Takbar, Essima, Khira… El nombre no importa. Las tres son madres saharauis, las tres viven en el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos desde hace 40 años. A las tres les une un mismo vínculo: el asesinato indiscriminado de sus hijos en este olvidado enclave del mundo. Un infierno donde la mayor parte de los ciudadanos viven cada día la misma pesadilla: levantarse sin saber si ellos, su familia o los más próximos estarán vivos mañana. Un mañana sin futuro, e ignorado por el resto del mundo que ni tan solo sabe de su existencia y aún menos de su sufrimiento.
Mohamed Lamine Haidala, hijo de Takbar Haddi fue literalmente linchado por ciudadanos (eufemísticamente llamados colonos) marroquíes hace unas semanas en su país, en su tierra, en sus calles, en El Aaiún. La capital de una reserva de cacería donde criminales profesionales vigilan y controlan con olfato impregnado de odio a las presas sobre las que encarnizarse a discreción.
La bastarda política alauita del rey-diós Mohammed sexto se basa no tan solo en eliminar sistemáticamente a la población autóctona saharaui, si no además, crear sufrimiento, pánico. ¿Detendrán hoy a mi padre? ¿A mi hijo? ¿A mi hermano? ¿Lo encarcelarán? ¿Lo torturarán? ¿En qué secreto lugar sufrirá su soledad? Dolor de tortura, de violación. Dolor de ignorada desaparición. Dolor de muerte. ¿Me devolverán el cuerpo de mi hijo, el que ellos han matado, para al menos poder llorarlo y honrarlo mirando su último inacabado aliento?.
Ante el edificio del consulado de Marruecos en Las Palmas, Takbar Haddi está en huelga de hambre hace más de 30 días para reclamar justicia y para que se le entregue el cuerpo de su hijo. Valiente pero cada día más debilitada dice con un hilo de voz: “Mi hijo me pide justicia en mis sueños”. Un sueño que nunca podrán conciliar Essima Buseif ni Khira Ahmed, madres de Hassanna Elwali y Said Dambar, también asesinados por los depredadores que disponen de licencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y de sus títeres de la Minurso (cascos azules de la zona), que con más de 60 millones de dólares de subvención tapan los ojos y la moral de los que deberían ser los vigilantes de que en el Sáhara Occidental se cumpliesen los Derechos Humanos de sus habitantes. Como mínimo los más elementales: el derecho a la dignidad y el derecho a la vida. Pero, ¿a quién le importa el pueblo saharaui? 30 días, 40 años. Que más da.
Texto e imagenes Francesc Verdugo Ibarz / Mollet del Vallès
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