¡SAHARAUI, SAHARAUIA, EIDA FEIDAK LILHURRIA! (tu mano junto a la mia hasta la libertad) ¡Rompamos el bloqueo informativo. Derribemos el Muro de Silencio! ¡LABADIL, LABADIL, AN TAGHRIR ALMASSIR! (No hay otra opcion que la autodeterminación)

EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

Memoria de arena [09]

 Ilustración de Roberto Maján
LA JAIMA SIEMPRE MIRA AL SUR
I
Nunca cruzar sobre sangre, ni cenizas,
ni dormir a la hora de ponerse el sol,
ni sentarse jamás sobre la almohada.
No dejar las sandalias al revés,
ni caminar hacia atrás, ni orinar de pie,
ni señalar con el índice al cielo.
Al cementerio entrar descalzo y la noche
del viernes dar de beber a los muertos.
Poner siempre los dedos en el suelo
al escuchar una desagradable noticia.
No llamar a quien empieza un sendero
y si alguna vez, sin querer, se hace
se le pide que regrese y se le ofrece leche
o un terrón de azúcar, antes de seguir el viaje.
Sólo el color blanco allana los caminos.
No pronunciar el nombre de la aguja,
ni de la serpiente durante las noches.
Pero siempre decir los nombres de dios
al escuchar los ecos de un rebuzno.
Visitar a la familia y a los vecinos
saludar con la mano derecha y rogar
a la tormenta que se aleje porque
en la jaima se encuentra el profeta.
Nunca pisar restos de comida,
ni pasar por encima de alguien acostado.
Nunca dirigirse al suegro sin turbante,
ni permitir que el agua baile en la jaima.
Tratar con respeto a las hormigas,
y en nombre de Dios reclamar justicia.
II
El vaso que se desliza en la bandeja
anuncia que alguien se aproxima.
Y si se rompe, todos los males, se lleva.
La postura de las sandalias puede
anunciar la aproximación de un viaje.
Pero no  un martes y siempre decir
los nombres del Señor antes de partir.
Recoger arena de las huellas de quien
sale de viaje y no limpiar la jaima
hasta que el viajero llegue a su destino.
Limpiar la jaima barriendo hacia fuera
por las mañanas y las tardes hacia dentro.
No dejar que el niño se siente en el umbral
mirando hacia el interior, ni que se
agarre a los mástiles que sostienen la jaima.
No sacar la manteca del odre
hasta después de cuatro días,
y si el ojo vibra es alegría.
No sacar leña de la morada del ganado,
ni dejar en la noche destapado un cuenco,
y que el recipiente no vuelva nunca vacío.
El miércoles no se corta el cabello,
ni se afeita, ni se peina,
ese día sólo caen los pelos de la suerte.
El sábado se peinan las vírgenes y las viudas.
El jueves o el domingo se teje y se construye,
y el martes se marca con fuego el destino,
es el día en que alivia la medicina ancestral.
Mitos, creencias, miedos, sueños,
anhelos y fantasías: nuestra vida,
como la jaima que siempre mira al sur,
como rascarse un esperado encuentro
en las cejas o que un estornudo oportuno
confirme una asombrosa sentencia.

Mohamed Salem Abdelfatah, Ebnu

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