¡SAHARAUI, SAHARAUIA, EIDA FEIDAK LILHURRIA! (tu mano junto a la mia hasta la libertad) ¡Rompamos el bloqueo informativo. Derribemos el Muro de Silencio! ¡LABADIL, LABADIL, AN TAGHRIR ALMASSIR! (No hay otra opcion que la autodeterminación)

EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

Minas y bombas en tiempos de paz

Desde 1975 hasta 1991, fecha en que se firmó el Alto el Fuego, el Frente Polisario, como Movimiento de Liberación del Sáhara Occidental, libró una guerra contra Marruecos (y contra Mauritania durante los primeros años). Durante el transcurso de esa contienda, el rey de Marruecos mandó construir un muro, el segundo más grande del mundo después de la Muralla China. 2.700 kilómetros que dividen el territorio y al pueblo saharaui en dos partes.
10 millones de minas terrestres, bombas de racimo y demás artefactos explosivos -munición bélica sin explotar- siembran de peligro permanente el territorio a ambos lados del Muro Marroquí en el Sáhara Occidental. Esas malditas asesinas siguen ahí, continúan hiriendo, mutilando y matando saharauis en territorio liberado y en la zona ocupada por los marroquíes.
Las minas no distinguen entre tiempos de paz y tiempos de guerra. Tampoco entre hombres, mujeres y niños, ni tienen baremos de edad. Simplemente están allí para causar el mayor daño posible. Siempre atacan por sorpresa, ocultas entre las piedras y la arena del desierto.
Miles son ya las víctimas que deja como balance el muro marroquí. Muchas también las voces que imploran el desmantelamiento de esa barbarie y la inmediata puesta en marcha de un mecanismo ágil para el desminado del territorio saharaui, pero todas se pierden en el eco de la propaganda marroquí que insiste en decir que esa aberración, que genera un impacto que pocos imaginan,  es una “muralla defensiva”.   Basta ya de mentiras.
Pongamos las cartas boca arriba y entrad a ver y a conocer la realidad de un mundo que no puede seguir siéndote ajeno. Este es un drama que asola a indefensos ciudadanos saharauis que claman por su independencia y su libertad, que no pueden ver a sus familiares porque hay un muro con sofisticado armamento y tecnología de última generación que amenaza sus vidas alegando defensa propia. Ya, sólo hay que ver los efectos causados por las explosiones en los cuerpos de las víctimas o las consecuencias que por ellos sufren sus familias, allegados y su entorno más cercano, para que te salga de dentro un enérgico y poco útil lamento.
Me decía Zaina hace unos días que no hay mayor cobardía que una mina… Yo creo que no hay mayor cobardía que ser la mano capaz de sembrar de minas un territorio, capaz de lanzar a diestro y siniestro bombas de racimo para que se dispersen por todas partes sin pudor. No. No hay mayor cobardía que poner una mina a sabiendas de que algún día, en algún momento, causará daños a otro ser humano, a su fuente de ingresos o a su entorno.
Las historias, los dramas vividos por esas víctimas estremecen, duelen, cabrean de una forma que difícilmente se puede explicar, porque en serio que sus palabras desprenden tanta impotencia como la metralla de una bomba de racimo. Si es que no sé cómo hablar de esta cacharrería de la muerte en que ha convertido Marruecos una tierra que no es la suya y que mata o hiere constantemente a personas que no pueden defenderse de enemigos ocultos, que siguen apareciendo y que cada vez son más modernas, más dañinas… Míralas, estos son algunos ejemplos de los peligros y los riesgos de las minas terrestres, bombas de racimo y munición bélica abandonada que Marruecos deja en sanguinaria herencia al pueblo saharaui.
Hay muchos más. Algunos tan obvios como identificables, otros tan cobardes como quienes los pusieron.
Otro día compartiré sus historias, esas que digo que me enervan, que me taladran por dentro y no me permiten dormir sabiendo que mañana cualquier saharaui puede volver a tropezar con estas malditas minas terrestres y bombas de racimo asesinas. Me sale de lo más profundo del pensamiento llamarlas por su nombre propio, putas minas, porque lo son. Porque matan a diario a sus rebaños que buscan pasto o agua en los pozos clausurados por el muro, que la relegó al territorio ocupado; porque aterran antes de explotar cuando uno escucha el clic de la activación con la pisada del pie. Porque, simplemente, esperan el momento, porque están ahí listas para dañar, preparadas para arrancar al pueblo saharaui más de lo que no es suyo, pedazos de cuerpos que amputan por deporte. No puedo remediarlo, a veces, exploto también de rabia, de impotencia, de… de todo.



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