Iba a escribir sobre otra cosa, ya saben, cualquiera de esos temas que uno (creyéndose más importante de lo que es por el simple hecho de que le cedan un espacio en un medio como este) considera interesantes. Alguna disquisición sobre un tema en teoría elevado, con imbricaciones legales (en las que poder colarse y meter la pata), independencias, federalismos, sistemas de votos, nuevas políticas, o cualquier cosa de esas que, en el fondo, nos importa realmente a no mucha gente.
Pero mientras escribo la vida de verdad sigue, la de mucha gente. Alguna con dificultades. En los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf los últimos días están siendo muy duros. Rectifico, aún más duros, porque su situación de por sí nunca es buena. Las lluvias torrenciales han dejado un rastro de inundaciones que ha acabado por convertir la nada en algo peor. Es difícil pensar cómo se le puede quitar todo a un sitio donde ya faltaba la mayoría de lo esencial. Pero así ha pasado. Y da una idea de cómo es de grave la situación.
Siendo sinceros, hay que reconocer que cada día en el mundo ocurren desgracias similares o peores, y hay muchos lugares que siguen necesitando ayuda. Sí, pero el Sahara no deja de ser una responsabilidad aún sin solventar por España y, sobre todo, para mucha gente el Sahara es algo nuestro, porque si pensamos en esos campamentos pensamos en algunos de los niños y niñas que con el programa Vacaciones en paz vienen cada verano a España a hacer su vida más sobrellevable un par de meses al año. Como Hadia, que hace un par de años estuvo con mi familia (vino a casa de mi hermana y mi cuñado, pero en realidad estuvo con toda la familia), a quien traté infructuosamente de convencer de que el “jalufo” (cerdo) está rico, que flipaba cuando veía algunos coches (“ese mucho dinero, eh”), y que cada vez que venía a verme miraba la guitarra colgada en la pared sin atreverse a pedírmela, pero que luego cuando se la daba le prestaba por la vida hacer algo de ruido con las cuerdas. Pues la cara de Hadia es la cara que yo le ponía a esta tragedia.
Por fortuna Hadia no está en una zona afectada, pero seguro que muchos de sus compas de viaje y veraneo, con los que compartimos gritos (“¡Mohamed, capullo, el Sahara no es tuyo!”) en la manifestación por el Sahara que se organiza en su último domingo en Asturies, están entre los afectados. Y, claro, hacerse una idea, poner cara a quien sufre lejos de tu casa una desgracia que ves en la prensa es, inevitablemente, más duro.
Pues relatar la tragedia, para que se conozca, para que haya alguien (dentro del relativo interés que puede haber en leerme a mí) que se interese y se mueva por ello me pareció una mejor idea que ponerme a escribir otro artículo elucubrando sobre alguna cuestión de actualidad política. ¿Por qué? Porque las más de 20.000 personas afectadas que se han quedado sin nada en los campamentos son más actualidad y más política que cualquier otra cosa sobre la que se me pudiera ocurrir escribir.
Así que, ya sabe, y aquí está lo importante, busque asociaciones en su entorno a las que hacer donaciones, reclame a sus políticos y administraciones que se muevan por ello (de momento, algunas como el gobierno de Asturias y el Ayuntamiento de Oviedo han aprobado ya partidas de ayuda de emergencia), y hable de esto con su gente conocida para que también se movilicen. Contribuya a que la vida de los campamentos pueda seguir, al menos, transcurriendo. Al menos.
Por David Rodriguez
Fuente: asturias24.es
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