petróleo, gas en cantidades comerciales distribuidas en tres
grandes cuencas petroleras, además de decenas de minerales muy escasos,
como oro, piedras preciosas y las aguas subterráneas, etc.
Llegamos a las agresiones a la identidad saharaui, a la cultura
popular saharaui empezando por la imposición del apellido familiar,
llegan a la lengua, la indumentaria, el deterioro social y la
propagación de fenómenos nuevos en la sociedad con la construcción de
prostíbulos, la propagación del alcohol y las drogas…
La intifada y la resistencia:
Y con todo el volumen de de violaciones sistemática de los derechos
fundamentales, y a pesar del silencio impuesto, y el cerco militar que
sufren los territorios ocupados, aun así la resistencia popular emanó
en la intifada que acechó al ocupante. El pueblo saharaui posee una
historia repleta de resistencia, desde los levantamientos armados contra
el colonialismo español y francés desde 1884 hasta 1936, pasando por
los levantamientos pacíficos con la intifada del 17 de junio de 1970,
liderada por el desaparecido Mohamed Sidi Brahim Basiri, que sigue
desaparecido desde entonces hasta hoy, y llegando a las intifadas de
1991, 1995, 1999 y hasta la irrupción de la intifada de la independencia
en mayo de 2005, de cuyo sexto aniversario nos separan solamente días,
que supuso el levantamiento de los saharauis en cualquier lugar, en el
Sahara Occidental, en las ciudades marroquíes, e incluso en el resto
del mundo, y también en Internet en la que también hay otra intifada de
la información bajo el cerco mediático marroquí, y bajo las
violaciones sistemáticas y el asedio policial marroquí.
Esta intifada echó por tierra las tesis marroquíes propagando que la
independencia era una reivindicación de los refugiados, mientras que
los saharauis que viven en las zonas ocupadas eran, entre comillas,
“marroquíes”. También demostró el fracaso de la política de la
represión y la extorsión por un lado, y por otro lado la política de la
domesticación y el conformismo, pues el origen de la cultura
patrimonial de la lucha y su profunda arraigo nacionalista supuso la
ruptura de todas políticas marroquíes. A pesar de la compleja
composición de la ocupación marroquí y su sincretismo entre el
colonialismo clásico (Francia y España), el neocolonialismo de
asentamientos (como la experiencia israelí), y la discriminación racial
(como el modelo del régimen del apartheid), fracasó el
régimen colonial marroquí en su intento de domar la resistencia
saharaui. Naturalmente, hoy, como ayer, sigue intentado conservar su
permanencia prestando sus servicios a las potencias internacionales que
siguen soñando con recuperar sus glorias coloniales en la región,
puesto que se trata de un espacio estimulante para su despliegue
geoestratégico y económico, y de aquí deviene la complicidad con el
ocupante marroquí dentro de su agenda dedicada a la operación de
reestablecer su control sobre la región del Magreb, del gran Sahara, y,
en consecuencia, del sur del mediterráneo, sobre todo por lo que esta
región almacena de riquezas naturales y por su posición geoestratégica.
En definitiva, se trata de limitar el sueño y la ambición de los
pueblos y países de la región de independencia, desarrollo y unión.
En este sentido, Marruecos intenta, respaldado por Francia y España
en primer lugar, condicionar el conflicto en el Sahara Occidental al
conflicto de influencias y el retorno a la expansión en la región bajo
diferentes escudos. Pero el silencia internacional, y la incapacidad de
la ONU de cumplir con sus compromisos, y todo lo que la ley
internacional dicta y las convenciones internacionales, además de los
derechos humanos, considerando que el conflicto en el Sahara Occidental
es un asunto de descolonización inconclusa. Estamos, pues, ante una
expresión sincera de la voluntad de esas potencias de vaciar la ONU y el
derecho internacional de su contenido y sustituirlo por la ley de la
selva, con la invasión de países, el derramamiento de sangre y la
ausencia de libertad de los pueblos.
¿Estamos asistiendo a un dramático y paulatino cambio en las
relaciones humanas y en la ley internacional de privilegiar las marchas
militares de la ocupación, la codicia, el capital y la estrechez de
los intereses de los nuevos amos de la globalización? Pregunta con la
que deseo concluir mi intervención, y la plantea a una juventud que
reclama, como nunca lo había hecho antes, las armas del conocimiento
para conocer y avanzar, una juventud cuya voluntad es la de defender
los derechos de sus países, los intereses de sus pueblos que anhelas la
libertad, progresar y romper todas las cadenas de la esclavitud y el
control neoimperialista.
Mi experiencia fue amarga, como lo fue la de mis conciudadanos
saharauis, ya que desde que empecé mi militancia en 2005, y
especialmente con el inicio de la intifada fue cuando sufrí el
secuestro y la detención varias veces, y el objetivo era horrorizarme y
privarme de resistir pacíficamente a las maniobras de Marruecos y su
intento de imponer los hechos consumados de la ocupación. Eso tuvo
justo el efecto contrario de lo que deseaban con su acción.
Muchas gracias.
Fuente: Resistencia Saharaui
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