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EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

#SOSSAHARA Crónica de las graves inundaciones (III)

Desde que abandonaron sus ciudades, a los saharauis les ha sido encomendada una doble tarea: Primero, enfrentar a su enemigo que se apoderó de la tierra. Segundo, proteger a la población civil que huía de la ocupación militar, así como de las inclemencias naturales.
En los primeros momentos del desplazamiento poblacional y a temor de las incursiones de la aviación marroquí, se abrieron trincheras y refugios subterráneos. Más adelante levantaron chabolas rudimentarias, que quedaron desperdigadas en los ríos secos y en los páramos del desierto.

Con el cursar de los años y favorecidos por una estabilidad relativa en territorio argelino. Los saharauis, a mediados de la década de los años ochenta, ya tenían sus campamentos organizados y bien administrados en comparación con los primeros años. Entonces, se mejoraron las condiciones de vida sustancialmente y, a la par, fueron sorprendidos por la "fiebre" del barro como materia esencial en la construcción. A pico y pala, levantaron sus casas de adobe, lejos de la tierra de origen. Pero los nuevos hogares no han solventado la solución esperada, eran frágiles e inseguros.

Las pasadas lluvias han despertado de nuevo la preocupación de la gente en aras de un hogar más fiable ante los imprevistos del tiempo.
Mohamed, hombre mayor, que vivió los desafíos del refugio desde finales de 1975 hasta la actualidad. Defendió entre familiares y amigos, y partiendo de las inundaciones de la primavera del 2006, la idea de que es hora ya de comenzar a buscar soluciones factibles en materia de construcción. Después de las lluvias, el mencionado señor se muestra tranquilo al no haber perdido sus bienes, gracias al barracón de zinc y madera que había diseñado con la ayuda de un sobrino suyo, formado en la Habana.
Si el barro ha resistido por largo rato el embate de viento y de lluvias. Sin embargo, el cambio climatológico operado en toda la palestra universal, es motivo de reflexión tanto aquí como allá.
El enojo fehaciente de la naturaleza es más que evidente: Rayos de sol candentes tanto en otoño como en invierno, terremotos devastadores y con frecuencia; ciclones e inundaciones en desiertos descampados.
Cabe recordar, que es la menos diez en la hora universal. Pero en esos diez podrán ocurrir tantos cambios indeseables para el ser y la naturaleza. Y en esos diez, cabe igualmente la posibilidad de que el pueblo esquimal cambiaría sus iglúes por unas jaimas beduinas.

Texto y foto de Mohamidi Mohamed Fakal-la


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