Khadija Ryadi, en la sede de Amnistía Internacional en Madrid |
Entrevista con Khadija Ryadi, activista de los derechos humanos.
La tortura es un crimen penado por la ley marroquí, pero las fuerzas de seguridad la aplican contra detenidos, presos o manifestantes. Amnistía Internacional ha recogido en un informe 173 casos de torturas y otros graves abusos contra hombres, mujeres y niños entre 2010 y 2014 por parte de la policía y los servicios de seguridad. Además, los que denuncian torturas pueden acabar encarcelados, acusados de 'falso testimonio' o 'calumnias'.
"La tortura persiste porque en Marruecos hay impunidad", afirma Khadija Ryadi, ex presidenta de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) y actual miembro de su Comisión Administrativa. "Y esa impunidad anima a las fuerzas de seguridad a cometer esos crímenes y no respetar la ley", añade.
Pese a las prometidas reformas tan cacareadas por el rey Mohamed VI desde el inicio de su reinado, a la muerte de su padre Hassan II en 1999, la cultura de la impunidad sigue vigente en Marruecos. "No hay voluntad política para hacer que los servicios de seguridad respeten el derecho, al contrario, escapan a todo control siquiera del Gobierno y quedan impunes", explica esta activista de los derechos humanos entrevistada por ELMUNDO.es en la sede madrileña de Amnistía Internacional.
Todo, pese a la puesta en marcha de la Instancia de Equidad y Reconciliación, que el rey nombró en 2004. "En 2006 la Instancia publicó sus conclusiones y hubo un compromiso del Estado marroquí para poner en marcha una buena gobernanza en materia de seguridad y una estrategia de lucha contra la impunidad, así como mejoras de la situación de los derechos humanos, garantizar la independencia de la Justicia y hacer reformas constitucionales", continúa Ryadi.
Esperanzas truncadas
Estas promesas pretendían dejar atrás los llamados 'años de plomo' de Hassan II, en los que se reprimió toda oposición política. "Sí, podemos decir que había mucha esperanza a finales de los 90, con el fin de la 'era Hassan II'. A partir de 2002, cambiaron leyes, se incorporó el respeto de los derechos humanos en la Constitución, se liberó a los presos políticos, se ratificaron ciertas convenciones internacionales, disminuyó la tortura... Se respiraba cierta libertad de prensa y había entonces cierta esperanza", recuerda Ryadi.
Pero los atentados terroristas de 2003 supusieron un nuevo retroceso. "Volvimos atrás con el pretexto de la Ley Antiterrorista puesta en marcha después de los atentados de 2003. Hubo muchas torturas y detenciones, muertes bajo tortura y volvimos a los 'años de plomo' de Hassan II porque los casos de torturas volvieron a ser cotidianos. La prensa independiente volvió a ser reprimida, muchos periodistas independientes fueron empujados a irse del país... Y hoy hemos vuelto a esa situación de impunidad total y de ausencia de control de los servicios de seguridad, que no son supervisados por nadie. Esa impunidad anima a los policías a cometer torturas", se reafirma esta activista.
Sáhara Occidental
Golpes, asfixia, ahogamiento simulado, palizas, violencia sexual, amenazas psicológicas o posturas estresantes como la del 'pollo asado', que mantiene al detenido suspendido de una barra de hierro por muñecas y tobillos. A Mohamed Ali Saidi, de 27 años, se la aplicaron cuando estaba bajo custodia, después de haber sido detenido en relación a unas protestas en El Aaiún (Sáhara Occidental), en los primeros días de mayo de 2013.
"Me amenazaron con violarme con una botella y la pusieron frente a mí. Era una botella de cristal de Pom's [un popular refresco]. Golpearon las plantas de mis pies con cuerdas mientras estaba suspendido en la postura del 'pollo asado' y sumergieron mis pies en agua helada... Cuando estaba suspendido pusieron una toalla en mi boca y vertieron agua en mi nariz. Luego, orina. Después, me quitaron la ropa, excepto mi ropa interior, y me golpearon con cinturones". Su testimonio ha quedado recogido en el informe 'Sombras de Impunidad: Tortura en Marruecos y el Sáhara Occidental', que se presenta hoy en Rabat.
La situación de los derechos humanos en el Sáhara Occidental es mucho peor que en el resto del país. "Todas las manifestaciones en el Sáhara Occidental son reprimidas, sean convocadas por asociaciones políticas o sean simplemente protestas de parados, estudiantes o personas que reivindican la vivienda. Creo que la situación allí es más difícil que en el resto del país", señala Ryadi.
Violencia contra las mujeres
Las mujeres siguen sufriendo la desigualdad y la discriminación. "El Código de Familia de 2004 es mucho mejor que el anterior, pero es una ley retrógrada en la que hay mucha discriminación. La mujer hereda la mitad que el hombre, una mujer no puede casarse con un no-musulmán, no tiene la tutela legal de sus hijos (incluso si está divorciada y ella tiene la guardia y custodia, los alimenta y los cría, pero no es la tutora legal), persiste el matrimonio de menores, un gran problema en Marruecos", enumera.
"Existe la poligamia, no ha sido prohibida por la ley, y también la violencia. Hay estadísticas oficiales que hablan de que dos tercios de las mujeres marroquíes (el 70%) están expuestas a la violencia de género y actualmente no hay ninguna ley que proteja a la mujer contra la violencia en el matrimonio", añade.
La 'primavera' marroquí
A partir de 2011, cuando se desataron las revoluciones árabes por contagio de lo ocurrido en Túnez, en Marruecos volvió a vivirse un periodo de esperanza. "Se movilizaron miles de personas. Hubo represión, pero la libertad de expresión salió a flote y había un debate político en la sociedad y en los medios de comunicación, que dieron la palabra a personas que nunca antes habían invitado. Pero ese bello periodo no continuó cuando el Movimiento 20 de Febrero fue reprimido", explica la antigua dirigente de la AMDH, una influyente y activa organización local con más de 12.000 socios.
"Con la región en medio de la violencia, vimos el retorno de la dictadura, el retorno de la dominación. No hay libertad en Marruecos, vivimos bajo una dictadura de terciopelo, como la llaman algunos", asegura Ryadi, cuyo activismo le valió el Premio de Derechos Humanos de Naciones Unidas en 2013.
Lucha contra el terrorismo
El contexto regional tampoco ayuda a acabar con la tortura y la impunidad. En nombre de la lucha contra el terrorismo yihadista y contra la expansión de grupos como Estado Islámico se siguen cometiendo abusos. "Se utiliza la lucha contra el terrorismo para reprimir y para estigmatizar a las asociaciones de derechos humanos".
"Debería ser lo contrario. Nosotros, como defensores de los derechos humanos, consideramos que la mejor arma contra el terrorismo es la libertad y dejar a las asociaciones divulgar el valor de la tolerancia, de la igualdad y los derechos humanos contra lo mensajes que utilizan los yihadistas para difundir sus acciones. Un estado de libertad, de justicia y de derechos sociales y económicos, luchar contra el analfabetismo y la ignorancia, eso nos dará seguridad frente al terrorismo, no la represión", reivindica.
En Europa se ve a Marruecos como un país liberal. Algo que desmiente este informe de Amnistía Internacional. "Europa mira a Marruecos como un Estado avanzado, como una excepción en la región. Cierra los ojos a las violaciones de derechos humanos y prefiere aprovechar esos abusos para frenar la inmigración y luchar contra el terrorismo", denuncia.
Por eso, Ryadi nos deja un mensaje a los europeos: "Que los ciudadanos presionen a sus propios gobiernos para que pongan los derechos humanos en primer lugar. Cerrar los ojos sobre las violaciones a las libertades en el norte de África no mejorará la situación de seguridad, ni acabará con el integrismo o la inmigración clandestina".
Por Rosa Meneses
Fuente: elmundo.es
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