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EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

Juan Carlos se hizo confidente de la Casa Blanca y se convirtió en su gran apuesta para controlar España

Juan Carlos y Richard Nixon,
en la Casa Blanca, en 1971
El príncipe dio a Washington detalles pormenorizados sobre los movimientos de Franco en el Sáhara y pidió ayuda para conseguir que el dictador renunciara. EEUU vio en él al relevo indispensable para que la OTAN aceptara la entrada de España, lo que propiciaría que los estadounidenses mantuvieran sus bases militares aquí.
“A medida que entramos en el periodo de transición es esencial que yo pueda conservar la confianza del príncipe. Y es muy difícil hacerlo cuando mis mensajes son reenviados a todo el circuito y cuando parece que hay una falta de discreción total en determinadas misiones”. El cabreo monumental de Wells Stabler (embajador de EEUU en Madrid entre 1975 y 1978) era comprensible. El 5 de noviembre de 1975 el príncipe Juan Carlos le había desvelado cuáles iban a ser los siguientes movimientos de Franco con respecto al Sáhara justo cuando las relaciones con Marruecos atravesaban un momento crítico y el caudillo estaba a punto de morir.
Stabler envió el correspondiente informe al Departamento de Estado dirigido por Henry Kissinger. Cinco días después, descubrió que las confidencias del Borbón habían llegado hasta la embajada estadounidense en Rabat, que el encargado de la delegación las había transmitido a su homólogo francés en la capital marroquí y que éste último hizo lo propio a través de un telegrama a la embajada de Francia en Madrid, lo que, de alguna manera, podía hacer peligrar su impagable cercanía con el aspirante a rey.
¿Qué hacía el príncipe Juan Carlos revelando los planes de España a una potencia extranjera que jugó un papel clave y no precisamente neutral en el conflicto por el Sáhara?.
WikiLeaks ha compilado 1,7 millones de cables diplomáticos de EEUU entre 1973 y 1976 hoy ya desclasificados aunque difícilmente accesibles a toda la opinión pública. Y los ha organizado en una base de datos que, junto con el Cablegate filtrado en 2010, pretende ser la mayor biblioteca diplomática jamás creada.
Público ha tenido acceso a todos esos documentos correspondientes a la era Kissinger en exclusiva para los medios españoles y de su análisis se puede afirmar que el heredero del dictador se convirtió en aquel momento crucial de la historia de España en el mejor informador de EEUU con la esperanza de que con su lealtad se ganaría el respaldo de Washington tras la muerte de Franco.

Franco debe renunciar
La respuesta de Kissinger a las quejas de Stabler da una idea de lo importante que era Juan Carlos para los intereses estadounidenses: “Estamos de acuerdo en que tus contactos con el príncipe deben ser tratados con la mayor discreción. Estos informes tienen un grandísimo valor para EEUU y haremos lo que esté en nuestra mano para asegurarnos de que en el futuro se manejen de manera apropiada”. En otro mensaje, el secretario de Estado prohibió a sus embajadores en Marruecos, Mauritania y Argelia difundir “un material tan sensible que puede poner en peligro el acceso a la fuente“.
El príncipe pidió a Stabler que convenciera a Arias Navarro para que forzara la renuncia de Franco.
Las confidencias de Juan Carlos sobre el Sáhara pueden quedar como una simple anécdota comparado con lo que había sucedido tres semanas antes. El 16 de octubre Franco sufrió una crisis cardíaca que le dejó al borde de la muerte. De hecho, la embajada de Madrid llegó a dar por fallecido al dictador durante varias horas el día 21: “Nos han llegado varias informaciones, aún por confirmar, de que Franco ha muerto”. Según explica el historiador Charles Powel en su libro "El amigo americano" (Galaxia Guttemberg, 2011) no fue Stabler el que envió el cable sino su agregado de Defensa, que pretendía “poder atribuirse la primicia de la noticia”.
El príncipe jugó un papel esencial en las comunicaciones con EEUU esos días. Y el 23 envió a ver a Stabler a su confidente José María de Areilza, conde de Motrico y futuro ministro de Exteriores, para darle un parte pormenorizado de la evolución clínica del caudillo y comunicarle el plan que había trazado con el marqués de Villaverde, yerno y médico de Franco, para conseguir que firmara su renuncia antes de que falleciera.
El Borbón, impaciente por arrebatar el poder a Franco por si las cosas se complicaban pese a que en 1969 había sido designado su sucesor, llegó incluso a pedir ayuda a Stabler para que convenciera al presidente, Carlos Arias Navarro, de la necesidad de que el caudillo le traspasara los poderes antes de morir. El segundo de a bordo de Kissinger, Arthur A. Hartman, dio su visto bueno a la propuesta pero el secretario de Estado prohibió a Stabler categóricamente que intercediera porque no estaba por la labor de que se le relacionara con el intento de derrocar al dictador: “No estás -repito- no estás autorizado a mediar con Arias en este momento“.
EEUU sí preparó toda una batería de mensajes de condolencia y felicitaciones al príncipe que un mes más tarde emplearía tras la muerte, esta vez oficial, de Franco.

Cortejo continuo
Los contactos con el príncipe habían sido regulares en 1974 cuando Horacio Rivero era el embajador en Madrid, sobre todo a partir de julio, cuando Franco sufre una recaída y se ve obligado a ceder por primera vez de manera temporal el mando a Juan Carlos.
En 1975 el rey se vio o charló con Stabler en más de 10 ocasiones para informarle de los movimientos de la dictadura.
Se intensifican notablemente en 1975 con Stabler a medida que crecen los rumores sobre el deterioro del estado de salud del dictador. En este año hay documentadas más de una decena de conversaciones telefónicas o reuniones formales e informales. La base militar de Torrejón, unas vacaciones en Palma de Mallorca o un encuentro en España con estudiantes del National War College, eran la ocasión perfecta para que el príncipe se explayara con Stabler sobre el humor de los oficiales de las Fuerzas Armadas, la debilidad de Arias Navarro, las perspectivas de su llegada al trono, el Partido Comunista, la ultraderecha, el estado de forma de Franco, las relaciones con Francia y Portugal, o sus viajes a Oriente Medio en busca de acuerdos petroleros.
El cortejo se complementaba con cartas de los presidentes, Richard Nixon y Gerald Ford, y de Kissinger, a quienes vio en varias ocasiones durante sus visitas oficiales, felicitaciones de cumpleaños y hasta invitaciones de la Nasa para presenciar el lanzamiento de la misión del Apolo-Soyuz.
La preocupación de Juan Carlos por tener el beneplácito de Washington a toda costa era, sin embargo, un asunto que sólo le ocupaba a él ya que EEUU tenía bien claro que el futuro rey era su único candidato para controlar España.

Democracia no, bases militares sí
El 4 de noviembre de 1975 Stabler envió a Kissinger un informe general del panorama que se abriría en el país con la transición en el que subrayaba que “la desaparición de Franco allana el camino para una era más esperanzadora, pero la desaparición de Juan Carlos abriría las puertas a una lucha de poder donde los comunistas y los extremistas de todos los colores jugarían un papel determinante”.
Por ello, “está claro que el interés de EEUU reside en empujar a Juan Carlos a que dé un giro gradual, pero de manera decidida y no demasiado lenta, hacia la democratización. Debemos darle el apoyo que él claramente está pidiendo a EEUU”, continuaba Stabler. Kissinger respondió que EEUU “jugará un papel estabilizador y de apoyo en este proceso y se mostrará contrario a cualquier tipo de presión para que los cambios se produzcan de una manera más rápida”.
Si Juan Carlos pensó en algún momento que Washington estaría de su lado porque le preocupaba la democratización de España pecaba de ingenuo. A finales de 1975 vencía el acuerdo sobre las bases militares estadounidenses en España. El régimen había torpedeado las negociaciones bajo la premisa de que las instalaciones se usaban para proteger de la amenaza comunista a los países de la OTAN, no sólo a EEUU. Por tanto, si España no formaba parte de la Alianza, a lo que se oponían la mayor parte de los países precisamente por ser una dictadura, entonces los marines tendrían que hacer las maletas.
El príncipe y la transición abrían una puerta vital para Washington, que podría convencer más fácilmente a sus aliados de la OTAN de la necesidad imperiosa de acoger a España por ser la puerta al Mediterráneo. Y así fue. En un cable marcado como ‘Secreto’ el 5 de noviembre Kissinger ordenaba a su embajador ante la Alianza reactivar las gestiones: “Es muy importante hacer énfasis en las posibilidades que se abren ahora para Occidente para alentar la moderación y las instituciones democráticas en la vida política española”.
Madrid y Washington firmaron el Tratado de Amistad y Cooperación en 1976 ya con Juan Carlos como rey renovando el acuerdo sobre las bases. España no entraría en la OTAN hasta 1982.

Por Daniel Del Pino


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