Los hospitales en los campamentos son lo menos parecido a un hospital convencional. Son el lugar donde la “hospitalidad” es la base, es la cura de cualquier enfermedad. Y cuando hablo de hospitalidad me refiero al contacto y la empatía entre los propios enfermos y sus acompañantes.
Muchas veces me he preguntando, porqué un lugar con tan pocos recursos da tanto de sí? No logro encontrar la respuesta pero sí intento descifrar cada una de aquellas situaciones, y es ahí donde está el origen “allí no florecen flores, allí florecen personas”, cada día más convencida de ello.
Mi madre, aún sabiendo de la escasez de recursos, aquella noche de no sé exactamente qué mes, pero sí que yo apenas rozaba los cinco años, llena de esperanza me llevó al Hospital de Smara, mi Wilaya, a causa de la alta fiebre que tenía. Me diagnosticaron “bocio”, todo un mundo en ese mundo tan peculiar por llamarlo de una manera. No recuerdo si había dos o tres habitaciones, tampoco podían ser más, pero sí había mucha ilusión por parte de quienes ejercían de “médicos” por atenderme de la mejor manera, a pesar de la escasez de medicamentos y multitud de casos tan graves como el mío. Recuerdo ver a mi madre llorando a mares cuando me veía la cara hinchada, al igual que recuerdo otra madre decir “échale agua con azúcar, el famoso azúcar de piedra que sólo he visto en los campamentos”, eso es “agandi” sentenció aquella mujer. Agandi, es una enfermedad que sólo padecen los saharauis, sus síntomas solían ser fiebre, o hinchazones e incluso sarpullidos de granos… No entiendo de medicina y creo que aquella mujer tampoco, pero su absoluta seguridad ante aquella situación hacía que diéramos por hecho que era eso.
Increíble, tan increíble como cierto. Así es, los hospitales en los Campamentos son lugares en los que la confianza, a falta de medios, cura; los médicos diagnostican, y cuando te tienen que recetar las medicinas que van a curarte, lo más duro para ellos es el momento de mirar los cajones y ver que sólo disponen de una venda y a veces con suerte puede acompañar un ibuprofeno.
Esa es la “hospitalidad” de la que hablo, no son los recursos los que curan las enfermedades sino la compañía, la sencillez y por supuesto la empatía de quien sin tener nada, es capaz de enfermar por ti, para que tú enfermedad sea más leve de lo que es. Allí, como decía, florecen las personas.
Benda Lehbib Lebsir.
Imagen: Victor Jimenez.
Fuente: 1saharaui
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