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EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

Mi primer día en España…

“Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”  
Henry Miller.

El primer día siempre es duro, difícil, sobre todo cuando se desconoce el idioma, las costumbres, cuando se aterriza en un mundo totalmente distinto al originario. Se hace evidente pues, que sólo quien tiene paciencia, ilusión y ganas, aquel experimento puede funcionar.

Hay sensaciones, sentimientos y emociones que no olvidaré nunca. Pasarán los años, y los recuerdos ahí siguen, intactos.
Desde muy pequeña sabía que en algún momento me tocaría venir a España, conocería todo aquello de lo que mis hermanas mayores y sus amigas ya me habían hablado. Tenía por entonces 7 años, nunca había salido de los campamentos de refugiados, y tras un viaje larguísimo aterricé en Madrid. Segura de no saber ni dónde estaba, me preparaba para lo que iba a ser una experiencia inolvidable. En Madrid, me esperaba la asociación y al día siguiente me entregarían a mi familia de acogida.

Éramos muchísimos, no recuerdo exactamente cuántos y de pronto se me acercó mi prima saharaui, que ya vivía aquí, y me dijo “si dicen repetidores levanta la mano”, a los dos minutos y en aquel pabellón lleno de niños medio dormidos y otros tantos alborotados, una voz masculina gritó con firmeza “repetidores” y aquella palabreja me sonaba conocida y rápidamente levanté la mano. Gesto que se traducía con que iba a ir con mi prima que ya me había asignado una familia.
Expectante, nerviosa, y a la par emocionada, cogí rápidamente mi mochila como quien lleva su brújula en mano y me coloqué en una fila para subir a un autobús que me llevaría hasta Palencia.

Llegamos, y los “veteranos” cada uno se llevó a varios niños a su casa, puesto que era de noche y hasta el día siguiente no nos repartirían con nuestras respectivas familias. Pasé toda la noche observándolo todo, incluso la cama me llamaba la atención pero sin duda lo que más me impactó fue el ascensor, me fascinaba. Llegó el día, y entre el montón una chica rubia con un papel en la mano, me sonreía, se acercó y aquella era mi hermana.

De camino a casa entre lágrimas por miedo a lo desconocido fui observando en silencio aquellos parques, jardines, aquella gente extraña y la vez conocida para mí, aquel mundo al que me tenía que acoplar, todo llamaba mi atención.
Llegamos a casa, y otra vez ¡el ascensor! me bañaron, me pusieron otra ropa, y entre sus nervios por acomodarme y los míos por la misma razón fuimos “adaptándonos”, comer no comí, llorar lloré bastante sobre todo cuando llegó el que sería mi padre, y una vez descansada me levanté como si desde siempre les hubiera conocido. Increíble.

Fueron pasando los días, los primeros eran difíciles por ambas partes, mi desconocimiento del idioma y costumbres hicieron resaltar mi timidez continuamente, pero rápidamente empecé con el idioma de signos y con el “se llama, y el me llamo” y desde aquel día ya han pasado 15 años, y seguiremos con las mismas sensaciones, mismos sentimientos, y mismas emociones que no olvidaré nunca, porque sólo quien tiene paciencia, ilusión y ganas, aquel experimento puede funcionar.

Benda Lehbib Lebsir.
Imágenes: Jesús Merino (AAPSP)
Fuente: 1saharaui


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