Este hermoso cuento ha sido escrito por mi abuelo saharaui (adoptivo) en el mes de marzo del corriente año, con su permiso, lo comparto aquí con todos ustedes, a pesar de ser un cuento, narra la triste realidad que padecen tantos saharauis, producto del deseo de huir de la cruel invasión y represión aplicada contra la población autóctona del Sáhara Ocupado, en manos del estado ocupante ILEGAL marroquí. También fue publicado por nuestros compañeros y amigos de www.sahalibre.es , a quienes personalmente les agradezco enormemente su incesante apoyo y amistad con nuestro pueblo saharaui.
http://www.saharalibre.es/modules.php?name=News&file=article&sid=717
Un joven arrogante y atrevido escribió repetidas veces “YA LMAQRYB SIR BHALAK SAHRA MAHI DYALEK”, hasta que le dieron el “OK” y salió.
Era la señal.
¡EH! ¡No os ausentéis!, dijo la madre preocupada a sus dos hijos. Vuestra tía me ha dicho que en el barrio Ma3ata.lah hay follón con los policías marroquíes.
El hijo mayor, Mahafud no se molestó en mirar hacia atrás, iba acompañado por su hermano menor de 10 años; quiso volver su vista y responder a su madre que no se preocupase.
Era un mal “augurio” la llamada de su madre, pensó. También pensó en volver y romper ese mal “augurio” con un trozo de azúcar en la boca, pero lo único que rondaba en la cabeza de Mahafud era salir, cruzar el charco en patera “lejrig” malamente llamado.
Mahfoud, licenciado en ciencias económicas a sus 26 años sin trabajo, perseguido y amenazado por la policía marroquí. Era esto el motivo de su marcha, también le preocupaba su hermano menor, quería lo mejor para él, una educación exenta de falsas ideologías fabricadas por el (Majzen) marroquí.
Aquella noche todo estaba organizado y canalizado con sus 15 compañeros, cada cual con una historia. Pero por un motivo común, huir de la opresión policial.
Llegó el Land Rover a la hora fijada, pero tuvieron que esperar unos 10 minutos por dos compañeros. La espera no fue larga, llegaron gritando de júbilo. ¡No nos hemos querido ir sin izar unas banderas polisarias en la plaza de “Dchera”! (zona muy transitada por los colonos marroquíes y de grandes edificios construidos por el lobby saharaui pro marroquí). Todos felicitaron a sus dos compañeros por la hazaña.
Subieron en el Land Rover al punto de encuentro con la patera, a unos 60 Km. al norte de El Aaiún, (Amigriu), el que era el último puerto fronterizo español.
Noche fría que corta, pleamar y rizada (no hay moros en la costa) y nunca mejor dicho. Las fuerzas auxiliares, solían salir a inspeccionar desde su puesto de mando ubicado en Amigriu, la costa asignada a cada sector.
Últimamente, se hace con mucha frecuencia desde que Zapatero está en el gobierno, pero aquella noche era distinta. Fría mar con olas de tres metros y con viento del este “Sergui”, no es de extrañar que no hubieran salido, sería un suicidio.
Tampoco los pescadores marroquíes tenían muchas ganas de salir y faenar, siendo los dueños y señores de esa costa, a los que más temían los saharuis con ideas de cruzar el Atlántico hacia Canarias, por temor al chivatazo a las autoridades marroquíes, con los cuáles tenían buenas relaciones a espaldas de los engañados saharuis.
A 5 Km. más al sur, el Land Rover con la reductora puesta y las luces apagadas avanzaba lentamente por el arenal, ayudado por una brújula y un GPS., hacia una pequeña playa ya conocida.
Un todo terreno, esta vez un Toyota Land Cruiser pick up les esperaba con las ruedas casi en el agua, medio pinchadas por los 500 kilos de peso: La patera, el motor de 50 caballos, tipo Yamaha y demás accesorios. El conductor del Toyota les hizo una señal con una pequeña linterna cuando oyó el ruido del motor del Land Rover que se aproximaba.
Del Santana saltaron a tierra los 15 jóvenes, tiritando de frío, no sabían donde estaban. Al momento oyeron que los dos conductores discutían por el retraso del Land Rover.
Sabes muy bien que es mucho peso para el Land Rover, además tuvimos que sortear a 3 controles de la gendarmería.
Entonces intervino, Mahafud afirmando lo que decía el conductor del Land Rover, al que le era simpático y audaz, dando así zanjada la discusión.
El conductor del Toyota que era artífice del negocio, gritaba ahora desconsolado. ¡Bajad, bajadme la carga del coche!, señalando las ruedas medio enterradas en la arena húmeda traídas por las pequeñas olas, en su ir y venir haciendo un compacto duro alrededor de los neumáticos.
Todos los muchachos echaron a correr, al oír la llamada de auxilio. Bajaron la patera que pesaba más y en 10 minutos el Toyota estaba ya en tierra firme. Eran jóvenes enclenques, pero de una moral de hierro y todo bajo la mirada de Mahafud, al que querían y respetaban.
Aún nos queda trabajo, comentó Mahafud a dos compañeros que estaban cerca de él.
Reunid a los muchachos que (Larabas) quiere decirles algo.
Larabas era el conductor del Toyota, un hombre que sólo ama el dinero, no conoce lo legal. Media hora antes, un joven había comentado a Mahafud que éste hombre no le inspiraba confianza, porque le conocía de la cárcel Negra de El Aaiún por motivos de drogas y “lejrig”.
Hay que tener mucho cuidado con este tío. Volvió a repetir el muchacho. Mahfud era inteligente, tranquilizó al joven al verle nervioso y le señaló un pequeño saquito de plástico que contenía dinero reunido dos meses antes. Ves como tomo precauciones, dijo Mahafud.
Poco conocía nuestro iluso amigo, las mafias clandestinas de los “Jarraga”.
Todos estaban alrededor de Larabas. Debéis seguir mis instrucciones, vamos a echar la patera en el agua, otros cargarán el motor y lo pondrán donde os diga el patrón Alí.
Alí, no era lo que se dice un patrón, pero si tenía experiencia, había hecho dos intentos hacia el archipiélago, frustrados por la marina española y devuelto a Marruecos.
Larabas no quiso mencionar este evento, por temor a bajar la moral de los muchachos y perder el dinero.
Cuando estéis ya navegando, decía Larabas, haced lo que os indique el patrón Alí, terminando de hablar. Uno de los muchachos que le gustaba bromear dijo; porque no le pedimos a las fuerzas auxiliares que nos ayuden. Esto no le gusto mucho a Larabas, dándoles la espalda, acompañado de su arrogante patrón. Los muchachos riéndose, echaron manos a la obra.
Cuatro jóvenes sujetaban la patera en el agua a media cintura, mientras los demás cargaban los pertrechos. Hacia mucho frío y para colmo soplaba un viento de “sergui” viento del este, muy seco.
Mientras Alí daba los últimos retoques al motor fuera borda, cargando el depósito con carburante, un par de metros más fuera del agua, Larabas se acercó a Mahafud diciendo: es el momento de que me paguéis. Claro que si, lo pactado es lo pactado, pero no antes de que arranque el motor le dijo, Mahafud, dando a ver a los seis muchachos que estaban a su alrededor y que seguían con interés el diálogo, que la situación la controlaba.
En esos momentos se oyó el zumbido del motor y el griterío de los jóvenes. ¡Bravo! ¡Bravo! Alí.
Todo estaba listo, el joven conductor del Land Rover se despidió de ellos de uno en uno, incluso los que estaban en el agua sujetando la falúa. No le importó mojarse, deseándoles feliz travesía. Por último saludó al más pequeño de todos, el hermano menor de Mahafud, que no participó para nada en los preparativos de la marcha, estaba en un pequeño refugio construido por sus amigos, le sujetó con las dos manos la cara y besó la frente... Un beso profundo, le miró la cara, a los ojos y vió en ellos un claro brillo de agradecimiento, se puso en pie, se quitó la chaqueta de lana que llevaba encima y le abrigó dándole unas palmaditas en la espalda, no le dirigió palabras, tenía un nudo en la garganta. Dirigiéndose a su coche, se limpió las mejillas de lágrimas. Quería participar con ellos, eran sus amigos, pero era hijo único de una familia pobre y único sustento. De una forma u otra había contribuido, se ofreció a llevarlos gratis al punto dónde les esperaba la patera. Arrancó su coche y desapareció en la noche.
Mahafud, sacó de sus bolsillos el dinero 45,000 (Dirhams) en billetes de 200, equivalentes a 4.500 Euros y se los entregó a Larabas, que no se molestó en contarlo.
Ese dinero había sido reunido dos meses antes, en la zafra del pulpo en Dajla (Villa Cisneros), a pesar del férreo monopolio en manos de empresarios marroquíes.
Llegó el momento, alzó sobre sus hombros a su pequeño hermano y se adentro en el agua. Cuando estuvo cerca, los muchachos le echaron una mano y depositaron al pequeño dentro de la patera, era el querubín del grupo y no querían que se mojase, hacía un frío infernal.
Los rompientes de olas estaban a un par de metros más adelante, algunos de los jóvenes, que sabían nadar estaban aún en el agua, entre ellos Mahfud. El patrón nervioso, no paraba de dar ordenes, para que le enfilaran la proa hacia aguas más profundas, tarea difícil cuando se opera con el fueraborda parado. De un tirón de cuerda, puso el motor en marcha, rápidamente saltaron adentro de la patera los jóvenes que la guiaban, cambiándose de ropa.
La hélice giraba sin peligro en el agua, confiado el patrón, la dirigió directamente hacia los pequeños rompientes de olas, hubo algunas sacudidas en la proa, pero logró controlar la situación.
A lo que temía el patrón Alí, estaba aún por delante de ellos, las grandes olas, había que esperar el tiempo oportuno, buscando un hueco entre ellas.
Nadie hablaba, sentados como podían equilibrando el peso hacia los dos lados, nadie se podía mover, condiciones exigidas por el patrón. Estaban en lo más difícil, las grandes olas podrían volcar la patera.
No tardaron mucho cuando el patrón divisó una salida y giró rápidamente hacia ella, aunque era noche oscura, el patrón se servía de la espuma de las crestas de las olas, y aquella que eligió estaba debilitada por el fuerte viento del “Sergui”, que soplaba ahora fuertemente. No se equivocó o tuvieron suerte, atravesaron las olas con menos dificultades que otros, que no lo pudieron contar.
¡Ni el mismo Barbarroja, podría hacer algo igual! Gritó el patrón, dando a entender a los muchachos que estaban ya fuera de peligro.
Navegaban en mar abierto, viento en popa, la suerte les acompañaba, sabían que estaban en buenas manos. Las de Dios y las de este intrépido patrón, que en esos momentos apretaba el acelerador.
Mahafud, estaba cerca del patrón, poniendo orden dentro del pasaje, dándoles indicaciones. Si queréis vomitar, hacer uso de las bolsitas de plástico, nunca por fuera de la borda, por peligro de desestabilización de la embarcación.
El bromista del grupo, se reía de uno que imploraba a su madre, añadiendo; se ha olvidado de Dios.
Mahafud le contestó. Al decir verdad, todos hemos tenido miedo, pero todo a pasado; dando gracias a Dios.
Saharauis de pura cepa, buenos musulmanes, enemigos acérrimos de islamistas con barba, solidarios con el necesitado, buenos compañeros y sobre todo, aman su tierra y su Intifada.
Había pasado media hora, desde que dejaron la costa. ¡Mirad! Hemos llegado, decía uno, todos levantaron la vista hacia el punto que señalaba el que había hablado, eran muchas luces blancas aisladas unas de otras. ¿Es Fuerteventura o Lanzarote? Preguntó otro al patrón. No, son barcos de pesca. Le respondió.
¿Todos esos son barcos de pesca? Le decía otro, asombrado.
Si, son barcos de arrastre de la sardina. Fijaos en aquella luz roja destellante, es un barco que está cobrando sus redes y les está avisando que no se acerquen a su radio, escuchaban atónitos, al patrón.
Pero, si son muchos. Recalcó otro.
Esto es sólo la sardina, hay muchos más barcos de altura, que pescan pulpos, calamares, corvina, bonito, atún y toda clase de crustáceos. Le volvió a responder el patrón.
¿Y de quién son los barcos? Surgen las preguntas de todos los lados de la patera. De la clase alta marroquí: ministros, generales, saharauis vendidos al invasor, empresarios hispano-marroquíes. Indicaba ahora Mahafud, ayudando al patrón en las preguntas que formulaban los impotentes jóvenes.
Quizás su poco interés por la mar, les hizo caer en las mismas redes que caen ahora su pescado.
Van acabar con nuestras riquezas. Si ya lo han hecho, tonto, añadió Mahafud, el banco sahariano era uno de los más importantes del mundo, y ahora sólo es un basurero, a causa de la salvaje y desproporcionada pesca. La rabia se reflejaba en los rostros de los jóvenes.
¿Y dónde hemos estado nosotros, si con éstas riquezas de la mar, nos sería suficiente y no arriesgando nuestras vidas de esta forma?
A esto le contestó el patrón:
Hemos estado en la edad de piedra. Mi padre me contó que en el tiempo de España en el Sahara, sólo había una pescadería, llamada (Cheroni) y que la mayoría de su clientela eran españoles. Los saharuis por lo general se inclinaban más por la carne de camello, el pescado para ellos no era tan importante y desconocían totalmente la pesca, a no ser las tribus costeras, como Fuicat, Mujat, etc. Por este motivo las otras tribus más numerosas consideraban a éstos como casta inferior.
Bajo ésta ignorancia nativa, España supo aprovechar las riquezas del banco sahariano, manteniendo al margen la población nativa de sus riquezas.
Peor hizo Marruecos, que de un puntapié los aisló en el desierto. El odio se hacía cada vez más grande entre los muchachos.
Yo tengo la solución dijo uno con ironía. Si existe la FAO, la OMS y la UNESCO, que añadan otra entidad o banco que controle las riquezas de cada país y el reparto por igual entre su población.
¡Cállate! No seas iluso. La única solución es la independencia, regir nuestros derechos por nosotros mismos y no depender de nadie, ni de las Naciones Unidas. Sino fijaos, prórroga tras prórroga, dando tiempo a Marruecos a saquear nuestras riquezas. Esta vez hablaba, Mahafud.
Al terminar de hablar Mahafud, los muchachos gritaron todos juntos. ¡Independencia Si, Dependencia, NO! Un muchacho se levantó en mitad de la patera juntó sus dos manos con las palmas hacia el cielo, e imploró al Todopoderoso. Hágase justicia en tu reinado. Amen. Se oyó al unísono.
El patrón viró de golpe la proa de su patera hacia el norte, evitando el cruce con los barcos de pesca marroquíes, que aparecían en una hilera delante de ellos.
Lo que parecía un viento favorable en popa, ahora se convertía en unas rachas del sureste. Los jóvenes no se dieron cuenta del cambio de tiempo, estaban inmersos en el tema del fútbol, se conocían bien, unos eran del Real Madrid, otros del Barcelona, éstos últimos eran la mayoría. Discutían sobre si Ronaldo podría ser fichado otra vez por el Barcelona. No lo queremos, nos basta con Eto'o y Ronaldhino; decía uno de ellos. Os va a costar un ojo de la cara y la patera. Le respondió otro riéndose.
La charla era amena, de repente el patrón les señaló algo en la mar, que emergía y volvía a sumergir.
Mamad preguntó al patrón. ¿Qué es? Son delfines respondió el patrón, pero no os mováis, podéis zozobrar la embarcación. Recalcó con voz autoritaria. Eran dos parejas de delfines, que estaban a pocos metros de la patera.
Los muchachos maravillados seguían con la mirada todas las piruetas de los simpáticos cetáceos.
Huyen también de Marruecos, dijo el bromista del grupo. No, es una rara costumbre que a veces les cuesta la vida, al ser golpeados por las hélices de los grandes barcos. Aclaró el patrón, poniéndose su impermeable al sentir que se mojaba por el oleaje.
Esta vez el mar se había convertido en una espuma, era una marejada a consecuencia del fuerte viento del oeste, los tumbos o golpes de la patera contra la mar eran huecos. La madera había absorbido mucho agua, los muchachos la mayoría vomitaba, los delfines habían desaparecido, como presintiendo algo.
¡Me estoy mojando! Gritó un joven. Achicar el agua con lo que tengáis, al darse cuenta de que no llevaban ningún cubo el patrón gritaba. La patera hacía agua por todas partes, se sirvieron de una chaqueta impermeable como cubo y unas latas de sardinas ya vacías, empleadas para la recogida de agua. La situación era difícil.
El oleaje era cada vez más grande, volver, empeoraría más la situación y la costa estaba a más de 10 Km., pensó el patrón.
El agua pudo más que los inexpertos muchachos. Apareció lo inevitable, los dos gruesos tablones de la borda, saltaron por la fuerte presión del agua, ya no había armazón.
Fue tan rápido, que no tuvieron tiempo a nada, como si les arrastrara una gran red cayeron todos juntos en las turbulentas aguas. Aquello era un caos. Unos agarraban a otros, otros buscaban desesperadamente la superficie, dos lo lograron, Mahafud y Larosi. Mahfud había sacado fuerzas de lo imposible por encontrar a su pequeño hermano. Grito ¡Mohamed! ¡Mohamed! Nadie le respondió. Sólo Larusi con dificultad. Volvió a llamar una y otra vez. No obtuvo respuesta. El pequeño Mohamed muy abrigado seguramente ni llegó a abrir sus ojos cuando ocurrió la desgracia.
Lloraba ahora Mahfoud, maldiciendo su suerte. Le llegaron los gritos de Larosi pidiendo auxilio. Pero poco podía hacer.
Estos dos muchachos un año atrás se lucían nadando delante de sus amigos y amigas en “Foum el Luad” a 15 Km. de El Aaiún, en ese lugar aprendieron por primera vez la natación, se consideraban buenos nadadores. Pero era distinto, un viento del sureste, que levantaba olas de 4 metros. Estaban en el seno de una gran marejada.
¡Larosi! ¡Larosi! Con voz rendida por el frío, llamaba Mahafud a su amigo...Todo era silencio, sólo el rugido de la mar... Volvió a llorar, se sentía responsable de todos. Su hermano, los muchachos... y el engaño de la patera.
La patera era una chapuza echa de madera barata y resina de mala calidad, había estado enterrada en una “grara” cuatro meses esperando la ocasión de un “jarrag” inexperto, dando tiempo a las termitas a procrear en las podridas maderas.
Su último recuerdo lo tuvo para su madre, que los perdonaría por haberle quitado a su pequeño. También recordó la imagen de su padre, que mucho tiempo atrás una mina había segado su vida. La hipotermia hizo lo demás.
En esos instantes, más arriba un avión con destino a Las Palmas, surcaba el cielo. A bordo los privilegiados, los que no necesitan hacer cola para conseguir un visado. Cómodos y ajenos a la desgracia que se cernía sobre estos valientes intifadistas. Estos privilegiados no son más que la chusma saharaui, el servicio secreto marroquí, en busca de algún resentido polisario, tratadores de blancas para prostíbulos, traficantes de drogas. Mientras que el saharaui de origen español es rechazado, haciéndoles caer en las redes de las mafias de la inmigración clandestina. Un proceso de aniquilamiento barato y seguro.
La noticia corrió como una gacela en el desierto. Este desierto también echó de menos a sus hijos, unos hijos que nunca le faltaron los domingos, haciendo un té a la sombra de una Talha, huyendo de la bulliciosa ciudad llena de los “Hamala”
Fieles a su compromiso, los demás amigos que quedaron en El Aaiún siguieron reuniéndose como de costumbre debajo de esa Talha, sólo que ahora sus ramas estaban adornadas con los nombres de sus valerosos compañeros.
Escritor: Cueva chacales
Desde El Aaiún ocupado.
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