¡SAHARAUI, SAHARAUIA, EIDA FEIDAK LILHURRIA! (tu mano junto a la mia hasta la libertad) ¡Rompamos el bloqueo informativo. Derribemos el Muro de Silencio! ¡LABADIL, LABADIL, AN TAGHRIR ALMASSIR! (No hay otra opcion que la autodeterminación)

EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

Los muros de la desinformación

Los medios de comunicación son, junto a la economía, los poderes que mueven este mundo globalizado. Tienen el poder de movilizar y construir, pero sobre todo tienen el poder de ocultar, esconder e incomunicar. Ocultar lo que a las grandes potencias mundiales no les interesa que se conozca. Una de las realidades que ponen en evidencia esta situación es que, 23 años después de que los medios de comunicación occidentales clamaran por el derribo del Muro de Berlín, hoy callan, a pesar de la existencia de un muro 60 veces mayor. Hablo del muro que Marruecos comenzó a construir hace 32 años para perpetuar su ocupación sobre el Sahara. Un muro que tiene una longitud de más de 2.720 kilómetros, rodeado por el mayor arsenal de minas antipersona del planeta, controlado por la más alta tecnología militar y vigilado por más de 180.000 soldados marroquíes.
Todo esto para impedir el paso del Frente Polisario que durante años ha luchado para devolver a su pueblo la rica tierra que les pertenece y que se les ha negado durante demasiado tiempo. La riqueza del Sahara reside en los grandes bancos de pesca que rodean sus costas y en las grandes reservas de fosfatos que yacen bajo las grandes extensiones de arena. Recursos naturales que Marruecos vende y los países occidentales compran.
Estos negocios sin escrúpulos y la condena de ser un pueblo pequeño en un entorno muy rico han sido los que han llevado a la población saharaui a su gravísima situación. Muchos saharauis se han visto obligados a huir de esa generosa tierra y a refugiarse en grandes campamentos en medio del duro desierto, en condiciones extremas y sin posibilidad de regresar a sus hogares. Y los que se han quedado sufren la represión de un régimen que a falta de razón utiliza amenazas, detenciones, torturas y asesinatos. Todo bajo la complicidad de los países occidentales que parecen tener intereses que superan el sufrimiento de los saharauis y el derecho de un pueblo a decidir libremente su futuro.

Derecho que se podría respetar con la realización de un referéndum sobre la independencia del Sahara que, sin duda, pondría en evidencia las ansias de libertad de este pueblo. Pero Marruecos se niega, apoyado por los países capitalizados, que perderían las condiciones de unos negocios que una República Saharaui socialista, popular y solidaria, no permitiría.
Todo esto puede parecer un relato más de las múltiples injusticias del mundo pero es más que eso, porque afecta a personas con nombre y apellidos, a familias de niños y niñas que nos visitan año tras año en verano. Compartir cinco veranos con Nabihach y tener la suerte de haber sido acogido en su casa de Tinduf en tres ocasiones nos ha acercado, aunque sea de lejos, al drama que viven estos chavales y sus familias. Viven un destierro en medio de la nada más absoluta y el clima más extremo, sin nada que hacer salvo ver pasar el tiempo ya que carecen de cualquier perspectiva de futuro, a expensas de la solidaridad internacional que, sin duda, también está notando la crisis económica.
En nuestra última visita a Tinduf tuvimos la satisfacción de ver que un grupo de estudiantes de secundaria ofrecía su tiempo y su viaje de fin de curso para conocer, aprender y enriquecerse de la cultura y la forma de vida saharaui, dejando de lado un destino más cómodo, y así poder acercar esta realidad tan desconocida a Euskal Herria.
Y es que, sin duda, hay mucho de lo que aprender porque 37 años después de que, con la colaboración del Gobierno español, Marruecos ocupara el Sahara, la población saharaui sigue resistiendo con dignidad, habiendo construido en el exilio una de las sociedad mejor organizadas y más solidarias que existen en la actualidad. Están preparados para, algún día, volver a la tierra que tan injustamente les fue arrebatada.
Pero para ello, necesitan que su situación se conozca y que no caiga en el olvido como las potencias occidentales pretenden. Tienen que saber que los pueblos y las personas les apoyamos y que no permitiremos que anestesien nuestra conciencia por mucho que pase el tiempo, porque una ocupación es una ocupación, ahora y hace 500 años.

Por Mikel Arizti Lopez de Aberasturi , Educador Social
Fuente: deia.com


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