Por Mohamed Zrug
Bujari fue un gran hombre, mejor persona y extraordinario diplomático.
De cualidades únicas, por encargo de su heroico pueblo que hoy le rinde sentido tributo, se había atravesado en la garganta a nuestro enemigo; en la primera línea de un combate distinto y no menos feroz, que marcó nuestra lucha política durante casi las últimas tres décadas. Murió luchando en condiciones geopolíticas adversas. Desiguales; pero llevando siempre y con orgullo el ejercicio de la resistencia política y la legitimidad de quién se sabe con derecho, a su máximo exponente.
De insondable preparación y profunda dedicación, Bujari amaba a su causa de la misma forma que mimaba su profesión.
De convicciones igualmente insobornables, fue metódico y disciplinado; insistía en los argumentos y en la doctrina, hasta la saciedad, al tiempo que destilaba en cada ocasión, una alta habilidad de maniobra, que revertía inmediatamente en victorias sonadas o cuanto menos, en esperanzas fundadas para su pueblo.
Hoy hemos perdido a un hermano y a un dirigente extraordinario; pero también, permítanme decirlo, a un maestro.
Que descanse en paz Bujari Ahmed Baricala.
Gloria eterna a nuestros mártires y larga vida a nuestros nobles ideales y a los más dignos militantes que como Bujari, aún nos defienden, con lealtad, firmeza y altas dosis de talento.
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