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EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

Crónicas de un desenlace

En esta entrada voy a publicar un articulo de mi compañero y amigo Mohamidi Fakal-la.

Este relato, que Mohamidi narra en una bonita prosa, la tragedia de un grupo de periodistas saharauis que en su función de informar sobre la batalla realizada en el muro marroquí, sector de Hausa. Fueron bombardeados al inicio del combate donde resulto muerto del sonidista de la Radio Nacional SAID y herido el propio autor del relato.

Crónica de un desenlace.
Entrada la noche en sí misma. Said, se despertó después de reconciliado sueño con el sueño. Abrió los ojos para luego volver a reconciliarse, pero esta vez con un cielo estrellado que cubría el universo. Intentó volver de nuevo al primer estado, pero no podía. Con pereza extendió la mano y alcanzó la grabadora de siempre a fin de romper la melancolía del silencio. Pulso el botón de puesta en marcha y el fresco aire del oeste envolvió la voz de Marcel Jalifa, perdida en las vastas arenas y guijarros del desierto.

Eran unos versos íntimos de despedida a su madre. A través de un canto solitario, la noche rescató al amigo en un intento dorado, no dormido. Mientras que los pájaros se abrazaban el pecho con sus propias alas en las copas oscuras de los árboles, no muy lejos de la muralla, de los tendidos de púas, de las minas antipersonales, de las sedientas acacias que, en pleno verano, parian a fuerza de desgarro y de cálido calor la goma arábiga con que curaban las intoxicadas heridas del fulgor apagado, y al macho enfermo de mal humor.

No hizo caso a todo aquello; ni a los pájaros, ni al tradicional bálsamo, ni al miedo, ni tampoco a la muerte. Quiso navegar en la noche. Encendió disimuladamente una hoguera bajo la manta, para que el sereno castrense no se percatase de la presencia guerrillera. Todo ocurría en un escenario casi compartido por amigos y enemigos. No temía lo que podría suceder, puso la tetera sobre las brasas. Invitó al fotógrafo Ahmed y al camarógrafo Omar. Mientras, que Santo y Brahim Salem, el conductor, dormían después de un piadoso viaje desde el último punto de intersección de la retaguardia hasta la campada.

En silencio insinuó que el cielo intentaba esclarecerse; y dijo con voz apagada: ”tomense el té y despidanse de sus madres”. El amargo vaso, el primero, recordó lo que decía su padre cuando abrevaban el ganado en las mediaciones de Smara:” hijo, que sepas que todo ser humano posee una estrella clavada en el cielo, maravillosamente limpia por haber nacido el mismo día en que cortan con un viejo cuchillo el cordón umbilical del recién nacido, ya sea en el interior de una jaima o en una moderna sala de parto de un hospital. La estrella, sigue ahí, guiando los pasos, la vida, lo encomendado, lo cumplido en lo incumplido, el final de un recorrido.
Pero ella es inamovible, quedaría escondida en el absoluto desdén de los largos caminos de luz y de los años. Todos nacimos con una estrella. Y algún día, envueltos en su humareda descendiente, en su giro abismal, retrocedemos de manera sorprendente, sin ruido, pero con las lamentaciones de amigos y de padres queridos.” El amigo, técnico de grabación y sonido, quiso buscar en esos momentos apacibles de té su propia estrella, cuando todo el mundo dormía, bajo las mismas estrellas. No pudo localizarla, lo intento de nuevo, en vano; se echó el segundo vaso, el suave, el de la muerte; lo saboreo con calma entre los amigos de trabajo. No le dio tiempo a preparar el tercero. ritualmente aconsejable, como culminación de los dos anteriores.

La oscuridad está a punto de abandonar el cielo. Este último palidece anunciando los comienzos y el término de una jornada, de unos colores y de unos sabores. Arrancaron los landroveres, los todoterrenos, al compás del rotundo rugir de los tanques. Comenzó la zigzagante velocidad en busca de un nuevo encuentro al borde de la muralla, salpicada de soldadesca. De hecho, llovió el cielo con fugaces estrellas, diferentes; metálicas y terriblemente fulminantes. Said lo predecía.

Sucumbieron, entonces, los adagios y los proverbios beduinos en relación a las estrellas audaces, con sus propios nombres, como los nuestros. El técnico viajó su vida entre los pliegues de los mares, el aire y la sombra en las mediaciones de la región de Duehab, Suehat, a mediados de noviembre de 1987. Era inminente el encuentro de otro comienzo, de otra vida totalmente diferente.

M.M.F



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