Hace unos días leí en Facebook una frase del fotoperiodista Manu Brabo… La Historia es como la puta plastilina, cada uno la moldea a la forma de su mano. El detalle del adjetivo calificativo a la plastilina imprime cariz de rabia, quizá impotencia y, sin duda alguna, mucha amargura. Me identifico plenamente con el sentimiento que provoca una frase así, porque se me abren las carnes si me pongo a recordar la cantidad de veces que este año he escrito sobre el Muro Marroquí en el Sahara Occidental, sus minas y sobre las víctimas que causa. Y me siento incapaz de hacer un balance del año sin antes tragar saliva, apretar los puños y contar hasta cien para ser honrada y reconocer, rebosando vergüenza ajena, que toda su sangre vertida sobre la arena del desierto aún no tiñe la conciencia de quienes manipulan a su libre albedrío la Historia de un triángulo mortal.
Pienso en las familias de los que no sobrevivieron… Ahmeitu Mahmoud, Abdelahi Eljarsi, Salama Sidahmed Yamme, los tres operarios de carreteras marroquíes… Seis víctimas mortales y 15 supervivientes (8 con severas amputaciones, 4 heridos leves y 3 milagrosamente ilesos). 21 víctimas en 8 accidentes es un balance demasiado elevado como para que no se escuche, porque cada una de ellas tiene delante y detrás más vidas que les quieren, les necesitan y que, de una manera u otra, dependen de él. Vidas rotas, familias embestidas por la tragedia, que se clava cual metralla y se arrastra para siempre. Es duro esto, muy duro, sobre todo si se piensa que una firma permitiría cambiar todo e invertir la situación…Una firma que no sólo no llega, sino que ni siquiera se sopesa.
Termina 2014 con ese trágico balance conocido, que en ningún caso es exhaustivo, porque no puede serlo sin mecanismos de control específicos, que permitan, entre otras cuestiones, llevar un riguroso registro de los accidentes y las víctimas a ambos lados del Muro. Es hora ya de aplicar la doctrina de la responsabilidad política y que se inste a Marruecos a adherirse al Tratado Internacional de Prohibición de Minas y a la Convención de Municiones en Racimo, porque esa es la firma que garantiza las posibilidades de abordar un programa completo, con recursos y medios, para llevar a cabo la labor de descontaminación del territorio y así poner a salvo muchas vidas que hoy están amenazadas. También permitiría implementar modelos de atención, apoyo y seguimiento para las víctimas supervivientes y las familias de los fallecidos; y, sobre todo, restará clientes al inmundo mercado de la compra-venta de estas armas prohibidas.
Si la historia del Muro Marroquí en el Sahara Occidental es como la puta plastilina a la que alude Manu, que puede modelarse y mantenerse sobre la creencia de que es una barrera defensiva, apaga y vámonos. Porque hace 23 años que finalizó la contienda bélica y, hoy por hoy, ese Muro delimita mucho más que una frontera ficticia y cuesta demasiadas vidas.
Si de verdad la Historia se puede modelar, hagamos un arcoíris de esperanza y abramos entre todos un nuevo capítulo en este 2015, uno en el que se abogue por el paulatino desarme y la desmilitarización del Muro, como un paso adelante hacia esa voluntad de salvaguarda de la paz que se difunde, pero no se consolida. Un nuevo capítulo en el que los esfuerzos se dirijan hacia que no haya más víctimas y en el que las que ya lo son, se respeten, se arropen y se cuiden como se debe. Hagamos que se abra ya el capítulo donde esa firma sea un hecho y ponga la piedra angular de la necesaria desmantelación del Muro, la limpieza del territorio y se defienda, por fin, lo más importante: La vida humana.
© Elisa Pavón
Fotografía: © Joaquín Tornero
Fuente: Dales Voz a Las Victimas
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