A sólo doscientos kilómetros de Canarias, el pueblo saharaui vive inmerso en una tragedia; y la mayoría de su población habita en condiciones infrahumanas en los campamentos de refugiados de Tinduf desde hace años, al sur de Argelia, sin que el mundo reaccione ante tanta injusticia.
Tengo muchos amigos que han visitado Tinduf, vía Madrid y Argel, y que han convivido unos días con nuestros hermanos saharauis, en condiciones deplorables, donde escasean los alimentos y el agua. Y las viviendas son únicamente unas pobres chozas de adobe, de barro, que se deshacen como flanes cuando llueve.
Mientras tanto, continúa la ocupación ilegal de las tropas de Marruecos en el Sahara Occidental, antigua colonia africana española, que abandonamos sin piedad, en manos de los intereses del Reino alauita y de empresas francesas interesadas en la explotación de los fosfatos de Fosbucrá, con el apoyo (no se olvide nunca) de la OTAN y de los Estados Unidos, imperio que se las trae y que suele cagar todo lo que toca.
Otro de los asuntos que está detrás de todo esto (económico, por supuesto) es la riqueza pesquera que se encuentra en el banco pesquero canario-sahariano. Un arma negociadora de Marruecos con la Unión Europea, que le viene, de paso, muy bien a las arcas del reyezuelo Mohamed VI, que vive rodeado de toda clase de lujos en sus palacios imperiales por todo el vecino (y alejado al tiempo) país del noroeste del continente africano, separado de Europa por el Estrecho de Gibraltar, de solo catorce kilómetros de longitud.
El problema del Sahara es un quiste muy feo, y muy molesto, que la comunidad internacional no quiere resolver; y por eso mira hacia otro lado. Ahora están más de “moda” los refugiados sirios en Turquía, Grecia y las diversas repúblicas de la antigua Yugoslavia. Pero no debemos, ni podemos, olvidarnos de otros seres humanos que viven, como quien dice, a un tiro de piedra de nosotros, al otro lado del charquito.
Por Paco Pérez
Fuente: eldiariodetenerife.com
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