Tres jóvenes luchadores por la democracia llaman al “boicot” al referéndum de hoy viernes sobre la reforma de la Carta Magna impulsada por el rey Mohamed VI.
Fuente: Resistencia Saharaui
Acuérdense de sus caras y de sus nombres, porque estos tres veinteañeros -junto a cientos, miles como ellos-, están escribiendo uno de los capítulos más interesantes de la historia reciente de su país. Y piensan seguir adelante. Pase lo que pase. Que no es poco. No es lo mismo indignarse en la Puerta del Sol que en la plaza de Jemaa El Fnaa. El Movimiento 20 de Febrero, que surgió al calor de las revoluciones tunecina y egipcia en demanda de un profundo cambio democrático en Marruecos, ya acumula nueve víctimas mortales. “Nueve mártires de la represión y de la brutalidad policial”, dice uno de ellos mientras muestra el parte de bajas. En Alhucemas, en Souk El Sebt, en Sefrou. El más joven tenía 17 años. Imposible saber cuántos son los heridos.
Estos tres jóvenes luchadores por la democracia se llaman Kamilia Raouyane (20 años), Fouad Akhrif (25) y Bilal El Jamaa (23). Estos días están en Cádiz invitados por la Asociación pro Derechos Humanos de Andalucía. Tratan de explicar -y lo hacen muy bien- el por qué de sus reivindicaciones, cómo se consiguió coordinar manifestaciones multitudinarias en 53 ciudades de todo el país y cuáles son sus próximos objetivos. Fue a Kamilia, estudiante de Ciencias de la Información en Rabat, y a un grupo de amigos, a quienes se les ocurrió que Facebook y Twitter podían servir para bastante más que para colgar comentarios insulsos. Tanto ella como Fouad son miembros de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, que unos días antes del 20-F celebraba un encuentro en Marraquech. La organización creó un comité de apoyo y propició el salto de internet a la calle de la protesta. “Pero el Movimiento no pertenece a ninguna asociación, organización, partido político o sindicato”, se apresura a aclarar Fouad en un perfecto castellano que le enseñó su abuelo en su Larache natal. “Nos han acusado de ser una organización antimarroquí y atea y de estar pagados por el Frente Polisario. No es cierto. Es verdad que somos muchos los que creemos en el derecho la autodeterminación de los Pueblos. Pero aquí cada uno es libre de pensar y de pertenecer a lo que quiera. De hecho, tenemos compañeros que son islamistas moderados”, remacha este ex empleado de una empresa de telecomunicaciones. Le despidieron -qué casualidad- después de que hiciese de portavoz del 20-F. “Es por la crisis, me dijeron”. Parado está también su paisano Bilal, mecánico, electricista y chapista de profesión.
Pero ¿por qué exactamente se echaron a la calle estos jóvenes? Fouad lee el panfleto de aquel día: “por una escuela pública, gratuita y de calidad; para que no sigan robándonos nuestras riquezas, nuestra pesca, nuestros fosfatos; contra la falta de independencia del poder judicial; contra los que nos roban el dinero público; contra las privatizaciones que nos quitan los servicios públicos; por la separación de poderes y por una constitución democrática; contra el robo perpetrado contra los campesinos a los que se les han expropiado sus tierras, dejándolos en la miseria y en el hambre; para decir basta ya, basta de burlas, cada uno y cada una debe asumir su responsabilidad histórica; contra todas las multinacionales que no respetan el Código de Trabajo; porque quiero saber la suerte de nuestros mártires, de Ben Barka, de Abdelatif Zeroual…; por los marroquíes que mueren en la puerta de los hospitales; para que no amañen las elecciones. Voy a seguir saliendo para conseguir dignidad, libertad y democracia”. Y en ello están.
Ahora, la prioridad es el referéndum del próximo 1 de julio. Más de trece millones de marroquíes -por primera vez, también los inmigrantes en sus países de residencia- están llamados a votar el viernes la nueva Constitución encargada a raíz de las revueltas árabes por el rey Mohamed VI a una comisión nombrada por él mismo. Para el Movimiento del 20-F, ese origen vicia ya de partida un documento que consideran “un gesto de puro maquillaje, que ni cambia ni aporta apenas nada: el rey pasa de ser sagrado a inviolable; sigue ostentando el máximo poder religioso y político, supuestamente por separado; el amazigh, la lengua bereber, se convierte en cooficial con el árabe y se hace una vaga mención carente de contenido a la igualdad de derechos de hombres y mujeres”, relatan Kamilia, Fouad y Bilal. Por todo eso, frente a la potente, omnipresente y multimillonaria campaña gubernamental “puerta puerta, a favor del rey”, los jóvenes marroquíes del 20-F están pidiendo activamente la abstención -el “boicot”, dicen ellos- y la redacción de una nueva Constitución “hecha por el Pueblo y para el Pueblo”. ¿Bajo qué forma de gobierno? “En el 20-F hay partidarios de la república, pero nuestro techo es una monarquía parlamentaria como la española”, aclara Fouad.
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