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EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




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Gdeim Izik, el perfume de una historia que sigue seduciendo

El 10 de octubre 2010, fecha del levantamiento del campamento de la Dignidad - Gdeim Izik, quedará en los anales de la historia como una fecha simbólica para todos los saharauis. Un día como ningún otro en la historia del Pueblo Saharaui. Un día particularmente memorable, debido a su importancia histórica y a la incuestionable connotación combativa de un pueblo que lucha por sus derechos y que se negaba entonces _y se niega ahora_ a plegarse al hecho colonial consumado por Marruecos, desde que ocupó por la fuerza el Sáhara Occidental en 1975.
Gdeim Izik fue el primer levantamiento de la Primavera Árabe, la marca de un cambio de época, el perfume de una historia que sigue seduciendo.
El 10 de octubre 2010 sonó el fin de la economía de renta impuesta por el colonizador para asegurarse la sumisión de los saharauis. El pueblo saharaui, indignado, levantó un campamento de resistencia pacífica, la mayor acción reivindicativa saharaui de todos los tiempos, por la defensa de sus derechos civiles, políticos, sociales y humanos. Ese día, las tradiciones y los sueños saharauis se convirtieron en realidad. En aquél campamento, réplica de los que se sitúan en tierras argelinas en mitad del desierto, donde casi 200.000 hermanos saharauis resisten desde hace 37 años en el exilio. Aquel día, el 10 de octubre de 2010 el Pueblo Saharaui se levantó al unísono para demostrar que ni las balas ni la brutalidad de las fuerzas de ocupación marroquíes impedirán que siempre luche por la reivindicación de sus derechos y de su soberanía sobre un territorio usurpado. Gdeim Izik era su desafío al mundo para demostrar que ni el terror, ni la tortura, ni el bloqueo mediático pueden obligar a los saharauis a abandonar su lucha.
Gdeim Izik fue la prueba explícita de la voluntad del pueblo saharaui de romper el yugo del colonialismo, el sacrificio del exilio y la expoliación de las riquezas saharauis. Por primera vez, la juventud enseñó sus cartas, mostró su incondicional postura de desafiar, de una vez por todas, a tanta injusticia concentrada en una sola mano real.
Aquél campamento, incomparable muestra de capacidad organizativa saharaui, marcó el punto de ignición de la cuenta atrás de la ocupación marroquí y de su política de empobrecimiento, basada en el control absoluto de los derechos saharauis y en la sumisión del pueblo a un sistema de "cartillas", aplicando métodos de coacción para supervisar, mediante una rancia política de obediencia obligada, todo lo que los saharauis tienen y lo que no, todo lo que quieren y lo que no, decidiendo unilateralmente lo que les corresponde y por qué.
Ese día, la respiración marroquí se detuvo casi hasta la asfixia. Durante 28 días, el ocupante se debatió entre la confusión y la rabia, sacando para defenderse sus armas clásicas de corrupción y burda gratificación. Todo ello en vano. Ni las parcelas de terreno ni las cartillas consiguieron el silencio de los negociadores de los saharauis.
El levantamiento de Gdeim Izik infligió al Majzen marroquí una de las más severas derrotas de su historia. Sus primeros efectos se dejaron sentir enseguida. En primer lugar, el abrumador informe del Secretario General de la ONU, que quedará en los anales de la historia, en el que, por primera vez desde el alto el fuego en el Sáhara Occidental, hace más de 20 años, la ONU coloca a Marruecos en su lugar, como país ocupante de un Territorio No Autónomo sobre el cuál no tiene soberanía alguna.
No se hizo esperar la respuesta de la UE, que decidió poner fin al Acuerdo de Pesca con Marruecos, tratado que ya no ha vuelto a ver la luz, ante la negativa marroquí de reconocer que, por ser ocupante del Sáhara Occidental _y al no estar este territorio mencionado expresamente en el texto del Acuerdo_, debe asignar una parte de los ingresos obtenidos por la explotación de los recursos pesqueros al gobierno saharaui.
La derrota marroquí fue tan severa que, más de dos años después, el rey alauita se ha metido solo en un laberinto, del que sólo ha sabido salir, y no airoso, anunciando condenas ejemplares a los 24 saharauis acusados de unos delitos inexistentes y sin fundamentos de Derecho. A todas luces, no son más que inventos marroquíes dirigidos a vengar la afrenta del campamento de Gdeim Izik sometiendo a un juicio militar a los activistas saharauis, un escenario destinado a mostrar una prueba de fuerza para disimular una dolorosa derrota marroquí. Infructuoso intento de salvar los muebles en una lucha que, hoy por hoy, Marruecos tiene más perdida que ganada por su funesta acumulación de errores, unido a una clamorosa acción de denuncia emprendida por el Pueblo Saharaui, que no ha caído en saco roto. Tiempo al tiempo.



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