¡SAHARAUI, SAHARAUIA, EIDA FEIDAK LILHURRIA! (tu mano junto a la mia hasta la libertad) ¡Rompamos el bloqueo informativo. Derribemos el Muro de Silencio! ¡LABADIL, LABADIL, AN TAGHRIR ALMASSIR! (No hay otra opcion que la autodeterminación)

EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

Memoria de vida [03]

Ilustración de Roberto Maján
LAS REGLAS GRAMATICALES*
A la entrada de las celdas cuelga un trozo de cartón en el que se puede leer frases como «Prohibido escribir», «no está permitido leer», «prohibido hablar sin permiso», «prohibido rezar en alto». Los guardianes amenazaban con lanzarlas a los perros hambrientos como castigo o golpear sus cuerpos con garrotes de madera hasta perder el sentido del tacto y caer en desmayo. Treinta años más tarde, alguien detallaría en un informe todas esas torturas y el nombre que recibía cada una.
A Galia se le ocurrió que aquel pedacito de cal que sobresalía de la pared en una esquina de la celda, serviría de tiza para escribir en las suelas negras de las sandalias, las reglas gramaticales con las que instruir a sus compañeras. Si aparecía un guardián por el pasillo, dispondrían de tiempo para borrar lo escrito frotando el calzado contra el suelo.

Mamía no tenía más de trece años cuando fue secuestrada por el ejército marroquí. Hasta ese momento siempre había asistido al colegio, pero ahora los recuerdos de su vida se presentaban difusos como los sueños. No estaba segura de saber nada que no hubiera ocurrido después de aquel primer día de marzo de 1976.  La memoria no soporta con la misma fortaleza que el cuerpo, los embates del sufrimiento, pero lo que Mamía sí conservaba intactas eran las enseñanzas de su madre sobre cómo debían comportarse una mujer de la familia Salek.

Entre todas decidieron comenzar las clases el primer viernes después de Ramadán, pero las reuniones para acordar los turnos de vigilancia del pasillo se hacían cada vez más peligrosas ante la despierta sospecha de uno de los guardianes. La puerta que daba a las mazmorras disponía de una pesada cerradura que alertaba de su llegada, pero cuando éste se percató, comenzó a dejar la puerta entreabierta y a usar botas de goma. Varias veces Mamía, su hermana Fatma, Galia y las demás, fueron sorprendidas en plena clase mientras recitaban los tiempos verbales. Lo que nunca descubrieron los guardianes, fue aquel pedacito de cal que, con gran cuidado, la maestra volvía a colocar en la esquina inferior de la pared.
EL HAMMAN
El óxido que se desprendía de los platos metálicos flotaba en el agua caliente que daban por la noche. Se pegaba a los garbanzos y se confundía con los granos de sémola triturados. Abrazada a su cuerpo frío, Mamía recitaba en silencio unos versos del Corán que hablaban del amor divino y del perdón humano con la dicción clásica de su dialecto hassania (1). Cada noche la oscuridad traía el frío. Los años, que habían raído los bordes de la melhfa (2) dejando sus pies desprotegidos, borraría los vivos colores de manera desigual por toda la tela. Mientras ella repetía como un mantra las estrofas poéticas de un libro sagrado que aún no conocía, otras sudaban enfermas de tuberculosis. Las clases de gramática por entonces, resultaban cada vez más escasas.

La dirección de la cárcel inauguraría más tarde un hamman (3) para bañar a las enfermas y evitar el contagio. La maestra Galia fue de las primeras en probar el efecto del vapor en sus pulmones aliviando las heridas internas que no le dejaban respirar.

Al llegar su turno, Mamía fue conducida a empujones hasta el final de un pasillo desconocido en donde tuvo que esperar su turno en soledad unos minutos. La tarde se coló por la única ventana que dejaba incidir la luz a pocos metros de su cuerpo. Se atrevió a levantar la mirada con la esperanza de ver el color del cielo antes de volver a la profunda oscuridad de la celda.

Habían pasado ya quince años y su corazón no estaba preparado para el magnífico espectáculo que suponía ver, por primera vez en su vida, muy a lo lejos, levantándose por encima de los dominantes muros de la cárcel, las montañas nevadas del Atlas. Su infancia en el desierto natal aún permanecía en su memoria como un cálido recuerdo, pero este paisaje extranjero, de cordilleras heladas, se presentaba ante ella de forma accidental provocándole un dolor insoportable en el pecho, más intenso aún que el sufrido durante todos esos años desaparecida en las mazmorras. Entendió que de ahí surgían los ejemplos gramaticales de Galia, de esos monumentos naturales sin dueño donde todo es fértil, hasta lo más sencillo. Ese era el mundo de la poesía y el conocimiento, de ahí venía la música y todas las ideas que mueven el mundo. Abrieron la puerta del recién inaugurado hamman y recordó que llevaba más de quince años secuestrada y presa.

(1) El Hassania es el dialecto del idioma árabe hablado en el Sáhara Occidental, Mauritania y norte de Mali. Es un dialecto que se diferencia bastante de otras variantes del árabe, como el Dariya, hablado en Marruecos y otros países árabes del mediterráneo.
(2) Melhfa, tela amplia de colores, o de un solo color, que sirve de vestimenta tradicional a las mujeres saharauis. Es usada también en otras culturas propias de los pueblos del Bidan.
(3) Hamman. Baño árabe que incluye el vapor, como los baños turcos.

* El texto está inspirado en las vivencias de la activista saharaui Mamía Salek que permaneció dieciséis años en una cárcel marroquí.

Por Salka Embarek


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