Una de las mujeres sirias entrevistada en el campamento de Idomeni
Vuelvo al diccionario a menudo, y reviso con ansia las más variadas definiciones, porque me doy cuenta de que no se corresponden con aquello que pretenden definir. ¿Me pasa solo a mí? No creo. Si el lenguaje es el vehículo de mi pensamiento, las palabras no se adecúan a lo que pienso. Y, ¿qué puedo hacer? Yo, confío en los académicos. Así que tengo el diccionario de la RAE como libro de cabecera. Lo tengo en favoritos en mi portátil y es la página que curiosamente visito con más frecuencia desde mi móvil. Como si estuviera aprendiendo a hablar o descubriendo un idioma nuevo. Y así es. Descubro diariamente que las palabras no siempre se corresponden con aquello que definen. Refugiado, refugiada…
refugiado, da
Del part. de refugiar.
1. m. y f. Persona que, a consecuencia de guerras, revoluciones o persecuciones políticas, se ve obligada a buscar refugio fuera de su país.
La palabra no incorpora el matiz de temporalidad. ¿Se puede ser refugiado toda una vida? ¿Se puede ser refugiado durante generaciones? Se contradice con el término de asentamiento. Pero si no te estableces en un territorio que te han cedido y todas tus pertenencias caben en una maleta, pequeña, siempre dispuesto a retornar, no podemos hablar de asentamiento. Ceder un territorio difiere de regalar, y todo pueblo necesita un lugar donde asentarse. Ceder sí entiende de temporalidad, es algo que hay que devolver. Cuando un refugiado se encuentra fuera de su país por las circunstancias, solo se entiende si se le añade la temporalidad. El refugiado confía en que esas circunstancias cambien ¿40 años es temporal? Ya, parezco nueva en este mundo.
Busco entonces refugio…
Del lat. refugium.
1. m. Asilo, acogida o amparo.
2. m. Lugar adecuado para refugiarse.
Obvio asilo, acogida o amparo. Sería hacerlo muy fácil, con su contundencia estarán conmigo en que ninguna se corresponde con la realidad.
Así que directamente me coloco en la segunda acepción. Por hacerlo más difícil. Y dice así: lugar adecuado para refugiarse. Adecuado: significa apropiado para alguien, de acuerdo a la RAE, y yo soy alguien. Tú también. Un político, también. Un político que toma decisiones, también. Y entonces pienso en los refugiados saharauis que viven desde hace cuatro décadas, sí, cuatro décadas, y sé de lo que hablo porque son los años que calzo, en el más inhóspito desierto; y yo, considerándome alguien, permítanme decir que no lo encuentro apropiado. Sin agua corriente, ni luz eléctrica, con escasez de alimentos, fruto de la ayuda internacional, con calor, pero calor de verdad y arena, y más arena y sin más ocupación que ver los días pasar. Tú, como alguien que eres, supongo que tampoco lo considerarás apropiado, adecuado. La solución, señores políticos, no la encuentro en cambiar las definiciones de los diccionarios…
Hoy nos solidarizamos con los refugiados sirios, como refugiados veteranos que somos, entendemos su sufrimiento. Una amiga del pueblo saharaui, la psicóloga Marta Guarch, ha viajado al campamento de Idomeni, en Grecia, frontera con Macedonia. Campamento desmantelado hace hoy una semana y su testimonio nos ha conmocionado. Acogía, atendía…-la verdad es que me cuesta encontrar el término- a más de 8000 refugiados en deplorables condiciones. No entiendo este mundo. No entiendo a los hombres que permiten este mundo. No entiendo las palabras que equivocan definiciones. Lo sé. Parezco nueva. Extraterrestre, quizá. Como si estuviera aprendiendo a hablar. Como si aprendiera un idioma nuevo. Y es que así, es como hoy yo me siento…
Mujeres, refugiadas de segunda, en Idomeni
Por Marta Guarch, licenciada en Psicología. Fotografías de Abraham Hernández.
Encabezando una iniciativa de investigación en salud mental con mujeres refugiadas apoyada por la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, tuve la oportunidad de viajar una semana a Idomeni (Grecia) para conocer, de primera mano, la situación de las mujeres que allí se encuentran. Hace una semana que regresé y, sin embargo, he necesitado este tiempo para poder digerir todo lo que allí presencié.
La constante violación de los derechos humanos, la dureza de las condiciones de vida, la restricción de bienes básicos como el agua o los alimentos aumentan la desesperanza, refuerzan la dependencia externa y fagocitan la estabilidad emocional de todas las personas que permanecen en Idomeni. Angustia agudizada por la pasividad y permisividad de la comunidad internacional.
La situación actual en Idomeni es crítica. A la población se le está negando el agua potable y los pocos puntos de suministro de agua corriente desprenden hedor a aguas fecales. En estos últimos días, se ha negado la entrada de asistencia externa voluntaria y se ha militarizado la zona, contribuyendo al desgaste psicológico de la población. La reciente presencia de tanques en los alrededores del campo favorece la reactivación de traumas, de sentimientos de pánico y de vigilancia extrema que las personas experimentan tras salir de una guerra. La sensación de inseguridad a la que se ven sometidos provoca indefensión y merma su capacidad para tomar decisiones en un momento tan decisivo como el presente, en el que deben decidir hacia dónde dirigir sus vidas tras el desalojo de Idomeni.
Es importante mencionar, además, que a mediados de mayo, el estado griego comenzó a ofrecer a las personas mayores viajes de no retorno a Siria. Algunas han regresado ya y mucha población joven se lo plantea a diario ante la cruda realidad que se les plantea. Las mujeres y niños que decidan volver, podrán intentar sobrevivir entre bombardeos, pero los hombres acabarán, probablemente, siendo ejecutados.
En este contexto y durante la semana que duró el trabajo de campo, tuve la oportunidad de entrevistar a 23 mujeres en total, la mayoría de ellas sirias y kurdas. El objetivo de este estudio, además de analizar cómo afecta a la salud mental de estas personas vivir como refugiadas en un lugar tan hostil como Idomeni, es visibilizar la falta de oportunidades a la que se ven sometidas por su condición de mujeres.
Ante esta misma falta de oportunidades, los hombres toman la decisión de saltar la valla que separa Idomeni de Macedonia con la esperanza de poder llegar a una Europa diferente a la que han conocido hasta el momento (a pesar de que sistemáticamente encuentren violencia por parte de las autoridades, prisión en muchos casos, o la deportación a Turquía y a los campos). Sin embargo, las mujeres generalmente deben permanecer en el improvisado campo, ya que sus necesidades pasan a un segundo plano para intentar cubrir las de sus hijos o las de las personas a su cargo.
En el caso de las mujeres lactantes, la situación empeora ya que la mayoría de ellas, debido a la desnutrición y al estado de constante ansiedad al que se ven sometidas, no producen leche y necesitan el agua que se les niega para mezclarla con la leche en polvo. Las consecuencias de la escasez de agua y recursos son devastadoras: los bebés enferman y la frustración de las madres va en aumento. Agravándose el problema en el caso de las mujeres embarazadas a las que durante los partos, se les practican cesáreas indiscriminadamente, aumentando el riesgo de infecciones y de problemas con futuros embarazos. Condición que las convierte en “parturientas de segunda”, sin ningún derecho a decidir.
Además, es oportuno señalar que la falta de recursos económicos se hace más notable cada día que pasa, haciendo que las mafias de prostitución cada vez tengan más protagonismo dentro de los campos y empujando a muchas mujeres a verse inmersas en negocios de trata.
Aparte, hay que mencionar la presencia de soldados macedonios y de su ejército que, hace unas semanas, sobrevoló con cazas el campo de refugiados con el objetivo de presionar el traslado de los refugiados. La suma de todos estos factores genera una cronificación de sintomatologías traumáticas que impiden que la vida en Idomeni sea mínimamente soportable.
Posiblemente cuando este artículo se publique el campo de refugiados de Idomeni haya sido ya desalojado. Sin embargo, el problema se trasladará de escenario pero seguirá siendo el mismo. Mientras desde la comunidad internacional se siga dando la espalda y se siga trabajando para crear una opinión pública desfavorable a la apertura de fronteras para los refugiados, estaremos contribuyendo a agravar la situación de estas personas. Tal vez sea ahora el momento de replantear valores como la solidaridad o conceptos como las relaciones internacionales. Abandonar consentidamente a millones de personas y aplicar la política del miedo para conseguirlo no puede ser la solución.
Introducción: Sukeina Aali-Taleb
Texto: Marta Guarch
Fotos: Abraham Hernández
Fuente: blogs.elpais.com
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