Una vez mi abuela me dijo: “El agua es el diamante más transparente que puede tener el hombre”. Y no le faltó razón, recuerdo como en esos años solo había una “Cuba” situada en mitad de la Daira la cual se llenaba cada quince días y todos los habitantes de esa daira tenían que hacer sus largas colas para llenar sus depósitos y con ello el suministro de tan preciado liquido durante los quince días posteriores.
Recuerdo la voz de la Representante de mi barrio avisándonos con un megáfono y todos acudíamos a la Cuba con nuestras “bitakas” garrafas de más o menos litros, lo que teníamos por casa, y no era mucho os lo aseguro. Recuerdo con exactitud la ilusión que me hacia ir corriendo, meterme entre las mujeres y ser la primera en llenar mis bitakas y ver la sonrisa más gratificante que podía tener mi abuela. O como la primera vez que vi una fuente de agua, entonces no había pasado mucho tiempo entre una acción y otra, y quedarme mirando la fuente como un hecho que no le encontraba explicación. Recuerdo como por primera vez abrí un grifo y aquello era un mundo, todo a mano, no había que acercar bitakas ni tampoco hacer largas colas, bastaba con un sencillo gesto para apreciar un diamante demasiado transparente para un niña de dos mundos totalmente distintos. Recuerdo, incluso el primer día que fui a la playa, aquello sí que era un mundo, dos contrastes que, por más que intentaba descifrarlo mi imaginación iba más allá que las dimensiones del mar y que toda esa cantidad de agua, y a ello le sumo la arena, era mi arena, donde me tiraba horas descalza y corriendo de un lado para otro.
Recuerdo con tristeza las veces que quise ducharme y no pude, las veces que veía a mi abuela ahorrar agua para que no nos faltara para beber durante esos quince días y verla forrar aquellas bitakas con viejas mantas o telas para mantener el agua fria porque no había frigorífico, al igual que recuerdo las veces que paraba los coches que por allí pasaban para que me acercaran a casa y no hacerla ir hasta donde estaba la Cuba. Lo recuerdo todo con nostalgia, si, y lejos de volver con las bitakas a la cuba admito que de vez en cuando me duele abrir un grifo más de un minuto por miedo a no apreciarlo como merece, y es que el agua es el diamante más transparente que el hombre puede tener.
Por Benda Lehbib Lebsir
Fuente: 1saharaui
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