Por Eugenio G. Delgado / mundonegro.es
El Aaiún (Sahara Occidental).- El Foro para el Futuro de la Mujer Saharaui lucha de forma pacífica por la autodeterminación de Sahara Occidental, por los derechos humanos y por preservar la cultura saharaui en El Aaiún y en otras ciudades ocupadas por Marruecos. La melfa es su símbolo.
La mujer saharaui desempeña un papel central en la vida tanto familiar como política y social de los campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia). Están presentes en la Administración, hay políticas, maestras, periodistas, enfermeras e, incluso, policías. Es así porque el origen de los saharauis es nómada y los hombres eran los que marchaban durante días con el ganado en busca de oasis, agua y pastos, y también porque los hombres fueron los que se enrolaron en el Frente Polisario en la guerra contra la ocupación marroquí que, en 2016, ya ha cumplido 40 años, después de que la potencia administradora, España, no descolonizara el territorio como rigen las leyes internacionales.
Fotografía: ONU Media |
¿Pero qué sucede con las mujeres que se quedaron y permanecen en los territorios ocupados bajo la presión de la Policía y el Ejército de Mohamed VI?
En una mesa redonda y achaparrada esperan dátiles, pastas, dulces, bocaditos de pepino y mahonesa, zumos y, por supuesto, té. Es la hora de romper el ayuno en Ramadán, cuando cae el sol, y para los musulmanes es su desayuno después de un largo día de verano sin comer ni beber, con temperaturas siempre sobrepasando los 30 grados. Cierran la puerta, también las ventanas y realizan una petición: “Por favor, tenemos que hablar bajito porque hay mucha policía marroquí en la zona y en cualquier momento pueden aparecer”.
Habla Nazha El Khalidi, joven activista saharaui de 24 años que forma parte del Foro para el Futuro de la Mujer Saharaui, organización de resistencia pacífica en El Aaiún, Smara, Dajla y otras ciudades ocupadas de Sahara Occidental compuesto solo por mujeres. Nazha –que también hace las veces de traductora al inglés– y otras cuatro integrantes del Foro se quitan los zapatos antes de pisar la alfombra del salón y se sientan en los sillones bajos alrededor de la mesita para conversar, cubiertas por la melfa colorida, estampada y tradicional de la mujer saharaui.
“El grupo nace en 2009 porque la mujer saharaui es la que más sufre en los territorios ocupados. La Policía nos persigue y nuestras reuniones tienen que ser secretas porque nos han declarado una organización prohibida. A todas nos han agredido, detenido o torturado”, comenta Hadhoum Barka, de 37 años. Ella lo sabe bien porque fue presa política durante tres años.
La clandestinidad y la discreción son claves en sus encuentros. En cada reunión que celebran deciden qué día va a ser la siguiente y, cuando se acerca la fecha, el boca a boca entre ellas hace el resto para fijar el lugar. No utilizan móviles para comunicarse. “Marruecos también los vigila y los rastrea.
Nos persiguen por la calle, nos impiden participar en manifestaciones, allanan nuestras casas, entran y se llevan a nuestros maridos e hijos menores, o las rodean para que no podamos salir”, añade Salma Lahbib, activista de 45 años.
Costura contra la ocupación
Los frentes principales de resistencia del Foro son tres: la autodeterminación, los derechos humanos y preservar la cultura saharaui. “Lo primero que queremos es la libertad de nuestro país y nuestro pueblo”, aseguran las cuatro. “Participamos en manifestaciones, confeccionamos y cosemos las banderas de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) que se enseñarán y también muchas pancartas”, señala Nazha, también corresponsal en los territorios ocupados de RASD TV –la televisión oficial saharaui– e integrante de Equipe Media –un grupo de jóvenes que graban desde las azoteas y cuelgan en las redes sociales los vídeos de las agresiones marroquíes–. Reconoce que ha grabado “muchas veces en las protestas ocultando el móvil bajo la melfa”, y añade: “Es peligroso, pero tenemos que hacerlo”.
Reunión del Foro / Fotografía: Eugenio G. Delgado
La primera cuestión es, después de 40 años, ¿la solución al conflicto será pacífica o mediante la guerra, alternativa que exigen ya muchos saharauis? Todas apuestan por la primera opción, menos Salma, que explica por qué no: “Estamos perdiendo el tiempo. La ONU y la comunidad internacional siempre nos piden un año más. Nos están engañando. Creo que ya son suficientes años de espera”.
Y la segunda, ¿confían en el referéndum pactado entre el Frente Polisario y Marruecos tras el alto el fuego de 1991, hace 25 años? Aquí sí coinciden todas: “No”. Esta es la razón, según Hadhoum: “La MINURSO –Misión de la ONU para el Referéndum en Sahara Occidental- nunca ha querido hablar con nosotras y se lo hemos pedido de todas las maneras. De forma oficial y también por la calle, acercándonos a ellos, pero nos dan la espalda. Es imposible. Ni nos miran. No confiamos en ellos”. Quienes tampoco han respondido, en este caso al autor de este texto, han sido la Embajada y el Consulado de Marruecos, requeridos para expresar una opinión oficial sobre el Foro para el Futuro de la Mujer Saharaui, la prohibición de manifestaciones, el número de desaparecidos y el de detenidos.
Derechos humanos
Buchra Mohamed no había hablado todavía. Permanecía atenta a la conversación. Ahora toma la palabra con voz baja, firme y doliente. “Una labor fundamental que realizamos es la de apoyar a los familiares de desaparecidos y presos políticos. Hacemos colectas para recaudar fondos y ayudarles o damos apoyo moral a las mujeres que se quedan viudas o sin marido porque se tienen que hacer cargo ellas solas de toda la familia”.
A sus 40 años, Buchra forma parte también de la Asociación de Saharauis Desaparecidos. En 2010, no volvió a saber nada de un hermano suyo después de una manifestación en Dajla. Todavía continúa buscándole y exigiéndo explicaciones a Marruecos: “Muchos familiares de víctimas hemos recibido ofertas económicas a cambio de un silencio que rechazamos”.
La RASD asegura que, en estos momentos, todavía permanecen 651 desaparecidos y un informe de Afapradesa (Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis) cifró en 73 personas las que todavía están encerradas en cárceles marroquíes por cuestiones políticas.
Agresión de un policía marroquí a una manifestente / Fotografía: Equipe Media Sahara
Nazha quiere explicar su primer recuerdo de lucha: “En los territorios ocupados no se respetan los derechos humanos y, de hecho, la MINURSO no tiene el mandato de vigilarlos. La primera vez que fui detenida tenía 13 años. Fue en el colegio de El Aaiún y solo porque junto a otros compañeros decidimos protestar porque teníamos a 30 policías en la puerta. Me golpearon, me detuvieron, me llevaron a comisaría, me ataron las muñecas, me vendaron los ojos y me tumbaron en un suelo helado”.
Más cercana en el tiempo fue su detención en agosto pasado. “El Foro estaba protestando por la independencia de Sahara Occidental y yo documentándolo cuando la Gendarmería me asaltó, me detuvieron, pasé una noche en comisaría y me quitaron la cámara. Todavía no me la han devuelto”, lamenta Nazha.
También fue disuelta por la fuerza la última manifestación del Foro en El Aaiún, el 23 de diciembre, “por pedir la liberación de los presos políticos de Gdem Izik”. Este campamento pacífico fue levantado como reivindicación saharaui en 2010 y fue arrasado por Marruecos, con el saldo de 19 muertos saharauis y tres agentes marroquíes. Centenares fueron detenidos y todavía 24 personas siguen encarceladas.
Amnistía Internacional habla en su informe Marruecos y el Sáhara Occidental 2015/2016 de “restricciones a la libertad de manifestación y expresión”, de que “presos saharauis se han declarado en huelga como protesta por la tortura y los malos tratos”, de la “expulsión de defensores de los Derechos Humanos y de periodistas” y de que “las mujeres siguen sufriendo discriminación”.
Manifestación prosaharaui / Fotografía: Equipe Media Sahara
Human Rights Watch subraya que “las autoridades prohíben las reuniones públicas a favor del Sahara”, “bloquean los lugares de las protestas” y dispersan “algunas a la fuerza”.
Esta es la represión sobre el papel, muy en general. En la calle, en el día a día, se comprueba en que a las mujeres saharauis no las dejan trabajar o las pocas que lo hacen pueden perder su puesto si se las ve en manifestaciones prosaharauis; son agredidas y se les falta al respeto por lo llamativo de sus melfas. Marruecos ha prohibido la tradicional jaima saharaui, incluso en la playa; o el veto a nombrar a los hijos con nombres de mártires saharauis.
La periodista Nazha El Khalidi es miembro del Foro y trabaja en RASD TV y Equipe Media / Fotografía: Eugenio G. Delgado |
Prohibido hablar hassanía
El tercer pilar de actuación del Foro para el Futuro de la Mujer Saharaui es salvaguardar el legado cultural de este pueblo. “Marruecos quiere nuestro exterminio, pero no solo físico, sino también el de nuestra cultura. Quiere que desaparezcamos y marroquinizar a nuestra juventud. Por ejemplo, en los territorios ocupados está prohibido estudiar el hassanía, el dialecto del árabe que hablamos. Pero nosotras respondemos realizando talleres, sobre todo con jóvenes y mujeres, para que no se olvide nuestra lengua, ni nuestros vestidos, ni nuestros cuentos o canciones, ni nuestras comidas o nuestro arte”, enumera Salka Maalainin, de 39 años, hija de un combatiente desaparecido durante la guerra (1976-1991). Un ejemplo de estos ataques culturales es el arresto, el pasado 20 de diciembre, de la activista Laila Lili por lucir en la calle una melfa con los colores de la bandera de Sahara Occidental.
En total, no llegan a 60 las mujeres miembros permanentes del Foro, con edades que van desde los veintipocos a los cincuentaymuchos. Su convicción es inquebrantable y su paciencia eterna. “Cada vez que nos reunimos o nos manifestamos ponemos nuestro corazón en la mano. No sabemos lo que puede pasar, si volveremos a casa o no. Y lo asumimos porque nuestro mayor miedo es fallar al pueblo saharaui. No tenemos miedo”, afirma Buchra Mohamed.
La mesa está preparada y el iftar –comida con la que se rompe el ayuno en Ramadán– ha comenzado con Nazha cogiendo un dátil, como manda la tradición.
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