¡SAHARAUI, SAHARAUIA, EIDA FEIDAK LILHURRIA! (tu mano junto a la mia hasta la libertad) ¡Rompamos el bloqueo informativo. Derribemos el Muro de Silencio! ¡LABADIL, LABADIL, AN TAGHRIR ALMASSIR! (No hay otra opcion que la autodeterminación)

EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

Madurar frente al muro marroquí

Hay quien va a lo fácil y critica por criticar a la juventud saharaui en su conjunto. Cierto es que se teme su radicalización y que se piensa que la rabia se apodera cada vez más de ellos, como reacción a la impotencia de no ver que se emprenda una lucha más activa y directa por la independencia del Sáhara Occidental. Pero es esa misma juventud la que se defiende con hechos de todas las críticas poco argumentadas que reciben. Hechos, no palabras. Muchos ya no creen en el diálogo como vía de solución del conflicto que asola el Sáhara desde hace casi 40 años, así que apuestan por innovar y actuar para dar vida a la revolución. Eso sí, han aprendido a controlar la rebeldía de su rabia y a canalizarla correctamente para no cometer errores que pongan en bandeja de oro a los marroquíes razones para justificar ante el mundo sus actos violentos contra los saharauis. Desde fuera, con información rigurosa y datos fehacientes de la realidad que les rodea, uno ve de manera distinta las manifestaciones que realizan mensualmente los jóvenes saharauis frente al muro marroquí, ese que divide en dos a su pueblo y su territorio. Los comentarios facilones y mediocres de cuantos critican sin tener la menor idea de lo que allí ocurre, de lo que hacen y de por qué lo hacen, logran que yo deje a un lado mis temores por su seguridad y pase varios días gritando con ellos que ese muro maldito -y sus 10 millones de minas y demás artefactos explosivos- tiene que hacerse visible para que desaparezca y deje de ser un crimen contra la humanidad o, mejor dicho, un atentado permanente contra los derechos más básicos de todos los saharauis.
En diciembre de 2012 la Plataforma Gritos Contra el Muro Marroquí emprendió sus acciones. Una asamblea de jóvenes donde no existen los cargos ni los jefes, auto-organizada, con una sola idea común en la que se cree o no se cree: El muro marroquí en el Sáhara Occidental debe desaparecer.
El 31 de diciembre fue su primera manifestación, con muchos testigos extranjeros, pero no resultó bien, quizá, simplemente, porque antes de nada era imprescindible soltar el lastre acumulado. No estaban satisfechos, ni por sus propios actos, ni por la respuesta marroquí. Cuatro meses largos después, la reflexión conjunta y en voz alta revela que podían haber pagado muy caro el haberse dejado llevar por sus impulsos alimentados de rabia. Les escucho atenta y me dicen: Si le hubieras oido hablar hace 4 meses verías que no tiene nada que ver con lo que está diciendo ahora. Él decía, como otros muchos, que “ya está bien de hablar y vamos a pasar el muro”… Y mírale ahora. Pero ¿por qué? Porque lo entendió, porque ha estado allí, porque lo ha vivido, porque de la reflexión conjunta se aprende. Vamos madurando, vamos sensibilizando sobre el conflicto, el muro y las minas poco a poco, en grupos pequeños, pero con constancia y las ideas muy claras.
Hablar con ellos fue más que productivo. Aprendí que ya no les voy a volver a ver lanzando piedras contra los soldados marroquíes que custodian el muro armados hasta los dientes, ni corriendo o saltando por los alrededores de una alambrada ficticia sembrada de minas por doquier, que no distingue zona segura de zona minada, exponiéndose a peligros que aún no conocen al detalle o a las incontroladas reacciones de los soldados marroquíes, que hasta llegaron a efectuar disparos para calmar sus propios nervios. Cuando vamos al muro, los jóvenes saharauis nos reunimos, nos expresamos por nosotros mismos, nos manifestamos… Las primeras veces, les tirábamos piedras, ahora ya no, porque ya soltamos la rabia en su día y cometimos nuestros errores, pero ahora vamos en calma, dispuestos a hablar y abiertos a conocer la situación.

También entendí que ellos a su vez han entendido que no lleva a ninguna parte darle a los marroquíes argumentos para levantar pilares sólidos que sustenten sus mentiras. Los marroquíes no quieren que estemos allí calmados, simplemente mandando contra ellos nuestro mensaje, sin que ninguno de nosotros resulte herido, sin que a alguno de nosotros se le explote una bomba o una mina… Ellos lo que quieren es que nosotros cometamos errores y, aunque no lo hagamos, se los inventan… Ahora sé que si yo me paro arriba del muro, ellos tienen todo el derecho del mundo de matarme para defenderse, porque yo subo para matarles a ellos. Esa es la más fácil justificación que podemos darles. Existe un límite donde la MINURSO ha dicho que nosotros no podemos pasar, así que, legalmente, ellos podrían atacarnos si se ven amenazados. Quisimos llevar a cabo una acción, que gracias a Dios no hicimos, porque cuando volvimos a los campamentos nos dijeron que si lo hubiéramos hecho habríamos ayudado más a Marruecos que al  Frente Polisario. Ahora se ponen nerviosos porque no hacemos nada para provocarles…

Allí sentada escuchándoles comprendí que, como todos, ellos también aprenden de sus errores y que de la reflexión profunda surgen convencimientos fuertes, que fomentan la unión de toda la juventud saharaui en un grupo en el que el único líder es el entusiasmo por demostrar a los marroquíes que donde los jóvenes saharauis instalan su campamento por unos días es su tierra libre, usurpada y ocupada por el rey alaiuta hace 40 años, ese mismo que juega con gran ventaja desleal e ilegal, porque se guarda como ases de su propia baraja el silencio internacional, la impunidad y los intereses económicos que mueven montañas a costa del sufrimiento saharaui. Y sonrío al escucharles hablar y comentar que poco a poco los jóvenes vamos creyendo en esto, porque al principio, no creíamos en nada. Nunca habíamos entrado en nada de lo que es la revolución, siempre hemos creído sólo en nuestra propia idea, sin escuchar a nada ni a nadie. En mi caso, mi único convencimiento era que cuando se iniciara la guerra, yo sería el primer soldado, mientras tanto, yo no estoy para hablar. Nunca he creído que la “habladera” fuera a lograr algo positivo. Ahora, estoy en un grupo, lo quiero, tenemos las mismas ideas, hemos avanzado por un solo motivo, vamos al muro, hacemos nuestras actividades, sin cometer esos errores que los marroquíes esperan que cometamos… Trabajamos juntos, fomentamos la unión, nos conocimos en diciembre y ahora, con cada manifestación que se hace, crecemos.

Esta iniciativa de la Plataforma Gritos Contra el Muro Marroquí no cuenta con apoyo de nadie, se juntan en grupos reducidos para plantear y discutir ideas, explicarlas y entenderlas, como dije antes, siempre auto-organizados. Ojalá algún día podáis venir con nosotros y vivirlo, porque esta experiencia no se puede explicar con palabras, hay que vivirlo y si lo vives, lo crees. No hay palabras para explicarte todo lo que hemos hecho. Les critican que sólo se reúnen un máximo de 40. Dicen las malas lenguas que no tienen ningún poder de convocatoria, pero es que no saben que la Plataforma no quiere tampoco reunir a más, porque su trabajo de sensibilización se realiza poco a poco, con el convencimiento de que más vale 10 convencidos y controlados para que nadie corran riesgos innecesarios, que 50 sin ideas e invadidos de rabia. Con el tiempo, con trabajo constante, están seguros de que podrán llegar a reunirse hasta 200 jóvenes conocedores ya y convencidos de su denuncia y sus reivindicaciones, pero aún es pronto. Cada mes vamos 40, con 20 nuevos. Ya casi tenemos 100, de los que estamos seguros que si regresan, se controlan, porque ya lo han vivido, porque ya no es algo nuevo. Insisto, no es una cuestión de palabras, sino de hechos, de vivencias que marcan para siempre.

Tiempo al tiempo…


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