Christopher Ross, en el centro, junto a Aminatu Haidar y otros destacados activistas saharauis el pasado 1 de noviembre en El Aaiún |
La diplomacia saharaui empieza a ganar algunas batallas frente a Rabat. Ross logra visitar los territorios ocupados e inicia una ronda internacional de busca de apoyos.
El pasado uno de noviembre de 2012 fue un día histórico. Por primera vez desde que empezó este conflicto hace casi cuarenta años, el enviado para el Sahara Occidental del secretario general de Naciones Unidas visitaba los territorios ocupados. Sin embargo, este importante hecho, considerado como una victoria diplomática saharaui, no vino solo y se vio acompañado en las semanas posteriores de una mayor presión de Europa sobre Rabat con respecto a los Derechos Humanos que ha sido acogida con escepticismo y enfado por parte de Marruecos. Pese a todo, la posible resolución del contencioso del Sahara sigue estando igual de lejos que siempre.
El delegado para el Frente Polisario en España, Bucharaya Beyun, aseguraba esta semana en el Parlamento de Canarias: "la indiferencia de la comunidad internacional es cómplice de que el problema saharaui se pudra". Y advertía que esa situación empuja de nuevo a su pueblo a las armas.
Christopher Ross, enviado especial para el Sahara Occidental del secretario general de Naciones Unidas, es un diplomático astuto. Desde que fue elevado a este cargo en enero de 2009 ha tenido que hacer frente a la hostilidad marroquí, pues Rabat no veía con buenos ojos su nombramiento después de haber sido embajador estadounidense en Argelia. El pasado uno de noviembre permitió que le hicieran una fotografía en El Aaiún junto a destacados activistas saharauis, como Ali Salem Tamek, Aminetu Haidar, Laarbi Mesaud y Mohamed El Mutawakil. Una fotografía que sentó como una bomba en Rabat.
Era la primera vez en la historia que un enviado especial de la ONU para el Sahara visitaba los territorios ocupados por Marruecos, en una gira que le llevó también a Rabat, París y Madrid. Antes de recorrer El Aaiún y verse con los activistas saharauis, en la capital marroquí, Ross no se limitó a reunirse con las autoridades, sino que desplegó una intensa actividad escuchando a todos los partidos políticos y a destacados intelectuales, que le dieron una visión más completa del problema, al no limitarse sólo a la monolítica posición oficial marroquí.
Un mes después, el 28 de noviembre, el enviado especial presentaba su informe ante el Consejo de Seguridad, en el que recomendaba un "nuevo enfoque" para resolver este conflicto. Consciente de que 37 años de contencioso son demasiados, de que se están produciendo grandes cambios en la región y de que ha surgido un nuevo peligro, la amenaza yijadista, Ross aboga por intentar salir del statu quo actual y abandonar la clásica fórmula de rondas de negociaciones (se han producido nueve sin ningún avance) implicando aún más a los países vecinos, como Argelia y Mauritania, y a las potencias occidentales, de las que espera que ejerzan presión para que ambas partes cedan y se puedan llegar a acuerdos. Por ello, desde enero ha desplegado una agenda de visitas que le ha llevado ya a Washington y Moscú, y a Londres, Moscú y Bruselas próximamente.
Eso sí. Christopher Ross, en línea con la posición defendida hasta ahora por la ONU, siempre ha mantenido la necesidad de que se respete el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación. Las presiones ejercidas por Marruecos en contra de Christopher Ross, a quien siete meses atrás Rabat acusó de "mediación sesgada" a favor del Frente Polisario, no sólo no están dando resultado, sino que parece que se están volviendo en su contra.
La mejor prueba de ello es que pocos días después del informe de Ross, el 5 de diciembre pasado, el Parlamento sueco se convertía en la primera cámara legislativa europea en proponer a su gobierno que reconociera a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Aunque el Ejecutivo nórdico negó que fuera a hacer tal cosa, lo cierto es que esta toma de posición de los partidos de izquierda suecos apunta a que este país se puede convertir en el primero de Europa que reconozca a la RASD en cuanto haya un cambio de gobierno.
Sin embargo, ahí no quedó la cosa. El 13 de diciembre le tocaba el turno al Parlamento Europeo que aprobó una resolución en pleno por la que solicita a Marruecos que "libere a todos los presos políticos saharauis" y le exhorta a velar por el respeto a los Derechos Humanos, así como a permitir el trabajo de las ONG y la prensa en los territorios ocupados. Esta petición de Estrasburgo tiene una enorme relevancia y supone un gran triunfo para las tesis saharauis, pues Marruecos siempre ha negado la existencia de presos políticos en sus cárceles (el Polisario habla de 56 en la actualidad) y rechaza que se aborde la cuestión de los Derechos Humanos en lo que denomina sus "provincias del Sur", en las que se producen constantes violaciones de los mismos, según distintas organizaciones internacionales
La última demostración de que Rabat no quiere testigos incómodos en la excolonia española fue a comienzos de noviembre pasado cuando una veintena de activistas que habían viajado hasta El Aaiún en el segundo aniversario del desmantelamiento del campamento de Gdeim Izik fueron expulsados de los territorios ocupados. Entre ellos se encontraban los canarios Carmelo Ramírez y Fefi Milán, que fueron obligados a dar media vuelta después de haber recorrido cientos de kilómetros dando un enorme rodeo por Marrakech para burlar los controles de seguridad.
Todos estos informes, resoluciones y peticiones no suponen un cambio real en la estancada situación del problema saharaui. Pero sí ponen de manifiesto que hay dos tesis que están empezando a imponerse. La primera es que la cuestión de los Derechos Humanos debe ser tenida en cuenta de una vez por todas, lo cual disgusta bastante a la parte marroquí. La segunda es que en una región sacudida por enormes cambios no siempre pacíficos donde emerge con fuerza la desestabilización del terrorismo salafista (véase el norte de Malí), no es nada inteligente mantener a decenas de miles de personas viviendo en condiciones precarias en unos campamentos de refugiados. En palabras del propio Christopher Ross, "37 años es demasiado tiempo" y existe el riesgo de que estalle "una violencia y unas hostilidades que serían trágicas para el pueblo del Sahara Occidental y para el norte de África en general".
José Naranjo
Fuente: laprovincia.es
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