Bajo un calor sofocante, la explanada ubicada frente al Hospital Torrecárdenas se convirtió, un año más, en el lugar de ese adiós a un verano repleto de emociones encontradas que llega a su fin. En muchos de los casos este triste día es solo un hasta luego, pues muchos de los pequeños volverán el próximo año y vivirán un reencuentro que tanto familias como niños desde hoy ansían.
Sin embargo, luego están esas otras familias, las que acogen ya a jóvenes casi adolescentes que alcanzan los doce años de edad y que, lamentablemente, no volverán a pasar otras vacaciones estivales con sus padres de acogida.
En la mayoría de los casos, son niños que han convivido en su hogar almeriense durante los últimos seis veranos, lo que llevó a presenciar escenas de gran sensibilidad mientras registraban los equipajes y se iban cargando en un camión.
"Es un momento muy difícil para nosotros porque hemos visto crecer a Malumah y saber que el próximo verano no estará con nosotros es muy duro", explicaba consternada Loli Amate momentos antes de ver partir a su hija de acogida rumbo a Málaga.
A partir de ahora, cada uno de estos 81 pequeños vuelven a una realidad difícil, su residencia de origen en los campamentos de refugiados saharauis en Tindouf, Argelia, que contrasta con los cuidados que una familia occidental puede dar a sus hijos, tanto material como afectivo. Sin embargo, estos niños al ver la dificultad por la que pasaban en la tarde de ayer todas sus familias, fueron ellos mismos los que se preocuparon de que ese último momento no fuera tan amargo. La sonrisa que esbozaban sus caras en el momento de la despedida era el fiel reflejo de un agradecimiento si límites, el más inocente y puro que puede demostrar una persona.
El camino de vuelta es largo. Primero partieron rumbo a Málaga, donde cogieron el vuelo destino a Argelia. El problema viene a la hora de volver a cada campamento de procedencia, dónde recorrerán cientos de kilómetros por carreteras en malas condiciones. En el mejor de los casos, algunos tardarán 10 o 12 horas en llegar a casa, pero otros, hasta dos días en hacerlo.
No se fueron con las manos vacías, pues de su oasis veraniego se llevan una caja de 25 kilos con víveres, pero lo más importante: se van cargados de mucho cariño.
Todas las familias coinciden en que la acogida es "una experiencia única" y demuestra la solidaridad y sensibilidad de todas ellas, que inevitablemente han estrechado unos vínculos y un compromiso con el Sahara que durará todas sus vidas.
Fuente: elalmeria.es
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