En Tinduf, en el sur de Argelia, se encuentran desde hace 41 años los campos de refugiados saharauis. La mayoría de los servicios y actividades están gestionadas por mujeres. Ellas son la base de un Estado olvidado y mantenido en el exilio.
Fotoreportaje de Marta Trejo Luzón / Fuente: elpais.com
En 1975, España abandonó el Sáhara Occidental y estalló una guerra por el control del territorio entre el Frente Polisario (Movimiento de Liberación Nacional Saharaui), Marruecos y Mauritania. Las mujeres, los mayores y los niños que vivían en el Sáhara Occidental huyeron hacia Tinduf, región cedida por Argelia para asentarse temporalmente hasta que acabase el conflicto. Allí se erigió la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), articulada por comités revolucionarios casi exclusivamente compuestos por mujeres. Existen cinco campos, donde actualmente viven 185.000 personas. En la foto, Fatimehtu Mahmud, que con 25 años tuvo que huir al desierto de Tinduf con su familia, dejando todo atrás. Vive en la wilaya (provincia/campo) de Auserd con su hija y sus nietas. Tiene 67 años y sus otras dos hijas viven en Canarias y Jerez, desde donde le mandan ayuda para subsistir. Dentro del campo hay un pequeño mercado donde los refugiados adquieren productos de primera necesidad, higiene y ropa. Los alimentos llegan a los campos a través de ayuda humanitaria.
Las mujeres están a cargo prácticamente de toda la vida social y económica en los campos de refugiados.
Han convertido los asentamientos en grandes núcleos urbanos organizados, limpios y solidarios que acogen a los miles de cooperantes que cada año visitan la zona para colaborar y entender mejor la situación del conflicto. Los niños y los ancianos respetan profundamente las decisiones de las mujeres y son ellas las que mantienen el discurso de una solución pacífica al conflicto, poniendo mucha esperanza en las Naciones Unidas y el Gobierno español.
Biya, Jadiyetu y su amiga (de 9 y 10 años) pertenecen a la escuela de Tichla, dentro del campo de Auserd. Van vestidas con uniforme por la marcha celebrada en honor a Brahim Gali, el nuevo Secretario General del Frente Polisario que sustituyó a Mohammed Abdelaziz, fallecido el año pasado. La vestimenta militar representa el deseo de muchos saharauis de retomar la lucha armada. En el colegio, los niños y niñas cantan todos los días el himno saharaui mientras alzan la bandera antes de comenzar las clases. La letra habla de los mártires y el sufrimiento del pueblo saharaui. Verlos en fila recitando las palabras refleja una imagen rígida y jerárquica propia de un Estado militar. “Marruecos tendrá que resolver este conflicto antes de que los jóvenes lleguen a la dirección política de la RASD, porque entonces no podrán pararlos”, explica Mansur Mohammed Fedel, representante de la Unión de Jóvenes Saharauis (UJSARIO).
Las mujeres saharauis, aparte de organizar la dirección de los campos a través de comités y subcomités, son las activistas más implicadas. Muchas de ellas salen al desierto con las fotografías de sus amigos y desaparecidos durante los enfrentamientos con Marruecos. Desde la Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis (AFAPREDESA) denuncian, a través de imágenes grabadas, la brutal represión que sufren las mujeres activistas que viven en el territorio gestionado por Marruecos. No todos los espectadores pueden aguantar la mirada ante los golpes y los allanamientos de morada de las fuerzas de seguridad marroquíes. En la fotografía, la mujer de la izquierda porta la foto de su hermano mayor desaparecido durante la guerra con Marruecos y la mujer de la derecha la de Embarek Daoudi, preso político encarcelado por Marruecos.
Las niñas en los campamentos van a la escuela desde pequeñas y, cuando acaban la educación obligatoria (equivalente a la ESO), se van a estudiar al extranjero. Muchas de ellas se quedan fuera y otras vuelven para aplicar sus conocimientos dentro de los campos. La RASD se considera uno de los Estados árabes más igualitarios. Presumen de "no tener ni una sola mujer en las cárceles ni existir casos de violencia de género". Pero estos datos no se pueden confirmar debido a la falta de estadísticas y de un sistema judicial que lo gestione.
Aquellas mujeres que no pueden salir de los campos de refugiados a estudiar en el extranjero se forman en los pocos centros de educación superior que hay en el desierto. En la Escuela 27 de febrero, en el campo de Bojador, reciben educación especializada en producción, agricultura y gestión. Además, la RASD ha comenzado un proyecto de Universidad en Tifariti, con varios campus a lo largo del desierto. Sin embargo, la educación que reciben está incompleta y solicitan apoyo de profesores extranjeros que las asesoren para aprender más.
Esta mujer policía vigila la marcha conmemorativa del cuadragésimo primer aniversario de la creación de la RASD en el campo de refugiados de Auserd. La seguridad en los campos está muy reforzada debido a los peligros que existen en el desierto del Sahel. El contrabando de armas y drogas y el avance del extremismo islamista ponen en peligro la seguridad de los refugiados de Tinduf. A partir de la 1:00 está prohibido circular en coche por el campo de Auserd, donde se refuerza la vigilancia por las noches.
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