La hilera de flores, las voluntarias Maite Berzosa y Ana Eskisabel con Jalil Mohamed y el surco de cemento.
Elaboradas por alumnos de trece centros escolares de Donostia dentro de una iniciativa solidaria, se han 'plantado' junto al muro minado levantado por Marruecos.
Ya están en su destino, desafiando con su mensaje de paz a los artefactos explosivos diseminados ante el muro de la vergüenza del Sáhara. 'Por cada mina, una flor', reza la campaña que ha emprendido el artista Mohamed Moulud Yeslem para dar visibilidad internacional al sufrimiento saharaui. La pacífica iniciativa ha tenido un profundo eco en San Sebastián por mediación de la Asociación de Amigos del Sahara y de Donostia 2016. Plantar una flor, aunque sea de tela o de papel, frente a los 2.700 kilómetros de muro sembrado de minas, 10.000 artefactos en total, es una ardua labor para un solo hombre, pero constituye un gesto de solidaridad cuando son muchas las manos que se ponen a la labor, y una actividad pedagógica si la colaboración se realiza desde las escuelas. Esto precisamente es lo que ha ocurrido en San Sebastián.
El proyecto de sensibilización con la situación del Sáhara fue secundado por trece centros escolares donostiarras y se dirigió a los alumnos de quinto y sexto de Primaria. Con tal fin se preparó una Unidad Didáctica en euskera que abordaba tres aspectos: el conocimiento del Sáhara desde el punto de vista geográfico, histórico y cultural; el estudio de los muros del mundo, incluyendo el del Sáhara y el problema de los refugiados que llegan a Europa, y la actividad manual que consistía en la elaboración de las flores de papel, tela o cartón. Cuando terminó el proceso se recopilaron cerca de 3.000 piezas de vivos colores con la promesa de que no tardarían en ser 'plantadas' en un tramo del muro minado que ha levantado Marruecos y que custodian día y noche 150.000 militares y policías.
En avión y barco
Dicho y hecho. Después del acto que se celebró en el Museo San Telmo en el que medio millar de escolares donostiarras mostraron sus trabajos se puso en marcha la operación de traslado de los ocho baúles de plástico que contenían las flores. Maite Berzosa y Ana Eskisabel, representes de la Asociación de Amigos del Sáhara, y el documentalista Othamane Deah, que ha realizado un cortometraje para difundirlo en los centros escolares, emprendieron el viaje el pasado 16 de mayo.
Salieron del aeropuerto de Madrid hacia Argel y de esta ciudad al aeródromo de Tinduf. Pero no llevaron consigo las flores. De esto se encargó Mohamed Moulud Yaslem, que emprendió el viaje con los ocho baúles por carretera. Se dirigió a Alicante y allí embarcó en el ferry con destino a Orán. Desde este puerto se adentró en el desierto para dirigirse a los campamentos saharauis. Allí le esperaban Maite y Ana. «En Tinduf no hay hoteles, solo jaimas y pequeñas construcciones de adobe, que además se encuentran muy deterioradas tras las inundaciones de febrero; no hay luz ni agua corriente... la vida de la población es bastante dura», asegura Maite Berzosa, andereño jubilada y voluntaria en favor de la causa saharaui. Ella y Ana Eskisabel se han hospedado estos días en la vivienda del director de una escuela donde su asociación desarrolla un proyecto de educación especial.
La expedición donostiarra estaba organizada para ocho días, del 16 al 24 de mayo, y no fue hasta el día previo a la salida cuando fue posible cumplir el objetivo de 'plantar' las flores frente al muro. Así lo relata Maite: «Salimos temprano en dirección a Rabuni, que es la capital administrativa de los campamentos y allí el Frente Polisario nos puso un convoy de seguridad para dirigirnos por el desierto hasta la línea de minas. Viajamos unos 60 kilómetros por desierto y cuando llegamos al destino la temperatura era de 50 grados». Les acompañó el director del Ministerio de Información saharaui Jalil Mohamed Lamin.
Surcos con cemento
La expedición llegó a un lugar frente al muro y, a las órdenes del artista saharaui, realizaron un surco cerca de la zona minada. «Nos dijeron que por nuestra seguridad no saliéramos de la zona en la que se veían roderas de los vehículos; una semana antes había muerto una niña alcanzada por una mina», explica Maite. A continuación, rellenaron el surco con cemento y fueron 'plantando' una a una las flores elaboradas por los alumnos donostiarras hasta completar una hilera de unos 60 metros, formando así una multicolor raya que no solo cumplía su objetivo reivindicativo-cultural ('por cada mina, una flor'), sino que además servirá para delimitar la seguridad del lugar. «Desde allí podíamos ver el muro y una garita de vigilancia donde estaban apostados los militares de Marruecos», afirma la andereño. A la labor se sumó también un equipo de una televisión alemana. «Estaban haciendo un reportaje y cuando les hablamos de nuestro proyecto no solo tomaron imágenes y nos entrevistaron sino que además se pusieron manos a la obra», señala Maite.
Cuando estaban ya de vuelta se enteraron del fallecimiento del presidente del Frente Polisario y líder saharaui durante cuarenta años, Mohamed Addelaziz. Después de un periodo de luto de cuarenta días, se convocará un congreso que se prevé complicado porque existen posturas divergentes. A los jóvenes no les seduce la vía diplomática. «Es tán muy cansados, son muchos años de sufrimiento», lamenta Berzosa.
Una vez realizada esta tarea, Donostia 2016 tiene en proyecto la traducción al castellano de la Unidad Didáctica sobre la que ha trabajado el millar de alumnos de los colegios guipuzcoanos, así como del manual para los profesores.
Por Mario García
Fotografias de Moulud Yeslem
Fuente: donostia-2016.diariovasco.com
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